Sí, hace ya algún tiempo que dejé de creer en la democracia, pero no porque crea en la dictadura, sino porque aprendí a diferenciarla de la libertad. Es lo que me diferencia radicalmente de los socialdemócratas y los relativistas, por ejemplo.
Hoy vi un par de recintos de votación vacíos, lugares que hace unos años estaban llenos a media mañana y donde uno se encontraba con todos los vecinos con los que compartías ciertos valores y convicciones. Hoy todos son muy pocos quienes acuden y además son desconocidos. Probablemente el gobierno ha ganado ya en el sentido de que ha terminado agotando a la ciudadanía saturándola con tanto proselitismo. La democracia está efectivamente agotada, y lógicamente el cuadro no es optimista incluso para el corto plazo.
La oposición no podía haberlo hecho peor. Se los trató de ayudar, pero respondieron siempre con soberbia. La oposición instaló un discurso evasivo, equivocado y ha planteado soluciones coyunturales de corto plazo que implícitamente reconocen aciertos en las reformas estructurales de largo plazo del oficialismo. Y sus buenas intenciones eran simplemente malas, irrescatables.
Pero al mismo tiempo, los desaciertos de la oposición no tienen por qué ser aciertos del gobierno de Morales. El verdadero desafío para la nueva estructura planteada por el Movimiento al Socialismo viene recién en 2015, y es de carácter meramente económico y no en relación al pasado neoliberal, que, dicho sea de paso, no era paradigma alguno de libertad, sino tal vez de socialdemocracia. La fiesta se ha terminado ya, y vengo advirtiendo que hay que prepararse para lo inevitable hace al menos un año atrás, para un ajuste considerable de las estructura del gasto a manos llenas.
El desafío consiste en asumir una crisis a la que el mismo gobierno le ha venido poniendo la firma. Si una eventual recesión tiene lugar en el país, con un probable detonante desde el agravamiento de la crisis internacional, estará caracterizada por la necesidad de corregir toda la serie de grandes errores cometidos durante la etapa del auge. Si Morales es capaz de asumirla, no me importaría que gobierne cien años, pero implicaría un giro de 180 grados hacia la libertad. Cuando a Arce Catacora le planteé hace más de un año el desafío de quedarse para asumir la crisis de la que estoy convencido que va a ocurrir, no se fue. Es pequeña, pero tal vez se trate de una buena señal en ese sentido. Ojalá mi igenuidad no sea superada por su soberbia.
Todo es posible en este pobre país. Por lo pronto sólo espero que las elecciones locales de principios de 2015 capten el mensaje y lo hagan bastante menos peor. Lo que yo crea que vaya a suceder ya es parte de otro tema que vamos a tratar más adelante.