Cochabamba acaba de recibir a Tyler Cowen, uno de los economistas más influyentes de la última década según The Economist, debido, entre otros varios aspectos, a que ha jugado un rol muy importante en el debate sobre de las causas y desenlace de la Gran Recesión en Estados Unidos y el resto del globo en los más importantes foros, así como a través de sus libros, la blogósfera, y sobre todo sus columnas en el New York Times equilibrando la atención de los medios que otros economistas como Paul Krugman han acaparado de manera intensa.
La lectura que el profesor Cowen tiene sobre la Gran Recesión es que, luego de reconocer su equivocación sobre los efectos inmediatos que hubiera tenido la política de masiva monetización de deuda de la Reserva Federal en Estados Unidos, el crecimiento de la economía global tendrá un ritmo de crecimiento muy disminuido por un tiempo muy prolongado, donde una de las mayores preocupaciones se concentra en la economía de China, cuya crisis podría afectar a las economías emergentes como la de América Latina, y sobre todo por lo que vaya a suceder con los precios internacionales ante un eventual aterrizaje forzoso y consecuente disminución de su demanda.
Sólo como matiz, es probable que esto haya sido así hasta 2009, pero a partir de tal momento la figura ha ido cambiando en el sentido de que la cotización internacional de materias primas va a seguir primando sobre las economías latinoamericanas no a partir de lo que suceda con China, sino a partir de lo que decida la Reserva Federal.
Acercando el lente sobre América Latina, es importante destacar que ya se registran al menos dos velocidades de crecimiento distintas, la primera compuesta por México, Colombia, Chile y Perú, que a pesar de la caída de los precios de los minerales sobre cuyas exportaciones más dependen, se han mantenido estables con sus políticas económicas más conservadoras de largo plazo y la apertura gradual de sus economías; y la segunda por Venezuela, Argentina y Brasil, donde la causa de sus problemas se encuentra en el hecho de no sólo haber adoptado políticas orientadas al corto plazo con proteccionismo, controles cambiarios y de precios, sino que se encuentran mucho más expuestos que en el inicio de la Gran Recesión a los efectos que podría tener la eventual caída de los precios de materias primas no minerales.
Al mismo tiempo, será importante el rol que en el contexto latinoamericano vayan a jugar dos economías que por el momento presentan un cuadro muy similar como Ecuador y Bolivia, pero que más adelante, cuando se dé la mentada caída de los precios internacionales, la dolarización ecuatoriana será la que finalmente marque la diferencia en favor de la estabilidad.
Respecto de Bolivia, Cowen no es optimista sobre el futuro de corto plazo, puesto que si bien la llamada nacionalización de los hidrocarburos ha permitido una estabilidad económica prolongada, también le ha permitido satisfacer las demandas de distintos grupos de interés, por lo que tal política deberá cambiar inevitablemente una vez que los precios caigan, probablemente de la manera en que México se encuentra reformando Pemex actualmente, para lidiar con ellos. Sin embargo, en lo que respecta a un futuro más lejano, existe más espacio para el optimismo, debido no sólo a que desde su última visita hace 18 años ha observado cambios sorprendentes, sino porque las reformas estructurales de mediados de los 80 y 90 han permitido una mayor libertad económica relativa que está permitiendo un avance sostenido a pesar de los embates pasajeros que el respeto por los derechos de propiedad privada pudiera recibir.
Tampoco olvidó los problemas urgentes de Cochabamba. El primero es sin duda alguna el del agua, sobre lo que no duda en afirmar categóricamente, aunque sin abundar, que no hay ningún problema relativo al tema que el respeto por los derechos de propiedad y el libre mecanismo de precios que de él emerge no pueda solucionar.
La talla que el profesor Cowen tiene, permite decir sin temor a exageraciones que se trata de uno de los economistas más importantes que ha visitado Bolivia en los últimos años, desde Sachs a fines de los 90 para apoyar la época neoliberal venida a menos en ese entonces, o Stiglitz para apoyar la nacionalización de los hidrocarburos a principios de la década pasada, por lo que no queda más que manifestar la más sincera enhorabuena para quienes hicieron posible su visita.
Artículo publicado en Los Tiempos.
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