Ha sido un año de mucha expectativa económica alrededor de todo el globo, pero hasta cierto punto la economía de Bolivia mantuvo cifras macroeconómicas muy particulares que de repente le permitieron mostrarse como un fenómeno digno de estudio, pero es una burbuja más y se tendría actuar en consecuencia y cuanto antes.
Desde inicios de 2013 la economía global ha entrado en varias turbulencias consecuentes de la improvisación monetaria de la Fed, unas mayores que otras, pero desde entonces no ha salido de ellas. Cuando Bernanke apenas insinuaba la posibilidad de que incrementaría las tasas de interés de referencia de corto plazo en la segunda mitad de 2013, la corrida de capitales de las economías emergentes, que eran las que venían sosteniendo el crecimiento global mientras justamente economías como la de EEUU no encontraban el camino del crecimiento sostenido, empezaron a sufrir una huida de capitales muy agresiva, tanto así que economías como China, Rusia y Brasil hoy se encuentran con serias dificultades relacionadas a una seguidilla de devaluaciones de sus monedas y una inflación consecuente apenas tolerable y casi incontrolable, que vuelven a amenazar la economía global.
A partir de aquel momento la economía global ha sufrido una desaceleración importante, y a pesar de que ahora EEUU habría alcanzado el crecimiento suficiente que le permitiría a la Fed incrementar tasas con relativa confianza de que no generaría efectos secundarios irreversibles alrededor del globo, las expectativas sobre lo que vaya a hacer la Fed en este mes son cada vez mayores: si Yellen incrementa tasas, la fuga de capitales de economías que los necesitan con desesperación y desequilibrios globales serían verdaderamente peligrosos como detonante de algunas burbujas pendientes de explotar y desinflarse, y que incluso amenazan la propia existencia del actual sistema monetario y financiero internacional, sin temor alguno a exageraciones; y si mantiene las tasas cercanas a cero, las burbujas de activos simplemente seguirán creciendo.
Se trata de una auténtica encrucijada, pero esto no quiere decir que no haya alternativas para inversores inteligentes y con un diagnóstico acertado. Ya hablaremos de esto.
Bolivia, por su lado, la economía que más estuvo creciendo en la región, viene sufriendo una desaceleración que coincide con aquellos anuncios de Bernanke ya a mediados de 2013. La desaceleración no tiene causa directa con lo que decida la Fed, claro, pero lo que queremos decir primero es que los problemas económicos de este país son por causa propia, por decisiones propias y no por decisiones de un tercero; y segundo, que a estas alturas ya es bastante tiempo el que ha pasado en el contexto internacional como para que no se hubieran tomado medidas en consecuencia y que se conviertan ya no sólo en un elemento agravante de la desaceleración, sino además una verdadera amenaza para su capacidad de ahorro y generación de riqueza.
Sucede que Morales acaba de reconocer nuevamente que Bolivia debe ajustarse los cinturones luego de alrededor de 8 meses, aunque tan sólo unas horas después desde Hacienda se dice que la economía de Bolivia crece a todo vapor. Morales ya advirtió la necesidad de realizar ajustes a fines de 2014 , e incluso dijo que se encontraba buscando expertos que le dijeran qué hacer frente a la caída petrolera.
Sin embargo, por un lado, y a pesar de que parecía tratarse de un arranque de sensatez a cambio de permanecer indefinidamente en el poder, incluso si pierde un poco de él, lo que parecía la construcción de un plan B se trató nada más que doblar la apuesta por el plan A: continuar con la nacionalización monetaria, incrementar la oferta monetaria y crediticia, hasta el gasto a manos llenas terminara saturando el mercado hasta destruir una cantidad de capital para probablemente unos 30 conservadores años, aquellos que el DS 21060 permitió al haber reducido radicalmente la oferta monetaria.
Por el otro lado, y a pesar de que la situación parece reflejar solamente confusión sobre la manera en que se debe asumir una crisis económica, anuncian que están dispuestos a todo por mantener cifras de crecimiento relativamente extravagantes aunque de ellas poco o nada entiendan.
Es desde diciembre de 2014 que se busca justificar la idea de seguir derrochando porque Bolivia aparentemente cuenta con un “colchón financiero” de $40 mil millones. ¿De qué estaría compuesto tal colchón? $15 mil millones de Reservas Internacionales Netas, $10 mil millones de aportes de jubilación de los trabajadores y $15 mil en depósitos del público en el sistema financiero. Esto demuestra que están dispuestos a absolutamente todo, incluso acaban de volver a anunciar que utilizarán las RIN. El pequeño gran problema es que ni un solo centavo de estos recursos es de libre disponibilidad.
¿Llegaremos al punto en que cuando el financiamiento sea insuficiente se termine confiscando depósitos como en Chipre en 2013? No es necesario caer en una dictadura al estilo latinoamericano de los años 70 u 80, Chipre es un país teóricamente libre y democrático, miembro nada menos que de la Unión Europea; no es necesario esperar a que le confisquen sus ahorros por medio de una hiperinflación.
Esta no es una exageración. Fíjese la manera en Bolivia ha terminado alineándose para repetir los mismos errores que se cometió en el resto de Occidente en el marco de la Gran Recesión:
Yellen asegura que el incremento de la oferta monetaria y crediticia garantiza la recuperación y el crecimiento sano y sostenido al haber superado el 3.6% del PIB, pero no cuenta con una estrategia de abandono de esta política sin causar daños secundarios mayores que los que desde 2009 se pretendió solucionar; y a medida que la economía de Bolivia se desacelera y gesta una crisis de proporciones siderales que alcanza incluso a las empresas estatales que se suponía que no eran deficitarias, Arce ya busca asegurar el doble aguinaldo (incrementar todavía más la oferta monetaria y crediticia) incluso para 2016 sin haber asegurado todavía el de 2015.
Ciertamente, ninguna economía registra un crecimiento sólido y sostenido a través del gasto o el incremento de la oferta monetaria y crediticia. Dilma Rousseff lo acaba de reconocer, pero en la medida que no se los quiera asumir congelando el gasto y reduciendo el aparato estatal burocrático improductivo de manera significativa, no habrá ninguna garantía para que una economía no termine chipriotizándose.
Habrá que insistir machaconamente a medida que se agrava la crisis: el problema es uno de sobreoferta monetaria y crediticia, no de falta de demanda agregada; Bolivia tiene problemas autoinducidos y los que desde el espectro internacional se le suman no son causa, sino agravante de una sostenida crisis eventual.
Efectivamente, hay que ajustarse los cinturones, pero superando la simple retórica.