La carrera por la depreciación de la moneda doméstica para estimular las exportaciones, ha provocado la discusión entre economistas sobre las consecuencias para el comercio mundial, e incluso sobre la naturaleza misma del dinero. Ya no importa si el euro cierra su peor año frente al dólar estadounidense, o si éste vuelve a recuperarse frente al yen durante el próximo semestre, el fraude de la manipulación monetaria de los gobiernos y banca central continúa profundizando y extendiendo la crisis alrededor del mundo, incluso en un país tan pequeño como Bolivia, donde la política que se adopte en materia cambiaria o monetaria sólo podría aspirar a la postergación de un colapso económico de todas maneras inminente.
Si hacemos abstracción del problema y su complejidad, el dinero podría ser identificado como un compromiso entre un panadero y un carpintero en tanto no se haya realizado el intercambio de una mesa por un pan, es decir, como la mesa no puede ser producida en el mismo período de tiempo que el pan, el carpintero firma un documento por el que se compromete a entregar una mesa en cuanto la tuviera terminada. No obstante, aquel contrato corre el riesgo de ser falsificado, y una manera de hacerlo es imprimiendo dinero. Cuando un gobierno imprime contratos sobre los que no hubo ningún acuerdo, está creando deuda sobre la mesa del carpintero, por consiguiente, destruye valor, capital y la oportunidad de generar riqueza y bienestar. Es lo que, en lenguaje técnico, los economistas llaman “inflación”.
La sola existencia del sistema de banca central y la capacidad de los gobiernos de financiarse a sí mismos, ya sea mediante la reserva fraccionaria, la adquisición de deuda pública, o el mantenimiento de una política monetaria laxa basada en tipos de interés excesivamente bajos, no hace más que constituirse en la mayor fuente de inestabilidad que cualquier economía puede sufrir en cualquier momento. Así han coincidido las mayores depresiones de la historia, con la aparición de un sistema que parecía la mayor promesa financiera creada por el hombre, pero claro está que la Reserva Federal y el Banco Central Europeo están generando el ciclo económico en vez de suavizarlo.
En su caso, lo único que el Banco Central de Bolivia consigue al más puro estilo del nacionalismo monetario con su política cambiaria, es el uso forzoso de una moneda de mala calidad como el boliviano, y la eliminación de toda posibilidad para que los individuos elijan el dólar para realizar sus transacciones, si así lo creyeran conveniente. Empero, al fracasar en el primero de sus objetivos, el cuál es la contención de la inflación, sólo destruye la moneda que dice proteger.
¿Qué maneras existen de proteger el dinero? Los activos alrededor del mundo han perdido valor desde que reventó la burbuja inmobiliaria, pero hay dos excepciones extraordinarias: la deuda pública y el oro. La cotización del segundo ha vuelto a alcanzar niveles históricos, revelando no sólo la desconfianza del público en sus gobiernos y en los economistas que piensan que se trata de una materia prima más, y de que el metal precioso no se constituye en dinero. El oro es muy difícil de falsificar, es un medio internacional de intercambio, y su producción de entre 1 y 2 por ciento anual sólo podría reemplazar el stock de existencias en 50 años. Si la banca prestara la cantidad de sus depósitos en oro, medida en relación a sus reservas y a la categoría de sus inversiones, también dejarían de imprimir y prestar dinero indefinidamente, lo harían mediante cheques bancarios (circulante), según las exigencias de la producción en la economía.
Otras maneras encierran la discusión entre la libre entrada y salida de cualquier moneda para que sea la competencia la encargada de elegir la moneda de mejor calidad (desnacionalización del dinero), y la exigencia a la banca comercial -mediante ley- de un coeficiente de caja del cien por ciento para poder devolver el total de los depósitos a la vista en cualquier momento, o bien sobre la capacidad de la misma banca comercial para incurrir en el endeudamiento de corto plazo y la inversión en el largo.
Pero si de considerar las virtudes de una política exitosa para la protección de la moneda dentro de lo inmediato se trata, la dolarización de las economías panameña y ecuatoriana son casos casi emblemáticos. Al no contar con una moneda doméstica, los gobiernos no tienen el poder de devaluar (o revaluar), es decir, la capacidad de cargar a los ciudadanos la cuenta del endeudamiento y gasto excesivo. Así, la calidad de los sueldos y ahorros están garantizados y protegidos incluso ante la falta de competitividad del sector empresarial o cualquier economista con el síndrome, neurosis o enfermedad del nacionalismo monetario.
Publicado en Los Tiempos y Hoy Bolivia.