Fue la última “revolución cultural” la que dijo que no podía contra el hambre hace 50 años ¿por qué pensar que lo hará ahora?
No cabe duda en que la lucha “revolucionario democrática” del gobierno de Morales y su partido Movimiento al Socialismo (MAS), es también de un evidente corte maoísta, y en el intento de reivindicar los principios en los que se funda esta ideología, las consecuencias para la población con una población en estado debilitado y una economía cada vez más deteriorada, podrían ser realmente devastadoras.
Originalmente, quien desarrolló el concepto de la “dictadura democrática del pueblo” y quien defendió la “revolución cultural con los campesinos como motor y elemento para evitar la restauración del capitalismo”, fue Mao Zedong, máximo dirigente del Partido Comunista de la China (PCCh) y de la República Popular de la China , a mediados del siglo pasado.
En aquel obstinado proceso de luchar y fracasar, volver a luchar para volver a fracasar, y así hasta la victoria final, el denominado “Gran Salto Adelante” de Mao, provocó una serie de consecuencias económicas y sociales que el propio PCCh reconoció, cuando en 1981, en un intento de librar toda culpa, publicó un “análisis oficial” sobre los graves errores que cometió su líder.
A pesar de que ya en 1959, durante una reunión de dirigentes del partido en la ciudad de Lushan, Mao admitió haber cometido errores por sus escasos conocimientos en economía, una de las principales medidas que el líder comunista adoptó, fue la de llevar a cabo un programa de distribución de la tierra e industrialización de los recursos, (con préstamos y ayuda técnica de la Unión Soviética que cada vez subordinaban más a la China), con la idea de aprovechar la gran fuerza productiva del país. Sin embargo, lo que sucedió fue que, sumadas a las catástrofes naturales de la época, los planes del dirigente y su partido, provocaron una hambruna que terminó con la vida de entre 20 y 30 millones de personas, la hambruna más grande de la historia reciente de la China.
Estos desastres que registra la historia (así como los diez que la Biblia menciona y otras a las que se refiere la mitología griega, por ejemplo), fueron atribuidos comúnmente a tres factores. El primero de causa y los otros dos de efecto. El primero tiene que ver con un serio deterioro de las cosechas producidas por largas y constantes sequías, mangas de langostas, terremotos, heladas, inundaciones, etc; y los otros dos factores, son atribuidos a la incompetencia o corrupción de los países más pobres.
El Nóbel de economía Amartya Sen, en su libro Desarrollo y Libertad, reconoce que los gobernantes autoritarios que pocas veces pasan hambre (u otras calamidades económicas), no tienen el incentivo para tomar el tipo de medidas necesarias para que las hambrunas se prevengan, y por tanto, el sistema económico debe concebir la libertad como la base de la evaluación del éxito y el fracaso, y como el determinante de la iniciativa individual y la eficacia social, no sólo porque esto sirve de estímulo a la población y mejora la calidad de vida, sino porque este desarrollo integral puede mejorar la producción de insumos en el país, el nivel de educación de los habitantes y los índices de pobreza; y para esto es necesario que el Estado tenga en cuenta estos factores en su plan de Desarrollo y en el Presupuesto Nacional, ya que de nada serviría pensar en mejorar la calidad de vida de los habitantes, sin tener un presupuesto necesario para garantizar esta meta. En las democracias, en cambio, los gobiernos sí tienen un fuerte incentivo para mostrarse responsables ante las necesidades más elementales del electorado, y si no lo son, la próxima vez que la gente vote es probable que pierdan el poder.
Lo curioso es que el principio de la solución a las devastadoras medidas del maoísmo, se dieron con una reconversión económica que apelaría a técnicas y capitales extranjeros, dando paso a un impresionante crecimiento económico de dos dígitos y bienestar en la población que cada vez incrementa más su demanda por alimentos, y que paradójicamente, es uno de los factores que impulsa el incremento del precio de los alimentos a nivel mundial.
Exageraciones o no, en las democracias liberales no hay hambrunas, pero ¿realmente estamos dispuestos a esta clase de sacrificios?
Artículo publicado en Los Tiempos y The Independent Institute.