James M. Buchanan (1919 – 2013), In Memoriam

Sediento de verdad, así fue como llegué a conocer el inmenso trabajo de James M. Buchanan. Para todas las preguntas que se me había motivado hacerme a mí mismo en los últimos dos años de secundaria sobre los graves problemas económicos de mi país, consideraba que mi educación en los primeros días de la universidad estaban siendo deficientes, eran pocos profesores entendidos en la materia a quienes yo podía acudir. Siempre me ha sorprendido que la coyuntura no llamara dirariamente a la reflexión de los profesores en la universidad, ¿qué mejor motivación que hablar sobre coyuntura económica desde el punto de vista de la materia que se avanza? Ese fue el momento en que entendí que las materias de la carrera estaban todas inconexas no sólo las unas de las otras, sino además de lo que a mí me interesaba: el motivo del permanente conflicto político y social de mi país.

Hubo un profesor -a cuya clase asistí por sugerencia de uno de mis hermanos mayores- que sí dedicaba un breve tiempo al final de su clase a tratar los graves temas de coyuntura económica. Más tarde, cuando se acercaban las elecciones generales, sus comentarios al respecto se hacían cada vez más intensos, tanto que incluso atendía llamadas de urgencia al celular y que atendía sin reserva alguna porque se había convertido en un cercano asesor de campaña de unos de los principales candidatos a la Presidencia.

El tema recurrente era la Capitalización, un programa de gobierno entre 1993 y 1997 que privatizó gradualmente la explotación de los hidrocarburos de los que tanto dependen las economías latinoamericanas en general, pero cuyas expectivativas habrían sido mayores a los resultados de aquel proceso que yo defendía y defiendo. Era una discusión que terminó siendo central en la campaña, y contó con mi mayor atención.

Esta experiencia coincidió con el hecho de que en la primera clase, el mismo profesor nos había sugerido pensar desde ese momento en el tema de investigación de la tesis de grado a defender cinco años más tarde. Para mí estaba claro, tenía que ver con los recursos naturales y los gravísimos conflictos de la Guerra del Agua y la Guerra del Gas. Era una clase de historia, por lo que supe que aquel tipo de problemas tenían muy larga data tanto en el país como en la región, pero todavía no había encontrado la evidente relación entre uno y otro problema.

Tal vez un par de años más tarde, mientras me había pasado el trabajo de averiguar las razones por las que se concedía el Premio Nobel de Economía, descubrí el trabajo de James M. Buchanan, entre otras cosas, el motivo que llevaría a los políticos a tomar el control de la economía o, si se quiere, el motivo que llevaba a los gobiernos a querer retomar el control de la explotación de los recursos como su principal fuente de financiamiento y en aquellos territorios de jurisdicción donde existe abundancia de aquellos recursos naturales [la interpretación es estrictamente mía]. Finalmente había encontrado la explicación a mis preguntas en el trabajo que el profesor había realizado junto a Gordon Tullock.

Pero, evidentemente, no todo se resume a una de las principales causas de pobreza y conflicto permanente de Bolivia. Más importante aún fue que en ese proceso conocí todo el mundo de la Escuela Austríaca de Economía a la que desde entonces me adscribo. Mi admiración por Buchanan y la casi inexistente liteatura suya en una de las universidades más grandes de mi país me llevó a buscar lo que pudiera sobre él y donde pudiera.

Aunque me es imposible recordar la fuente exacta de ese entonces, encontré una entrevista[1] en la que Buchanan no sólo manifestaba no tener problema alguno en ser catalogado como un economista austríaco y que tenía una muy fuerte influencia de quienes él aseguraba que podrían llamarlo austríaco (Ludwig von Mises y F.A. Hayek), sino que a pesar de haber llegado a descubrirlo muy tarde, encontró en Mises todo lo que él había tratado de decir más que cualquier otro.

James M. Buchanan ha sido sumamente importante para mi desarrollo intelectual y profesional desde un inicio. No llegué a conocerlo personalmente, tal vez no faltaba mucho, pero es a él a quien -insisto- debo mi llegada a la Escuela Austríaca de Economía hace algo más de siete años, y estoy muy agradecido por eso. Es lo menos que puedo decir.

Descanse en paz, profesor Buchanan.



[1] Más tarde recuperé la entrevista traducida al español en la revista digital La Escuela Austríaca en el Siglo XXI que Adrián Ravier editaba en la Fundación Hayek, de Buenos Aires, y que en 2011 él mismo reeditó en La Escuela Austríaca Desde Adentro.

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