Por: Jesús Huerta de Soto
Aunque relativamente desapercibido, el análisis latinoamericano sobre la Gran Recesión jamás había resultado más útil. Los analistas de la región que más crisis económicas habían atravesado en tiempos de paz durante todo el siglo XX tenían mucho que decir. Muchos incluso llegaron a advertir que la manera en que Estados Unidos y la Unión Europea trataban la explosión de sus burbujas inmobiliarias constituía un error tan grave que corrían el peligro de “latinoamericanizarse”, tratando de establecer la relación con los momentos de mayor inestabilidad económica de la región durante la década perdida de los años 80.
Desde aquel entonces, esta región realizó ambiciosas reformas encaminadas en la buena dirección y que no sólo le permitieron disfrutar de un largo período de estabilidad económica relativa, sino que ante la bancarrota del Estado de Bienestar, no se han convertido más que el camino a seguir en gran medida por Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo el hecho de que América Latina haya empezado a sumarse a una crisis generalizada de magnitud considerable que ya afecta a todo Occidente, delata que aquellas reformas quedaron inconclusas, a la vez que la tarea más importante aún queda pendiente: la reforma estructural del sistema monetario y bancario internacional que responda los principios generales del derecho.
Es cierto que así como la adopción del euro ha demostrado la efectividad de la eliminación del nacionalismo monetario en la Unión Europea, en América Latina ha habido algunas decisiones encaminadas en la buena dirección cuando países como Panamá, El Salvador o Ecuador adoptaron el dólar. Ello supuso maniatar, aunque sea parcialmente, la voracidad fiscal de sus gobiernos. No obstante, aunque América Latina hubiera eliminado todas sus monedas nacionales por completo, el desafío es aún más grande. El dólar no es más de lo que era antes de la creación de la Reserva Federal en 1913 y del abandono gubernamental definitivo y del patrón oro clásico.
Bolivia en particular parece tener aún más que decir en este contexto, sobre todo ante las perspectivas de agravamiento de la crisis internacional. Este país sufrió la depresión más profunda e intensa de la región durante la década perdida de América Latina, cuando en un intento desesperado por revivir un aparato productivo colapsado y tratar de saldar deudas, su gobierno recurrió al mecanismo de la “desdolarización”: a saber, a la prerrogativa de monetizar deuda creando dinero de la nada. Se trató de un episodio marcado por una consecuente hiperinflación del 25.000 por ciento, una de las seis hiperinflaciones más severas que se había registrado nunca hasta aquel momento.
Al igual que Luis de Molina en la segunda mitad del siglo XVI y Ludwig von Mises en su centenaria obra La Teoría del Dinero y del Crédito de 1912 ya advirtiera las consecuencias de contar con un sistema monetario estatizado, la forma en que la decisión de Richard Nixon de terminar con el último vínculo existente entre el dólar estadounidense y el patrón oro en 1973 lesionaría la dinámica de la economía internacional, ya la había advertido Jacques Rueff no sólo al asesorar a Charles de Gaulle e iniciar un programa de repatriación del oro francés, sino al publicar La Era de la Inflación en 1964 y El Pecado Monetario de Occidente en 1972: durante décadas el hemisferio occidental ha empujado al mundo gradualmente y con cada crisis al inevitable y previsible proceso actual de desdolarización, que no sólo significaría el inicio del fin del dólar como moneda internacional de reserva, sino además del inicio del fin del papel moneda como estándar monetario internacional.
Como apunta el presente libro, el desafío actual es el de encontrar la más rápida y mejor manera posible de adoptar una moneda distinta de la fiduciaria producida por una banca central monopolista, a la vez que, solucionando el problema del dinero escriturario, el actual sistema monetario internacional retorne a su producción privada de dinero bajo el patrón oro clásico, a la vez que se somete al sistema bancario de reserva fraccionaria al cumplimiento de los principios generales del derecho estableciendo un coeficiente de reserva o encaje legal del 100 por ciento para los depósitos a la vista y sus equivalentes.
Ensayar la posibilidad de que al menos Bolivia, solucionando los errores de reforma monetaria cometidos en las reformas estructurales del resto de la economía, pudiera encontrarse encaminada sin sufrir sobresaltos hacia la adopción de un sistema monetario y bancario de libre mercado, y que además se inspire en las contribuciones de Ludwig von Mises, F.A. Hayek y Murray N. Rothbard, constituye un acierto.
De esta manera, esta obra ensaya en su décimo y último capítulo una contribución al diseño de transición propuesto en mi propia obra, Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos, para evitar los períodos recurrentes de auge y recesión en las economías, los pánicos financieros y las crisis bancarias, de una vez por todas.
La contribución propuesta trata sobre un aspecto muy específico, a saber, sobre la consolidación del importe de todos los depósitos a la vista y equivalentes. En mi obra sostengo la impresión de papel moneda esterilizada en los bancos mediante la suscripción de un acuerdo legal y legítimo entre las partes y mantener lo depositado en el banco dentro de un plazo explícitamente establecido, mientras mi dilecto discípulo Mauricio Ríos García parece haber encontrado un posible mecanismo de transición distinto con pasos detallados hacia el sistema monetario y bancario internacional ideal a través de las transferencias de dinero en efectivo que se realizan a la ciudadanía, provenientes de las rentas obtenidas de los recursos naturales que Bolivia tradicionalmente exporta: si al público beneficiario se le diera la oportunidad de elegir la moneda en la cual estas transferencias serían entregadas eliminando el curso forzoso de la moneda nacional, muy probablemente la población en su conjunto iría dolarizando simultánea y espontáneamente la economía, pero sobre todo con la perspectiva de estar preparada para terminar adoptando el patrón oro clásico en cuanto encontrara la oportunidad.
De esta forma, esta obra plantea un nuevo desafío sin precedentes no sólo en Bolivia, sino en América Latina: el de reformar su sistema económico y bancario para superar sus períodos recurrentes de auge y recesión. Si al menos fuera Bolivia la que empezara a mostrar el camino al resto de la región enmendado los errores que cometió con sus reformas, ello constituiría una destacada contribución a la libertad de todo el continente.
Madrid, enero de 2015.
Prólogo del Prof. Jesús Huerta de Soto para La década perdida de Occidente: Un manifiesto boliviano contra la Gran Recesión (Unión Editorial).