Las anteriores dos semanas la corrección de entre un 5% y un 6% de las bolsas, tanto en Estados Unidos como en Europa y Asia, ha sido provocada aparentemente por una tensión en las expectativas de inflación de la Reserva Federal. Parece ser que los mercados están advirtiendo un incremento descontrolado o demasiado acelerado de la inflación luego de una década de políticas monetarias ultra expansivas y posible causa de burbujas mayores, y que, en consecuencia, los incrementos programados de tasas y la reducción del balance tengan que ser más agresivos de lo esperado. Pues el dato sobre la inflación en enero ha terminado siendo el mismo que en diciembre, el 2,1% interanual, es decir, el crecimiento de la inflación mensual fue del 0,5% frente al 0,3% que se esperaba; las expectativas parecen ser demasiado agresivas.
Cualquier cambio de política, sin embargo, será conocido recién el 20 y 21 de marzo, fechas de la primera reunión del FOMC con Jerome Powell como titular de la Fed. Para eso, en términos de cambio de posiciones financieras, es más que una eternidad. Aun así, a pesar de todo lo visto la anterior semana, esto todavía se trata de una corrección y no necesariamente un cambio de tendencia mientras el crecimiento sincronizado global y los resultados empresariales no sean directamente afectados.
Es cierto, en este mismo panorama hay un nuevo dato complica un poco más la economía estadounidense: EE.UU. ha incrementado el déficit público del 2.5% del PIB al 5% del PIB en momentos en que el desempleo está en sus niveles más bajos desde el año 2.000, lo que implica afectar negativamente el crecimiento de largo plazo. No obstante, una cosa es incurrir en mayor deuda para financiar la transición de una política económica de demanda a una de oferta, y otra muy distinta es para postergar las soluciones a cambio de hacerlas cada vez más difíciles. De hecho, mientras todos mirábamos hacia otro lado, también se confirmó que EE.UU. acaba de convertirse en el mayor productor de petróleo del mundo por delante de Arabia Saudí gracias al fracking, lo que implica un incalculable cambio de juego internacional. Aún es prematuro para definir ese largo plazo, pero veremos un poco más adelante.
Ahora, en este escenario de incremento de tasas y reducción de balances (de más de 20 billones en total y muchos con rentabilidad negativa), lo que ya venimos advirtiendo: la dificultad para emergentes para colocar deuda es cada vez mayor con cada semana que pasa. De hecho, y aunque no resulte demasiado serio, el panorama de mayor optimismo que se tiene en la región para 2018, que es el argentino, ya registró un desplome de sus bonos a 100 años, pero en lugares como Brasil, donde las reformas se entorpecen, Colombia, con la fortaleza de Timochenko como candidato, y México, con AMLO como posible ganador y su dudosa capacidad de renegociar el NAFTA, la incertidumbre es mayor.
¿Qué implica todo esto para el inversor internacional precavido de largo plazo? Que, claramente, ya no es tiempo para la renta fija, ni pública ni privada, mucho menos emergente y latinoamericana. Los bonos, en general, han sufrido una considerable sobrevaloración de al menos un 8% con la borrachera de liquidez de los bancos centrales alrededor del globo en los últimos diez años, y las señales de la corrección de activos de las anteriores semanas hay tomarlas con seriedad. De hecho, la volatilidad de Bitcoin y los costos de liquidez podrían ser una fiel ilustración de aquello.
En todo caso la sugerencia ideal en dicho entorno es evitar los sectores donde haya sobreinversión e invertir en sectores de baja inversión, o encontrar empresas con altos beneficios, buenos flujos de caja y con acciones relativamente baratas, y evitar las empresas con deuda elevada y con beneficios de bajo crecimiento. Las empresas mineras, por ejemplo, estuvieron sufriendo bancarrotas y muchos abandonaron su posición en ellas, pero ahora ya empiezan a repartir dividendos; y el petróleo, que subió solamente por aspectos meramente técnicos, ya ha empezado a caer por debajo de los $60.
Con todo, hay motivos para seguir siendo muy optimista con el entorno internacional, aunque la cautela para el entorno del vecindario latinoamericano ya llama cada vez más a la puerta si no se hace ya los deberes de manera decidida.