He vuelto a Argentina luego de exactamente dos años. No es necesario hablar sobre cómo van las cosas y esta vez, sobre todo con la economía y particularmente con la cotización del dólar, y más aún por la evidente frustración de quienes ya en 2016 alertaban que el desafío económico inmediato era estructural y no únicamente cambiario. Lo que es realmente interesante es la serie de intercambios que volví a sostener con este mismo nutrido grupo de personas y otras más, sobre cómo llevan la crisis.
Por supuesto, una de las primeras preguntas que no podía dejar de hacer fue sobre si era posible identificar algún momento particular en el que los argentinos decidieron no solamente refugiarse en el dólar, sino incluso llevar la mayor parte posible de sus fondos líquidos al exterior, y particularmente a jurisdicciones offshore. Al fin y al cabo, hoy Argentina es el quinto país en el mundo con mayor cantidad de fondos en paraísos fiscales, detrás de Rusia, Arabia Saudita, Venezuela y Emiratos Árabes Unidos. Y pues pensaba indagar así en la posibilidad de identificar las señales clave del momento inmediatamente anterior al cepo del dólar, por ejemplo, que serían particularmente útiles.
La respuesta no podía ser más obvia. Los argentinos que protegieron lo que tanto les costó construir, durante muchos años e incluso generaciones, hace mucho que sacaron su dinero de Argentina, porque tienen sobrados motivos para desconfiar de sus políticos, sus jueces y sus economistas.
Según el National Bureau of Economic Research (NBER), las cuentas de los argentinos en jurisdicciones offshore suman $220.000 millones, es decir, el equivalente del 40% del PIB argentino. Los burócratas sostienen que si ese dinero se hubiese quedado en el país, el Estado habría recaudado $21.406 millones en impuestos sólo en 2016, lo que supera el 4% de su PIB, para luchar contra la pobreza construyendo carreteras, hospitales y escuelitas, pero hoy su ex presidente y la mitad del último gabinete de ministros enfrenta juicios por corrupción verdaderamente escandalosos, e incluso su exvicepresidente acaba de ser condenado a casi seis años de cárcel por cohecho y negociaciones en la venta de la calcográfica Ciccone, la principal imprenta de billetes de aquel inflacionario país.
Argentina es el país del absurdo, un laboratorio para el análisis de los más grandes sinsentidos en materia de política económica, pero no es un título que ha logrado apenas durante los doce años de la delincuencia kirchnerista, sino que ha hecho un auténtico esfuerzo por ganárselo durante varias décadas, con lo cual, la gente no solamente que está acostumbrada a llevarse las manos a la cabeza por la decadencia de su clase política, sino que ha aprendido muy eficientemente sobre las distintas maneras de burlar el abuso del poder político, a defenderse del permanente atraco de sus bolsillos con impuestos, inflación, corralitos y confiscaciones recurriendo a la seguridad de los paraísos fiscales.
No es poco lo que se puede hacer en diversos casos similares, gracias al conocimiento de causa de los expertos argentinos para estructurar patrimonios personales y familiares de manera adecuada en el exterior, así que si necesitas de mi ayuda personal para hacerlo un año antes y no un minuto tarde, contacta conmigo ahora.