Bazucas que matan

Aquella promesa que los principales bancos centrales del mundo hicieron ya en noviembre de 2011 por una acción coordinada para reactivar la economía mundial, acaba de ser cumplida por el Banco Central Europeo, la Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco de Japón. La estrategia no es nueva, y mucho menos sofisticada: imprimir dinero por tiempo indefinido y mantener las tasas de interés de largo plazo en un nivel extraordinariamente bajo, sólo va a agravar la por demás delicada situación económica que se pretende mejorar.

Esta política ha sido coloquialmente llamada “la gran bazuca”, gracias a la célebre frase que el entonces Secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, utilizó para referirse a las medidas que se adoptaría en un extraordinario momento de pánico en 2008: “Si tienes una pistola de agua en el bolsillo, puede que tengas que utilizarla. Si tienes una bazuca y la gente sabe que la tienes… es probable que no necesites utilizarla.”

Pues bien, aunque algunos economistas tradicionales del keynesianismo y monetarismo han argumentado a favor o simplemente han preferido trivializar, ésta política con metáforas militaristas está empezando a convertirse probablemente en el hito más importante de la crisis desde su inicio en 2007, no sólo por la torpeza de seguir cometiendo el mismo error, sino por el absurdo que significa disparar cualquier arma, incluso si se trata de una pistola de agua, esperando un resultado que no sea el de la ruina.

Uno de los primeros problemas de esta política estriba en haber separado los mercados bursátiles y el sector real de la economía, esto es, que el estímulo monetario ha provocado que los índices bursátiles que reflejan la cotización de stocks y materias primas agrícolas y otras como el oro, la plata y el petróleo, hayan vuelto a repuntar, pero no por haberse justificado en la actividad económica real, sino por un nivel de especulación tan elevado como nunca antes. La apuesta de los inversionistas en commodities se ha separado por completo de las expectativas de los inversionistas industriales, las bolsas han subido, pero la producción industrial se ha estancado.

Es cierto que la demanda de materias primas de aquellas economías con un agresivo proceso de industrialización como las de China e India, han impulsado su cotización al alza como nunca antes, pero ahora que estos países han sufrido una importante desaceleración, los precios todavía se mantienen muy por encima del promedio de los últimos cinco años, respondiendo probablemente en cada vez mayor medida a esta política expansiva tampoco antes vista por parte de estos bancos centrales.

Ahora bien, respecto de las tasas de interés extraordinariamente bajas, una nueva frase, esta vez de Bill Clinton, ex presidente de los EE.UU. y uno de los más importantes exponentes del Partido Demócrata ahora en Gobierno, resulta manifiesta: “El Gobierno EE.UU. en realidad puede prestarse un billón de dólares por un año a una tasa de interés del 0,25 por ciento, porque la gente confía en nosotros. La gente piensa que nuestra economía es fuerte, y nos va a pagar casi por mantener su dinero”.

Entonces, la pregunta para Bill Clinton es: ¿qué sucede si la poca confianza que la gente todavía tiene en el gobierno de Barack Obama para reactivar su economía, desaparece de un momento para otro? El balance de la Reserva Federal está cada vez más deteriorado y comprometido para cuando las tasas deban incrementarse, por lo que no tendría garantía alguna para honrar las promesas de su Gobierno. Y lo mismo sucede con el Banco Central Europeo y el Banco de Japón, ¡pero sobre todo en cada uno de los bancos centrales alrededor del mundo, cuyos balances están compuestos por dólares como respaldo de las promesas de sus propios gobiernos!

En este sentido, uno de los lugares más afectados por el disparo de esta bazuca podría ser América Latina, donde los gobiernos, en mayor o menor medida, al haber apostado por mantener una base económica primario-exportadora, al haber sostenido una base electoral cuyas expectativas de mejora de calidad de vida ya ha dependido del mismo factor con demasiada costumbre, al haber  construido democracias por demás liberticidas en una época de bonanza y paz relativa, y donde además el militarismo del pasado reciente ha estado marcado más que por una simple metáfora, podrían terminar perdiendo tanto como todo lo que estuvieron ganando.

Artículo publicado en Página Siete, Los Tiempos y Nueva Economía.

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