Los mercados internacionales han amanecido hoy en estado de alerta por las abruptas caídas tanto de la lira turca como del peso argentino desde la semana pasada. Tan sólo el viernes, luego del anuncio de EE.UU. de incrementar aranceles al acero y al aluminio de Turquía, la lira registró una caída del 15%, un 27% desde inicios de mes y un 45% desde inicios de año, y el dólar en Argentina subió más de un 10% solamente en los últimos tres días, superando la barrera de los 30 pesos, para ubicar el riesgo país en 723 puntos y subiendo.
Es comprensible, dado que este último escenario no es repentino; Erdogan ha provocado una pérdida del valor de la lira de manera constante al menos en los últimos cuatro años con un crecimiento del crédito de entre el 15% y el 30% anual al menos desde 2010, centrado especialmente en la actividad inmobiliaria y de construcción; una inflación anual del 16%; un abultado déficit en cuenta corriente que en el primer semestre registra el 6.5% del PIB y un déficit fiscal igualmente comparable en el mismo período; y un ritmo de endeudamiento externo en dólares alarmante y que, de hecho, la ubica, justamente junto con Argentina, las economías emergentes que más han incrementado su deuda de entre todas las economías emergentes; y una acelerada pérdida de reservas.
De todo esto, claro, no es extraño que el 6% de crecimiento del PIB en 2017 haya sido muy abultado, pero al mismo tiempo peligrosamente insostenible.
Ahora, lo que profundiza las dificultades de Turquía para recuperarse, es que en el primer semestre la Reserva Federal retiró de circulación $150 mil millones, y planea retirar otros $270 mil millones hasta fin de año, además de que el incremento de tasas de interés no se detendrá frente al primer estímulo fiscal de Trump, que probablemente incluya nuevas emisiones de bonos para financiar las reformas.
Esto último sería relativamente inocuo para el conjunto de las economías emergentes si previamente se hubieran construido defensas haciendo los deberes mínimamente recortando el gasto y abriéndose a la inversión privada, pero, siendo que las similitudes con la crisis asiática de fines de los 90 son demasiadas para cualquier inversor de corto plazo relativamente cauto, la caída de la lira turca está golpeando ya al euro, al yuan, al rand sudafricando y, por si fuera poco, al mismo peso argentino, y no pasará demasiado tiempo hasta que también golpee con fuerza al real brasilero.
Al revisar la situación inmediata de la economía turca, bien podría tratarse tanto del caso argentino, como el de Bolivia, salvando las distancias. La fortaleza del dólar y caída simultanea de las monedas emergentes representa un problema particularmente grave no sólo por la presión externa sobre el tipo de cambio, sino además por la ampliación de la brecha de los desequilibrios macroeconómicos internos de rigidez laboral y productiva.
Primero, si durante años ya fue suficientemente difícil atraer capital privado fresco y de largo plazo, ahora será simplemente imposible. Prueba de esto es el anuncio que se había hecho por una nueva colocación de bonos soberanos por otros $1.000 millones en el exterior para el primer trimestre, pero de los que no se ha vuelto a saber nada.
Y luego, en lo que va del año el BCB ha perdido más de $900 millones de reservas internacionales, mientras el déficit fiscal sigue creciendo por quinto año consecutivo para cerrar 2018 por encima del 8%, incluso con el rebote del precio del petróleo que si bien representa mayores ingresos (si el país llegara a exportar lo poco que aparentemente tiene), también significa mayores subsidios. Con lo cual, si se insiste el pago de un nuevo doble aguinaldo, la situación se agravará rápida y considerablemente, y una eventual devaluación cambiaria podría superar una simple decisión política de cara a als elecciones; sería inminente. Como dicen los grandes expertos, risk builds slowly, and then happens quickly.
Sin embargo, no todo está perdido. ¿Cuál es el desafío para identificar el problema a tiempo y corregir antes que nadie? No solamente alojarse en el dólar como el mismo Presidente, sino, además, buscar refugio para esos fondos en jurisdicciones internacionales significativamente más amigables con el capital privado, de la manera más inteligente posible.
Ahora mismo yo soy prescriptor formal para la banca privada de un grupo financiero europeo con filiales en España, Luxemburgo, Panamá, Estados Unidos, entre otros, y estoy facultado para gestionar en conjunto con el banco la planificación patrimonial de los clientes, la asesoría de inversión, apertura cuentas/custodia en múltiples jurisdicciones, etc., así como los estados de cuentas, informes de cartera, solicitudes de documentación, etc. Este es uno de mis proveedores más importantes.
Por si esto no resulta una ventaja competitiva a considerar frente a la competencia, el encargado de este banco para toda la región va a estar en Bolivia en los primeros días de septiembre, para sostener juntos una serie de reuniones en las principales ciudades del país, atendiendo clientes y buscando otros nuevos, idealmente que sean empresarios, industriales, profesionales libres (abogados, médicos, notarios) con un patrimonio elevado, que ya tengan o quieran tener activos financieros en el exterior, preferiblemente en jurisdicciones offshore, tanto en EE.UU. como en Europa, y les interese un servicio de banca privada más personalizado, con una oferta de inversión y planificación patrimonial amplia.
Dicho sea de paso, a diferencia de otros bancos privados, este no empuja a sus clientes a tomar sus propios productos de inversión, sino que también ofrece acceso a la plataforma All Funds para seleccionar los mejores fondos de entre 10.000 posibles, pero su selección más ajustada dependerá del perfil de riesgo que los especialistas del grupo armen para cada cliente, de acuerdo a los parámetros preestablecidos de rentabilidad deseada, clase de activo, mercado, etc.
Yo por mi lado, aunque necesariamente por medio de banca privada, puedo orientarte en la opción de invertir a largo plazo con el método ‘value’ con gestoras de fondos de inversión independientes en la Unión Europea, que han logrado rentabilidades anuales promedio de hasta el 16% en un período de 20 años, aunque sea difícil de creer, y cuyos responsables conozco personalmente.
Esta es una oportunidad que definitivamente debes considerar, pero es más importante aún tomar decisiones un año antes que un minuto tarde, para diluir el creciente riesgo país. Por tanto, si necesitas de mi ayuda personal para prever lo más seguro para tu patrimonio y el de tu familia en el largo plazo, contacta conmigo ahora.
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