Devaluing a currency is like peeing in bed. It feels good at first, but pretty soon it becomes a real mess , habría dicho alguna vez una de las autoridades de la Fed, algo que sirve para ilustrar el problema de hoy.
Esta semana los medios cubrieron la muy sonada devaluación del yuan, una noticia tan relevante que incluso terminó opacando la aprobación del tercer paquete de rescate de Grecia, que se había convertido una vez más en el centro de atención de los mercados globales.
El martes 11 de agosto el Banco Central de la República Popular China decidió devaluar el yuan en casi un 2%, y siguió con la misma práctica durante los siguientes tres días para que tal envilecimiento monetario superara incluso el 5%, la operación más grande y arriesgada de los últimos 20 años en el gigante asiático.
Esto significa la intensificación del aguerra monetaria iniciada por la Reserva Federal de los Estados Unidos con sus programas de monetización de deuda Quantitative Easing desde 2009
El momento que China ha elegido para tal apuesta monetaria es más que relevante. Una vez que los datos de la mejora del empleo y el crecimiento estadounidense, las expectativas por el incremento de las tasas de referencia de corto plazo tan pronto como en septiembre, empezaron a afectar los mercados bursátiles más importantes, así como de otros bancos centrales igualmente importante como el Banco de Inglaterra que siguen la misma línea.
Según una encuesta de la agencia de noticias Reuters, un 70% de inversores globales pensaba hasta antes del martes 11, apostaba que Janet Yellen incrementaría las tasas en al menos 25 puntos básicos. Otros desde luego más escépticos, saben que la Fed se mantiene en la encrucijada: incrementar tasas en sólo medio punto básica causaría una turbulencia global sinigual secando el resto de mercados crediticios, sobre todo de las economías emergentes que sostuvieron el crecimiento global mientras duraba la etapa más dura de la Gran Recesión desde 2007 y 2008.
Sucede que con la Fed comandando las masivas devaluaciones durante los últimos años, el resto de bancos centrales ha entrado en la misma carrera devaluadora (el rublo ruso o el real brasilero son muestra fiel de este aspecto), al punto en que el mismo dólar se encontraba en una carrera relativa hacia la apreciación. Por eso algunos contrarians apostaban a que la Fed no sólo no incrementaría tasas, sino que incluso se aventurarían en mayores devaluaciones que las que corren actualmente. Pues con la jugada china de esta semana esto bastante más probable aún, tanto así que el oro en papel ha empezado a registrar un repunte más que interesante, de repente quien hubiera ido en corto la semana anterior podría haber hecho fortunas.
Pero vamos a ver, los efectos de la devaluación china parecerán estimular sus exportaciones y reanimar su fuerte desaceleración del crecimiento, pero como dijimos en varias oportunidades, esto sólo significa postergar problemas a cambio de agravarlos. Más tarde la inflación doméstica se reavivará y las corridas bancarias locales registradas a principios de 2014 y de 2015 podrían intensificarse y alcanzar mayores proporciones, y el shadow banking podría simplemente seguir creciendo.
Pero a nivel global esto significa aún mayores problemas. China está exportando costes de producción a sus consumidores globales, está exportando inflación hacia aquellos países con los que sostiene relación comercial, sobre todo alrededor de toda Eurasia, sin mencionar todavía un posible repunte de las burbujas de activos, sobre todo de materias primas, tal vez con excepción del petróleo crudo.
Los efectos inmediatos sobre economías como la latinoamericana complica incluso el halo democrático que han pretendido mostrar algunos gobiernos alrededor de la región, como Brasil que había manifestado problemas cambiarios, de hecho fue el otrora Ministro de Hacienda estrella de Lula y Rousseff quien bautizó la carrera global de devaluaciones como guerra monetaria en 2010 en una visita a la Casa Blanca; o incluso Argentina, que al perder reservas denominadas en la moneda china, recibirá mayor que la que ya viene arrastrando de manera natural hacia nuevas devaluaciones del peso.
Pues el mismo efecto acecha la estabilidad económica de Bolivia. En este escenario parece calcularse que la mentada devaluación cambiaria que se anuncia al menos desde inicios de 2014 podría terminar tomando forma hacia fines de 2015 con un tipo de cambio de Bs. 7, y de Bs. 7,2 para fines de 2016. Con la devaluación del yuan las expectativas sobre la devaluación tendrían que ser mayores, a la vez que las devaluaciones tendrían que necesariamente de mayor proporción.
No obstante de tanto alboroto, los argumentos que encierran la intentona devaluadora tanto en Estados Unidos, como en China o Bolivia, son que debe buscarse un equilibrio “de mercado”, que es necesario “oxigenar” la economía estimulando las exportaciones. Los efectos d una devaluación cualquiera podrían mostrarse como positivos sobre la economía real en un principio, incluso muestra números de crecimiento relativamente extravagantes como por arte de magia, pero más tarde, una vez que la inflación haya terminado distorsionado los precios suficientemente como que se alejen de la realidad, habrán terminado descoordinando todo el aparato productivo al ser estos precios las señales que los empresarios utilizan como guía o termómetro para saber qué producir, cuánto, cómo y dónde; simplemente unos habrán terminado invirtiendo en demasiada producción en unos sectores, y habrá perdido la oportunidad de haberlo hecho de manera eficiente en otro. Así de sencillo pero lamentable.
China ha estado buscando que el yuan se convierta en moneda internacional de reserva para reemplazar al dólar; de hecho, mientras la Fed ha mantenido tasas en cero y ha más que triplicado la base monetaria total desde 2009 y se deshizo de muy buena parte de sus reservas en oro, China ha estado comprando ingentes cantidades de oro, al punto en que incluso se llegó a pensar que eventualmente podría forzar el establecimiento de un sistema monetario internacional próximo al patrón oro clásico, pasando primero por el respaldo en oro de la moneda china aunque sea de manera parcial, como en Bretton Woods.
Ciertamente lo de esta semana aleja a China de este camino, y al mundo de tener un sistema financiero monetario global sano y confiable que le permita tener sus ahorros a salvo de los gobiernos derrochadores.
Lo que finalmente resulta difícil de discutir es que esta intensificación de la guerra monetaria global está amenazando con mucho la estabilidad e incluso la vida misma del sistema monetario y financiero internacional como hoy se lo conoce.
Artículo publicado en SchiffOro.