Jesús Huerta de Soto, y me da un enorme orgullo poder decir que es mi maestro, a la vez que yo soy -modestia aparte- su primer y todavía único discípulo boliviano, acaba de brindar una nueva conferencia sobre uno de los temas que más lo apasionan y que han sido objeto de gran debate toda vez que se lo ha planteado: liberalismo vs anarcocapitalismo.
Era el año 2000e, en Santiago de Chile a propósito de una de las reuniones de la MontPelerin Society de la que es miembro hace ya varios años gracias al apoyo de James M. Buchanan, en que Huerta de Soto declaró su apostasía al liberalismo clásico. Tuve la gran, pero gran fortuna de hablar con él sobre el proceso intelectual que atravesó para llegar a la conclusión de que el liberalismo clásico lleva la semilla de su propia destrucción, y solamente terminó reavivando mi profunda admiración hacia su trabajo.
Por lo general uno encuentra anarcocapitalistas autoproclamados a borbotones. Si no se identifican utilizando una horrible bandera aurinegra no lo son. Es cierto que en sí mismo el término de “anarcocapitalismo” no termina de convencer. El mismo Rothbard tampoco era muy partidario de la expresión porque no resultaba el más exacto, pero al mismo tiempo es el menos abstracto en relación al concepto que busca explicar y todo lo que implica. A pesar de que ya otros lo defendieron con una lucidez excepcional como Lysander Spooner (uno de mis favoritos) desde hace ya 130 años, o Gustave de Molinari hace otros 100, el anarcocapitalismo es relativamente joven como filosofía política, peo afortunadamente fue rearticulado y relanzado por Rothbard y ahora otros como Hoppe y el mismo Huerta de Soto.
En mi criterio la conferencia de Huerta de Soto ha sido relativamente menos brillante en esta defensa que la que hizo en otras oportunidades, pero no por eso es menos recomendable. El seminario doctoral que imparte tal y como Mises lo hacía desde sus tiempos como asesor económico de la Cámara de Comercio de Viena, y luego en Nueva York los jueves por la noche a las 19:00, es casi siempre el mejor momento para encontrarlo especialmente afilado para exponer y defender sus ideas.
A diferencia de otros, por ejemplo, Huerta de Soto no erige su defensa del anarcocapitalismo atacando a otros liberales clásicos como Hayek, sino incluso defendiéndolo del ataque de los mismos anarcocapitalistas. Y tal vez más importante aún, es la defensa que hace del anarcocapitalismo en otro plano mucho más desafiante como el religioso cuando sostiene que “¡el Estado es la encarnación del demonio!”. ¿Cómo conciliar el anarcocapitalismo, la religión y Hayek cuando éste era agnóstico, por ejemplo? Sólo alguien como Huerta de Soto puede lograrlo. Y, por cierto, la vez que defendió esta tesis como un firme católico, ha sido un verdadero privilegio que probablemente pocos tienen la suerte de conseguir. Pero ese ya es otro tema, antes de seguir confundiendo al lector.
Adoptar el anarcocapitalismo como filosofía política es un viaje intelectual tan interminable como apasionante, a la vez que un desafío intelectual considerable. El anarcocapitalismo no es una pose intelectual comodona más. Yo lo comparo con el proceso que un músico -porque resula que alguna vez quise dedicarle mi vida a la música profesionalmente- atraviesa cuando trata de hacer música improvisando pero se da cuenta que para hacer buen jazz se requiere años, décadas de estudio y práctica, pero además tener cierto talento para diferenciarse de los tantos eximios con los que de alguna manera compite. Pues Huerta de Soto probablemente es al anarcocapitalismo lo que, por ejemplo, un Jaco Pastorius fue al jazz moderno.
Enhorabuena por los Estudiantes por la Libertad, la Escuela Austríaca de Economía, Huerta de Soto y su incuestionable y profundo espíritu de libertad. Esperemos que su Tratado, en sus tres volumenes, sea publicado pronto en acto de justicia sobre la lucidez con la que expone sus ideas. Esperamos ansiosos hace años.
Publicado en Economía Bolivia.