En esta semana se supo que tan sólo en le primer semestre de 2017, Panamá registró una Inversión Extranjera Directa de $2.844 millones, liderando así, y ya por varios años, el flujo de inversión en toda América Latina; en Bolivia, sin embargo, la IED es comparativamente cero. Lo interesante a destacar comparando solamente estos datos es que ambos lideran el crecimiento de América Latina. ¿Dónde está el problema?
Es pues posible crecer a cifras considerables con modelos diametralmente opuestos, esa es una discusión estéril; la clave está en la sostenibilidad del crecimiento en el largo plazo. Panamá tiene una economía dolarizada, lo equivale a tener un tipo de cambio fijo que la obliga a sostener un régimen de impuestos bajos, Hacienda saneada, baja regulación, alta flexibilidad laboral y productiva, y un sólido marco institucional de atracción y permanencia del capital privado.
Estas cifras demuestran que los inversores privados internacionales no están precisamente esperando por minutos que Bolivia devalúe el boliviano para por fin invertir en el país, a la vez que la política monetaria (o una moneda débil) no es lo que a una economía le permite estabilidad y un consecuente crecimiento sano y sostenido, sino su ausencia.
Sucede que el crecimiento sano y sostenido se lo logra en base al ahorro en dólares para la inversión, y no en base a más bolivianos mediante la devaluación para seguir gastando. ¡Bolivia tiene el diagnóstico equivocado en 180 grados! Más aun, ¿por qué a través de la nacionalización monetaria a Bolivia se le impide utilizar la mejor moneda posible en el mundo actualmente?