El sector bancario y financiero trae ruido hace al menos tres años atrás debido a que no cuenta con la liquidez necesaria con la cual trabajar. Las causas fundamentales están en la nacionalización forzosa de la base monetaria (o “bolivianización”) y la misma implementación de la nueva Ley de Servicios Financieros de 2013, que, entre otras medidas específicas que tiene como las metas forzosas del crédito productivo y de vivienda social y sus tasas artificialmente bajas, han causado primero un auge muy importante en el mismo sector y el sector real de la economía, pero que luego, al fundarse en las típicas medidas que se implementó para causar una burbuja de activos tras otra por todo Occidente al menos hasta la bancarrota de Lehman en 2008, solamente pueden estar destinadas, inexorablemente, a revertir todo aquello de lo que se ha presumido durante los últimos años.
El hecho de que el sector se haya estado quedando sin liquidez incluso para operar de manera natural sobre todo en el sector de las SAFI y las Agencias de Bolsa, responde a fenómenos inequívocamente cíclicos de libro, creando primero un auge ficticio relativamente extendido y otro de contracción inevitable de comparable duración y magnitud. Y las únicas medidas útiles, sensatas y responsables para tratar con el problema y no solamente con los síntomas, es echar para atrás toda medida intervencionista. Sin embargo, lo que se ha estado haciendo incluso con las recomendaciones de representantes del mismo sector afectado, ha sido patear el problema hacia adelante con la esperanza de que las cosas se solucionen solas en el camino, pero solamente lo han ido agravando, porque la reducción del encaje legal, los gimmicks contables con las reservas del BCB, el incremento deuda pública externa, etc. son solamente medidas cosméticas de muy corto plazo.
Esto ya lo apuntamos varias veces en su momento y no es nuevo, pero lo que sí es novedad es que se esté tratando de señalar las causas de la sequía financiera en las salidas de capitales al exterior -al menos tienen el cuidado de no hablar de huida-, debido a alguna falta de lealtad patriótica en la que estaría incurriendo la banca, y no en la falta de seguridad jurídica y el acelerado deterioro de la institucionalidad, en la falta de Inversión Extranjera Directa y la falta urgente de exportaciones distintas a las de hidrocarburos; ya en 2016, a raíz del robo de información a Mossack Fonseca, mejor conocido como el caso de los Panama Papers, se apresuraron a decir de manera absurda y demagógica que son $1.000 millones los que salen de Bolivia hacia paraísos fiscales ¡cada año!
Pues a raíz de este problema plantean ahora crear nuevos impuestos e incrementar otros antiguos contra las SAFI y Agencias de Bolsa, y afirman que los bancos “deben compartir sus utilidades con el Gobierno” repatriando los capitales (que no son suyos, sino de sus clientes) que tienen invertidos en el exterior.
Si los problemas en el sistema financiero se siguen esquivando y acumulando como hasta ahora, y si además no se recorta el gasto ni mucho menos se recortan y eliminan impuestos (o no se recuperan los recursos del FONDIOC, por ejemplo), eventualmente será necesaria la ayuda del FMI, que no será gratis, sino que, entre otras cosas, será a cambio de aceptar las nuevas reglas que está imponiendo la OCDE alrededor de casi todo el mundo para el intercambio automático de información financiera y tributaria sobre los capitales que no se hayan declarado aunque sean perfectamente legales, con los países de alta tributación (como en Argentina con la Ley de Sinceramiento Fiscal o “blanqueo” de 2016).
Esto implicarán la declaración forzosa de los capitales de ciudadanos bolivianos, tanto residentes como no residentes, que tienen en el exterior (que no está del todo mal en favor de la transparencia respecto del financiamiento del terrorismo y el crimen organizado), y el pago de impuestos sobre ellos, pero también, en el vano intento de repatriación de esos capitales, se impondrá al menos parcial y temporalmente el control de capitales; de hecho, ya incrementaron hace casi dos años el Impuesto a la Salida de Capitales, y quién sabe si volverán los impuestos contra el dólar.
Para cerrar, todo esto va a suceder. Los factores de estabilidad y confianza, sobre todo del sector bancario y financiero, se están deteriorando, y aunque más tarde haya que inevitablemente declarar lo que se tenga afuera, si no se internacionaliza hoy lo que se tiene o al menos una parte importante de ello, más tarde será simplemente imposible y habrá que desbancarizarse para operar muy ineficientemente en la informalidad; y si finalmente se decide internacionalizar el patrimonio personal o de la familia, la clave está en hacerlo con la estructura legal más adecuada y la jurisdicción cuyo régimen impositivo más se ajuste a las necesidades específicas actuales y a futuro de cada caso.
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