Si luego de los alemanes hubiese intelectuales que con razón de causa defendieran la posibilidad –por mínima que sea- de alejar al Estado de la manipulación monetaria y, por tanto, control económico, esos son los latinoamericanos.
Afirmar que Occidente podría estar dirigiéndose hacia su propia “década perdida” es perfectamente posible si además se parangona el desastre hiperinflacionario (o el de deflación continua por 20 años en el Japón) que causaron los distintos gobiernos y sus bancos centrales alrededor de América Latina durante los años 80, en el intento de estimular sus economías que venían ya siendo víctima de la intervención del socialismo militar y de derechas que había generado un auge aparente durante la década precedente. Peor aún, en la manipulación monetaria del gobierno a través de su banca central y su fraudulenta relación con la banca privada también se encuentran las causas de la más reciente y grave crisis de la región que fue en la Argentina de 2001.
Esto es lo que sosteníamos ya a mediados de 2012:
La Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo no han tomado la medida desesperada de imprimir billetes para pagar sus deudas de manera inmediata y absoluta como en Bolivia en la mencionada década de los 80, pero tampoco es que sus medidas no representen amenazas comparativamente inminentes. La Reserva Federal (el caso más delicado) optó por monetizar más del 40% de la deuda pública estadounidense por un valor poco menor al billón de dólares, lo que también significó haber más que triplicado la base monetaria sólo en la gestión de Bernanke, que supera la emisión de todos sus predecesores juntos; el Banco de Inglaterra ha incurrido en exactamente la misma medida, pasando a adquirir el 25% de la deuda pública del Reino Unido; y, aunque la medida se detuvo súbitamente hace ya 19 semanas, y aunque su constitución le impide hacerlo de manera directa y porque Alemania y ahora Holanda y Finlandia se lo advierten, el Banco Central Europeo ha adquirido el 30% de deuda pública de la eurozona indirectamente en el mercado secundario.
Ahora bien, la polémica surge o bien por el lado monetarista que aunque no tiene explicación alguna sobre le hecho de que no se haya manifestado hiperinflación, arguye que la situación no ha empeorado gracias a que se siguió con la recomendación de Friedman y Schwartz en su A Monetary History of The United States de inyectar cuanto dinero fuese necesario para evitar el agravamiento de la crisis, o bien por el lado más rancio keynesiano que en general arguye que la situación empeora porque no se habría estado haciendo suficiente.
En este sentido, si no es desde Bruselas, no habría voz alguna en favor de lo que el Banco Central Europeo viene haciendo con la moneda del euro, lo cual no significa que no haya voces en defensa de esta última.
Lo que este documental básicamente expresa es un par de posiciones claramente definidas (la primera de Jesús Huerta de Soto en su En defensa del euro, y la segunda de Philipp Bagus en su The tragedy of the euro y que incluso ha propuesto su Practical steps to withdraw from euro) en que el euro, por un lado, aunque todavía permanece como una moneda intervenida y, por tanto, muy lejos del sistema monetario austríaco ideal, es comparativamente menos peor que el dólar, la libra y el yen, pero definitivamente mejor que el dracma, el escudo o la peseta; y, por el otro, que resulta imposible que el euro sea mejor que el marco alemán y que no existiría motivo alguno por el cuál defender un second-best si, por ejemplo, una clara víctima es Alemania como principal acreedora.
Aunque se trate de un second-best que demuestra que en cuanto los gobiernos son alejados de la manipulación monetaria para su consecuente auto financiamiento a costa de sus ciudadanos, los políticos se ven incluso a insólitamente decir la verdad. Así, no defender el euro significaría no solamente decir que el problema no está en el Banco Central Europeo, a pesar de que hubiese nacido en un mal intento de copiar la institucionalidad y disciplina del Bundesbank de buscar la estabilidad monetaria y no el crecimiento económico, sino en el euro que, por cierto, no se infla a sí mismo.
Ante la imposibilidad de devaluar, habrá que agradecer y estar en defensa del euro en tanto apunte al camino en la buena dirección. Si lo sabrá América Latina que, entre otras cosas, ha visto que al menos en Panamá, El Salvador y Ecuador, apenas se ha dolarizado sus economías, éstas funcionan casi en el marco de un auténtico patrón oro clásico que, hasta el momento, ha permitido sortear más de una crisis internacional.
Gran y muy polémico documental. Promete mucho y dará muchísimo que hablar en todo círculo; académico, político, social. Nadie quedará indiferente justo cuando la Gran Recesión no ha hecho más que empeorar con las medidas keynesiano-monetaristas que, al igual en en la década de los 80 cuyos resultados hiperinflacionarios se conocieron por toda América Latina, sólo han buscado la huída hacia adelante a cambio de agravar el problema.
¿Cómo les iría hoy a Venezuela y Argentina si América Latina tuviera una moneda única como el euro? http://bit.ly/10s59xb
¿Y si además les preguntamos a los defensores de Lincoln y los Estados Unidos por la Fuerza, cómo estaría hoy su país en ausencia de unidad fiscal como hoy en la Unión Europea?