Siempre que se hace demasiado ruido para mostrar que se tiene el control de un problema, lo último que se consigue es aplacarlo. ¿Será que las cosas se encuentran tan bien como se las muestra?
Luego del tercer desfalco al Banco Unión hace días, el Vicepresidente Plurinacional se aventuró en lanzar la muy desafortunada frase de “los desfalcos son normales en la banca.” Desafortunada porque, aunque fuera cierto -que no- la banca tiene una estructura de negocios muy rentable, pero también muy delicada al mismo tiempo:
- Si en Bolivia hubiera educación financiera libre, el público estaría al tanto de que por cada dólar que tiene registrado como capital en su balance, está apalancado con dólares 9 del público, por lo que los desfalcos, en realidad, provocan agujeros financieros bastante más grandes que los aparentes.
- Si la gente supone que sus depósitos están guardados en una bóveda del banco, como si se tratara de una entidad de guarda y custodia y no de intermediación, una declaración tan irresponsable puede causar corridas masivas.
- Si una corrida coincide con un contexto de volatilidad internacional, apreciación del dólar, depreciación de las monedas emergentes, y de pérdida de reservas internacionales de manera simultánea, es muy fácil perder el control ya no sólo sobre la liquidez del sistema, sino incluso de su solvencia.
- Si se afecta el sistema en un momento en que tiene problemas de liquidez, y las reducciones del encaje legal terminan siendo estériles, el mismo sistema tendría que asumir el incremento de liquidez necesario liquidando los activos de mala calidad y susceptibles de ser tóxicos, adquiridos durante la etapa del auge en su balance, lo cual está bien, pero podría forzar al sistema a hacerlo de manera desordenada.
Como se ve, el asunto no es irrelevante.
Ahora bien, a raíz de la reciente corrida cambiaria en Argentina, los efectos sobre nuestra economía y los temores de que se estuviera construyendo un escenario similar, se ha cuestionado el ritmo y nivel de endeudamiento público, fundamentalmente externo y bilateral con China. Ya hablamos del peligro que esto conlleva, sobre todo considerando que esta deuda podría ser de entre $7.000 y $7.500 millones, que se traduciría en una deuda pública total de hasta el 64% del PIB.
La deuda de Argentina respecto del PIB supera el 50%, y la deuda de Bolivia con China sería solamente de $1.900 millones, traducida en una deuda pública total del 24% del PIB. Sin embargo, como lo importante de la deuda es el flujo y no su relación con el PIB, las dudas se mantienen, pues Argentina llegó a tener un déficit muy similar al de Bolivia, por encima del 7% en pleno auge de commodities, entonces, ¿Bolivia podría recurrir eventualmente al FMI?
En otra oportunidad, la respuesta del Vicepresidente al respecto fue la que sigue: “por lo general, el FMI establece unas políticas liberales de ajuste estructural muy ortodoxas, como la reducción del gasto público, reducción del aparato público, reducción de salarios, incremento de impuestos y servicios básicos (…) en cambio con la China la única exigencia es que el dinero que nos presta debe venir acompañado de su tecnología.”
Entonces, aparentemente Bolivia ya buscó ayuda, aunque no del FMI, sino de la China, porque si la economía no estuviera en problemas, aunque tal vez no tan serios como los de ahora en Argentina, no habría necesidad alguna de recurrir a nadie.
Es por esto que las tensiones y la susceptibilidad del público ya no están puestas solamente en el sector de la economía, que aún crece, pero que también registra mayores dificultades para invertir a largo plazo, sino ahora también en el sistema financiero.
Si el Gobierno continua desgastando la credibilidad de su palabra antes de tiempo, y, peor aún, maneja el mensaje equivocado sobre la estabilidad del sistema financiero, y además desde la Vicepresidencia y no desde Hacienda y el Banco Central, como debe ser, poco sería lo que pueda hacer cuando realmente lo necesite, y los dolores de cabeza podrían llegar más temprano que tarde.
¿Este modelo aguanta una década y media más, como se dice? Por el momento Standard & Poor’s acaba de rebajar la calificación de riesgo de Bolivia. Esperemos que todo esto quede solamente en conjeturas.
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