Supe de un extraño rumor recientemente. Lo cierto es que nadie me está impidiendo decir lo que quiero, dónde, cómo y cuándo quiero. Quienes sí fastidian por lo que digo realmente son sólo algunos analistas opositores que buscan medirse conmigo en términos de “seriedad” o “prudencia”, pero nunca en términos teóricos rigurosos ni mucho menos de practicar con su propio bolsillo lo que predican para la política económica.
De manera concreta, al considerar que la amenaza más importante es una devaluación cambiaria, me he percatado de que el debate no se ha hecho más robusto, sino que se ha resumido. El argumento de quienes la defienden se concentra en que el país debería devaluar y además adoptar un tipo de cambio flotante, porque así, en vez de que el Estado intervenga con un tipo de cambio fijo a través de su Banco Central, las fuerzas de libre oferta y demanda del mercado entrarían en acción, adaptando el valor de la moneda.
Pues nada más lejos de la verdad rigurosamente teórica. Ni un tipo de cambio flotante es sinónimo de libre mercado ni un tipo de cambio fijo es intervención estatal. En ambos casos el Estado interviene a través de su Banco Central. La diferencia está en que en el primer caso, quienes administran la moneda pretenden hacerlo emulando al mercado y adelantándose a él, presuponiendo la forma en que actuaría en determinada situación, y donde la moneda fluctuaría adaptándose a las condiciones macroeconómica de un país.
Esto es lo que al menos se creía que podían hacer los amigos de la Universidad de Chicago con Milton Friedman al frente, o su amigo Alan el otrora “maestro” Greenspan al frente de la Reserva Federal entre 1987 y 2006, pero que terminó causando al menos dos burbujas de activos colosales, la tecnológica y la inmobiliaria.
Es un claro problema de arrogancia y paternalismo intelectual, muy característico de quienes favorecen el mercado pero solamente como ellos lo interpretan y creen que funciona o debería funcionar, tanto así que luego Ben Bernanke, siguiendo al de Chicago y su Plucking Model, en 2008 implementó la mayor monetización de deuda (léase devaluación) jamás conocida por el hombre, con consecuencias alrededor de la economía global que diez años más tarde apenas empiezan a conocerse.
La explicación en defensa de un tipo de cambio fijo es muy sencilla y fue defendida ya por F.A. Hayek 15 años antes de la ocurrencia flotante del amigo Friedman, sin que la tomara en cuenta: las crisis tienen causa en errores microeconómicos cualitativos generalizados en el sector real, no -como afirma el de Chicago- simplemente en el reajuste de los precios relativos.
Pero no voy a seguir con esto, que bastante he escrito ya como para concentrarme en un sólo argumento flojo y mal expuesto en favor de las devaluaciones y los tipos de cambio flotantes. Y con esa convicción es que mi trabajo está abocado a simplemente ofrecer ideas sobre qué plantear para no tener que recurrir a la devaluación cambiaria, o qué hacer antes de que inevitablemente lo terminen haciendo.
Una de las alternativas para hacer lo segundo es diluir el riesgo invirtiendo en las oportunidades que se pueden encontrar en el exterior a largo plazo con una estrategia de preservación en renta variable, que ahora mismo no parece ser lo más atractivo dado que los inversores parecen estar alejándose de la renta variable, pero también parecen ser de aquellos que cambian de método o estilo de inversión cada que cambia el ciclo, pero lo que queremos es justamente lo contrario, algo más consistente, invertir con quienes siempre han hecho lo mejor que saben hacer, incluso cuando vienen malhadadas esperando el momento ideal para actuar contra el consenso.
Contrariamente a lo que sucedía a principios de año, parece cernirse un pesimismo generalizado con un incremento de tasas de la Fed más acelerado que la reducción del déficit público, una desaceleración europea mayor a la esperada, marcada por la posibilidad de un Brexit desordenado y el gasto desbocado y déficit descontrolado de Italia y España, y el fin de la era de estímulos del BCE.
Sin embargo, la clave para el acierto inversor está justamente, y en línea con lo que apunta el propio Hayek, en los aspectos microeconómicos antes que en los macroeconómicos. Y si lo tuyo no es el ‘crisis investing’ y buscas posiciones más conservadoras, a pesar de que algunos gestores estrella reconocidos a nivel global como Paramés (16% de rentabilidad anual desde 1992), hayan tenido dos años continuos con pérdidas del 20%, para quienes han sabido esperar, dado el acertado diagnóstico del fin del ciclo alcista, en realidad es momento del ‘value’ y parecen aproximarse subidas de hasta el 70%.
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