¿Importa ya si logran colocar nuevos bonos?

Han empezado a correr apuestas sobre si el país podrá colocar los nuevos bonos soberanos por $1.000 millones anunciados en el proyecto de Presupuesto General del Estado para 2018, como uno de los últimos mecanismos de autofinanciamiento del modelo económico que ya hace aguas desde 2013.

Por un lado, en el último año y medio la Reserva Federal de los Estados Unidos ha ido incrementando las tasas de interés de referencia de corto plazo. Aunque lo ha hecho de una manera muy tímida -es más, el efecto ha sido casi imperceptible en los mercados internacionales, porque la inundación de dólares desde 2008 alrededor del mundo y en el mercado secundario estadounidense es tan ridículamente más grande-, el punto en que los tenedores de bonos emergentes podrían cambiar sus valoraciones hacia los de primer mundo luego de diez años podría finalmente llegar de un día para otro; quién sabe.

A pesar de que ha tardado ya casi un año, las promesas de reformas estructurales de la Administración Trump se están abriendo cancha, y el poder que ahora tiene para marcar la línea de la política monetaria estadounidense –America First!– es uno de los mayores que cualquier Presidente ha tenido desde la misma creación de la Fed en 1913: el mayor recorte de impuestos de la historia ha tomado lugar; de los siete miembros de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, Trump necesita solamente cuatro de ellos para hacer mayoría, que son los que justamente deberá designar; y la nominación de Jerome Powell como nuevo titular del ente emisor estadounidense para 2018 parece ser un hecho, ha anunciado mayores incrementos de tasas, una reducción decidida de su hipertrofiado balance, y que no habrá rescates bajo su dirección.

Esto quiere decir que la renta fija emergente comienza a ser menos atractiva a pasos más acelerados, y por esto, solamente en el panorama internacional, la dificultad para colocar bonos en el exterior es considerablemente mayor que en el pasado, más aún si se observa el rotundo fracaso del reciente foro del gas en el que, para atraer inversión extranjera directa, se ha invitado a Nicolás Maduro, el mejor pagador y amigo de los mercados de capitales globales, y se le ha otorgado la máxima condecoración a alguien como Teodoro Obiang.

Por otro lado, ya hemos visto lo difícil que ha sido colocar los últimos bonos en marzo (tanto así que las principales tenedoras de esos bonos son las AFP), y ya vimos la improvisación del no-gasolinazo y de la no-devaluación, pero lo más interesante del proyecto de PGE 2018 no es lo que menciona, sino lo que todo el mundo ha pasado inadvertido: se proyecta un repunte del crecimiento de hasta el 4.7% del PIB, pero también un déficit fiscal todavía más abultado de hasta el 8.3%. Aunque las cifras fueran confiables, fueron proyectadas por separado, es decir, ¿el déficit no tendría que reducirse a medida que crecemos?

Y si el endeudamiento público externo ya no les es suficiente, siempre les quedará la devaluación cambiaria como último recurso de autofinanciamiento antes de que todo se les vaya de las manos.

Como fuere, el solo hecho de que ya se discuta la posibilidad de seguir financiando el modelo con endeudamiento público a trancas y barrancas es un elemento por demás suficiente para ilustrar la agonía del modelo.

Por si fuera poco, en estos días sostuve varias conversaciones con mucha gente por demás entendida en la materia, y en una muy breve de ellas me hicieron una pregunta tan poco casual como sugerente:

– ¿Qué piensas de que tengan la posibilidad de financiar su modelo económico durante tres años más, aunque nos cueste la bancarrota?
– Hombre, a las patadas pueden hacer casi lo que quieran.

Está caro, ¿quién dice que pagar es parte del objetivo de endeudarse? Por esto es que guardar las formas para atraer la inversión privada en el país tampoco es prioridad, mucho menos generar valor de mercado y crecer de manera sana y sostenida en el largo plazo. ¿Ahora entiende eso de que es posible crecer con cifras récord y no tener qué comer al mismo tiempo?

Peor aún, deténgase a pensar que desde el anuncio del fallo del TCP del pasado martes 28, cualquier locura que a uno se le ocurra que realmente pueda estar pasando en Bolivia es posible. Ya no es responsable desestimar los peores escenarios.

Si necesita mi ayuda personal para proteger su patrimonio en un escenario cada día más adverso, contácteme ahora escribiendo dos párrafos identificándose y explicando su situación. Le responderé pronto.