Luego de la fuerte crisis económica que sufrió a principios de los 90, España se sometió a reformas estructurales orientadas a asumir el desafío de una nueva realidad europea: apertura mediante la libre circulación de personas, bienes y capitales, y estabilidad macroeconómica con la eliminación del nacionalismo monetario, de tal manera que para el inicio del nuevo milenio, España se prestaba a ser el milagro europeo con un PIB per cápita de 25 mil euros en 2004, luego de los 15 mil de la otrora ruinosa economía de 1994. Sin embargo, en 2007 España registró una nueva crisis y para que en 2011 sea uno de los 5 países del sur europeo que en 2011 amenazaban incluso la estabilidad de la economía global debido a sus enormes acumulaciones de deuda y déficit público. ¿Cómo fue que España cayó en este abismo del que no logra salir?
Génesis y colapso
Con el objetivo de consolidar una Europa políticamente unida, en 2002 España encomendó su política monetaria al Banco Central Europeo en un momento en que las potencias de Francia y Alemania tenían sus economías venidas a menos. De esta manera, no sólo cediendo ante la presión política, sino también siguiendo las políticas de la Reserva Federal ante los ataques del 11 de septiembre de 2001, el BCE decidió estimular la economía europea con tasas de interés artificial e históricamente bajas, que se tradujeron en condiciones laxas para el endeudamiento de los gobiernos nacionales y el resto de agentes económicos (ver gráfico 1).
De esta manera, el ritmo del crecimiento del crédito en España crecía entre el 20 y 25% anual, de manera que el público fue inducido a demandar créditos muy por encima de sus posibilidades de repago para ser invertidos en el sector inmobiliario íntimamente ligado al turismo, principal fuente de ingreso nacional, en la expectativa de que el negocio de bienes raíces nunca baja y de que existían garantías implícitas del Estado al ser el sector bancario e inmobiliario los mercados más intervenidos. Así, desde el inicio de la mayor expansión crediticia europea de la historia por parte del BCE a inicios de los 2000, el precio de las viviendas españolas llegó más que a triplicarse hasta colapsar a mediados de 2007, dejando hoy una cifra estimada (no oficial) de 6 millones de viviendas vacías (ver gráfico 2).
No mucho más tarde, luego de reportar un superávit del presupuesto público del 5% en 2007 a un déficit del 11% en 2008, para 2009 se manifestó la bancarrota estructural de las Comunidades Autónomas que gastaban irresponsablemente sin generar recursos propios, hasta que las tasas de desempleo y la recaudación tributaria (en gran medida dependiente de la burbuja) explotaron (ver gráfico 3).
El Plan E: camino a la japonización
No sin antes negar la crisis en campaña electoral, y con la cantinela del retorno inminente de las recetas keynesianas, en 2009 el gobierno español implantó el Plan E contra la crisis; la misma batería de medidas que la provocaron. Se trató del segundo mayor gasto público del mundo luego de Arabia Saudita, y llevó a la economía española a hipotecar su futuro con mayor endeudamiento y la dilapidación del capital que le quedaba produciendo lo que nadie necesitaba, como redes de aeropuertos, autopistas, estaciones de tren, etc. que nunca funcionaron pero que deben seguir pagándose (ver gráfico 4).
Prolongando la agonía
Hoy el actual gobierno no sólo desaprovechó la oportunidad de completar y profundizar las reformas que funcionaron en los 90 al contar con el apoyo de más del 50% del electorado, sino que incrementó impuestos (hoy los terceros más elevados de toda Europa) para sostener la estructura de un aparato estatal sobredimensionado y en bancarrota, para llegar a quitarles hoy un 51 por ciento de sus ingresos a una ciudadanía que todavía busca empleo en una otra estructura todavía de burbuja, para además amortizar sus deudas (ver gráfico 5).
A merced de la confianza sobre lo que Draghi pueda hacer desde Frankfurt con un gobierno difícilmente creíble, hoy el gobierno muestra complacencia de ser el mejor de los peores alumnos de la troika europea con un crecimiento apenas perceptible fuera de la recesión, pero de ninguna manera significa haber superado la crisis (ver gráfico 6).
España acaba de incumplir los objetivos de déficit con la Comunidad Europea por quinta vez consecutiva, pero incluso aunque se redujera el gasto decididamente, no sería suficiente sin reformas estructurales que liberalicen los mercados. Por un lado, es necesario seguir privatizando aquellas atribuciones y competencias en manos del Estado que sirven a un aparato productivo que satisfaga los nuevos hábitos de consumo y capacidad de ahorro de los españoles, y por el otro eliminar aquellos que no lo hagan. Caso contrario, la satisfacción del dilatado esfuerzo gubernamental se traducirá en tasas de crecimiento muy disminuidas por un tiempo tan largo como el de las dos décadas continuas del Japón.
Publicado por Fundación Milenio.
Y para complementar el análisis, “Bancarrota”, un documental del Instituto Juan de Mariana sobre los verdaderos culpables de la profunda crisis económica española: