Medidas contra la volatilidad

En las últimas semanas se ha registrado un enorme incremento de la volatilidad en los principales mercados globales. No tiene que ver necesariamente con el corralito bancario en Grecia, aunque sea parte del mismo fenómeno desde el inicio de la Gran Recesión entre 2007 y 2008, esa es una ilustración más del problema. El temor que se vino advirtiendo sobre las consecuencias burbujísticas que podrían haber traído los más grandes programas de estímulo monetario que se hayan orquestado nunca, podría finalmente haber llegado.

En realidad las consecuencias de tales programas se vinieron registrando durante toda la etapa del auge de las economías emergentes como la brasilera entre aproximadamente 2003 y 2014:

La Reserva Federal de los Estados Unidos, el principal Banco Central alrededor del globo, expandió el crédito cuanto pudo luego de la recesión del Nasdaq entre 2000 y 2001, y aún más desde 2007 con su programa de monetización de deuda Quantitative Easing para tratar de aplacar la explosión de la burbuja inmobiliaria, pero jamás sospechó no sólo que los estímulos no funcionarían como pensaba, sino que además impactarían de una manera extraordinaria en el resto de las economías globales provocando un incremento sideral de la cotización internacional de materias primas que exportan, además de una estocada casi determinante contra el sistema monetario y financiero internacional basado en el papel moneda.

Y lamentablemente, esta estrategia también fue seguida por el resto de principales gobiernos y bancos centrales. Para ponerlo en cifras, Daniel Lacalle dice que desde el inicio de la Gran Recesión las siete potencias económicas globales han inflado una deuda de casi 18 billones de dólares hasta un récord de 140 billones, con casi cinco billones de expansión de los balances de sus bancos centrales para generar solamente un billón de dólares de PIB nominal; durante aquel tiempo, se ha gastado 18 dólares para generar un dólar de crecimiento, un 30% de ellos de los bancos centrales. Todo ello manteniendo la deuda total consolidada del sistema en el 440% del PIB.

Pero como bien saben países como la otrora gran Argentina o la pequeña y turbulenta Bolivia, los programas de estímulos jamás funcionan, las deudas no se cancelan con más deuda, y crear dinero de la nada solamente posterga los problemas a cambio de agravarlos.

Las primeras consecuencias fueron, entonces, que al haber inflado artificialmente las materias primas estas tuvieron que desinflarse eventualmente, afectando primero a los gobiernos que de ellas dependen al apropiárselas en nombre de la ciudadanía, y luego a aquellos que más se resisten a reducir el aparato burocrático e improductivo que durante el auge artificial creció también de manera exorbitante pero insostenible.

Hoy el nivel de cotización de commodities se encuentra en su nivel más bajo desde 2002, aproximadamente la fecha de inicio de expansión crediticia alocada de la Fed, pero el efecto no siempre es negativo, existen formas de apostar contra el consenso fundamentalmente político.

Lógicamente, así como el resto de países con mayor voracidad fiscal relativa como Grecia y el resto de los países periféricos europeos, como Venezuela y Argentina en casos extremos, los grandes países emergentes también han empezado a sufrir por sus propios errores. China viene registrando ya serios problemas de bancarrotas bancarias, corridas y corralitos en ciudades relativamente pequeñas desde inicios de 2014, pero durante las últimas semanas el gigante asiático ha visto caídas bursátiles muy fuertes, y la peor hasta el momento fue la del Shanghai Composite, que se ha desplomado un 8.5%, el peor registro desde 2007 antes de la bancarrota de Lehman Brothers.

¿Cuál fue la reacción del Gobierno chino? Pues al igual que entre fines de junio y mediados de julio, cuando las autoridades chinas se habían embarcado en una serie de medidas sin precedentes que buscaban detener un desplome bursátil que se llevó 4 billones de dólares de los mercados, el Gobierno suspendió la negociación de valores de más de 1.400 compañías, prohibió a grandes accionistas y directivos vender sus participaciones, restringió las ventas a corto y suspendió las nuevas salidas a bolsa.

Pues sucede que los gobiernos latinoamericanos en general, aunque unos en una etapa distinta del ciclo respecto de la de otros, sufren el mismo problema griego o chino, venezolano o argentino, de una u otra forma.

Entendemos que la opinión general afirma que todo esto se trata solamente de una corrección menor, que el crecimiento y la recuperación global son sostenidos, que el dólar se fortalece, que Grecia ha vuelto a abrir sus bancos o que China es suficientemente grande como para tenerlo todo bajo control, que la banca local jamás había tenido mejores calificaciones de riesgo, pero en 2007 medios como el reconocido Bloomberg también dijeron lo mismo. En mayo de 2006, por ejemplo, este medio publicó un artículo titulado Why The Housing Bubble Won’t Burst, y tan sólo dos meses más tarde se registró un desplome de más del 30% en el sector.

En este sentido, no es necesario esperar a que sean los gobiernos quienes corrijan sus errores, o peor aún, lo más probable es que ellos busquen sancionar una vez más a la ciudadanía en su conjunto por sus errores a través de toda una serie de mecanismos de confiscación de riqueza muchas veces escandalosa como con los corralitos bancarios, pero muchas otras también de manera silenciosa y hasta imperceptible, y no sólo mediante el incremento de impuestos o a través de la inflación.

Pero esto no es todo. La actual volatilidad de los mercados globales, que se agrava mucho con el pasar de los días, podría ilustrar el temor más grande: que nos encontremos en un punto de quiebre, de cambio de patrón monetario o de sistema financiero internacional; la incertidumbre al respecto pocas veces ha sido mayor.

Si quienes solían rescatar los sistemas bancario financieros una vez que se encontraban en problemas, los bancos centrales, son quienes hoy necesitarían un rescate, ¿quién rescata hoy a los rescatistas? ¿Qué sucede si en vez de que la Fed finalmente decida incrementar tasas hasta fin de año, se aventura en un nuevo programa de monetización de deuda aun mayor? ¿Qué sucedería con el resto de monedas.

Artículo publicado en SchiffOro.