Hace unos días se celebraron los cien años más uno del natalicio de Milton Friedman por toda América Latina e incluso en lugares tan hostiles para la libertad como Bolivia. Hubo iniciativas de todo tipo, sobre todo aquellas relacionadas a exponer sus ideas en materia de filosofía política, pero también en un campo económico.
Tal vez a raíz de esta leyenda de la filosofía de la libertad que hoy se repopulariza, o peor aún, porque el keynesianismo no habría resucitado del todo a raíz de la Gran Recesión, Paul Krugman no ha arremetido contra el monetarista de Chicago, sino que lo ha identificado como un soldado colega del mismo frente en la lucha del intervencionismo.
Para sorpresa de algunos, al sostener que “Friedman was an avid free-market advocate, who insisted that the market, left to itself, could solve almost any problem. Yet he was also a macroeconomic realist, who recognized that the market definitely did not solve the problem of recessions and depressions”, y sobre todo cuando se pregunta “if markets can go so wrong that they cause Great Depressions, how can you be a free-market true believer on everything except macro?”, probablemente esta es la primera vez –y con seguridad la última- que en este espacio podría dársele la razón nada menos que a Krugman.
Lo que en realidad ha hecho Friedman ha sido otorgar un poder a la banca central que ningún keynesiano desde John Law probablemente hubiera siquiera imaginado como mera posibilidad: la capacidad de obligar a los ciudadanos de comprar deuda pública con su dinero, el de sus hijos y ahora el de sus nietos que todavía no han siquiera nacido. Pero cuidado con hacerlo a un ritmo superior al 3 por ciento anual, porque caso contrario no se preserva libertad.
Krugman apunta muy bien al principal responsable de la nueva burbuja, que es la de deuda pública al haber ampliado la base monetaria en un nivel casi tres veces superior al total de todos sus antecesores juntos, en tan sólo tres o cuatro años como titular de la Reserva Federal: Ben Bernanke [11/2008]:
Let me end my talk by abusing slightly my status as an official representative of the Federal Reserve. I would like to say to Milton and Anna: Regarding the Great Depression. You’re right, we did it. We’re very sorry. But thanks to you, we won’t do it again.
En su Historia Monetaria de los Estados Unidos junto a Anna Schwartz, Friedman sostuvo sin preguntarse nunca sobre las causas, que el agravamiento de la Gran Depresión se debió fundamentalmente a no haber inflado lo suficiente la base monetaria. Lógicamente, lo último que se necesitaría para lograrlo es lo que Krugman precisamente apunta: “[in] not even allowing the monetary authority any discretion”; ¡fiduciarismo al más puro estilo socialista, pues! Tanto así que incluso se lo acusa de llevar a Nixon a romper el último vínculo con el oro en 1971 y establecer los tipos de cambio flexibles.
Pues lejos de que la Gran Recesión deje de agravarse, lo que Bernanke está haciendo ahora, luego de haber escrito su tesis doctoral al respecto, es actuar en consecuencia a la espera de que la deuda que emite al imprimir dinero se cancele por sí sola vendiendo los activos que adquirió, algo en lo que, por cierto, Krugman está en desacuerdo solamente porque no se imprime todavía más, y mientras no se manifieste la inflación que supuestamente nadie sabe dónde está.
Si Friedman era o no keynesiano es una pregunta que en realidad resulta irrelevante. El problema es que era un intervencionista más, y que sus torpes teorías monetarias por las que probablemente más se lo reconozca como un erudito liberal, dejan mucho que desear. Y si no, preguntémosle a Mises.