La crisis política en Bolivia se extiende a las regiones

Acaban de conocerse los resultados de CiesMori para Unitel, las primeras encuestas para conocer la intención de voto del electorado para las próximas elecciones a alcaldías y gobernaciones del próximo7 de marzo en Bolivia.

Entre las explicaciones puede estar las dudas sobre la capacidad del gobierno nacional por administrar la crisis sanitaria y la crisis económica. Por un lado se ha decidido tratar algunos aspectos de vital importancia -como la compra de las vacunas rusas- con confidencialidad, y por el otro ha generado todavía más dudas que certezas por la estabilidad del sector bancario y financiero, como habíamos mencionado en anteriores oportunidades.

Igualmente, las causas pueden estar detrás de la falta de habilidad política de Arce Catacora para acercarse a un público de áreas rurales y fuera de la sede de gobierno, que Evo Morales sí lograba articular de alguna manera mientras gobernó, y que ciertamente es muy distinto al de la burocracia estatal al que con seguridad estaba más acostumbrado.

Sin embargo, igualmente preocupante es el escenario para los tres principales partidos o agrupaciones ciudadanas de oposición. Si ya para las elecciones de 2019 o las de 2020 se mostraban divididos, hoy están además dispersos. Mientras Demócratas y Creemos se mantienen apenas vigentes en la alcaldía de la capital cruceña y la gobernación, respectivamente, Comunidad Ciudadana -que se autoproclamó como “líder de oposición” al haber quedado segundo en las elecciones de 2020- no tiene presencia nacional alguna.

Indudablemente, esta es parte de la ilustración de la crisis política que el país arrastra desde hace ya varios años, y más aún desde el referéndum constitucional de 2016, las elecciones judiciales de 2017, y sobre todo desde las elecciones de 2019.

Claramente, Bolivia atraviesa una profunda crisis política, cuya mayor expresión es la desinstitucionalización alimentada por los propios partidos políticos y agrupaciones de oposición, debido a su falta de aspiraciones de largo plazo, a su falta de trabajo en los valores que les gustaría que se preservara en la sociedad, en la ausencia de estructuras, programas y liderazgo competitivo, en la ausencia de una visión de país de acuerdo a una nueva realidad radicalmente distinta a la de hace 15 o 35 años atrás, y también en la falta de formación ciudadana que los interpele cada vez que sea necesario.

Peor aún, los programas y propuestas giran en torno a la coyuntura de corto plazo, concentrada en la solución de la crisis de la pandemia que no puede extenderse los 5 años de gestión por los que en realidad postulan los candidatos. Se sigue hablando de “obras de impacto” o denuncias permanentes de corrupción o uso indebido de bienes, cuando debatir sobre, por ejemplo, autonomías departamentales o federalismo, o sobre las distintas maneras de devolverle la responsabilidad individual a los ciudadanos sobre distintos aspectos de la vida cotidiana, es demasiado pedir.

Para mayor absurdo, al igual que debió ser en las elecciones de 2020, y de las cuales algo se debió aprender luego de semejante resultado aplastante en favor del MAS, no se habla en absoluto de la manera en que un decidido recorte del gasto público, acompañado por una reducción del número de atribuciones y competencias del Estado en la economía en todos sus niveles de administración, podría beneficiar a la población.

No se discute en absoluto de, por ejemplo, el desafío fiscal de las autonomías, de fortalecer el sector productivo no tradicional, y de abrirse al mundo no sólo para exportar, sino también para atraer la mayor cantidad posible de capital privado internacional, sobre cuáles pueden ser los mejores incentivos para retener el talento nacional y atraer el internacional, de lograr la mayor transferencia de conocimiento posible.

Bolivia está nuevamente cooptada por líderes mesiánicos y caciques salvadores en estas nuevas elecciones para las alcaldías y gobernaciones. La crisis volverá a traducirse en mayor frustración, desinstitucionalización y crisis.

El panorama es verdaderamente desolador.

Artículo originalmente publicado en La Gaceta de la Iberoesfera.

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