“El inversor inteligente es una persona realista que vende a optimistas y compra a pesimistas.” – Benjamin Graham
Cuenta la historia que los dos mayores errores de inversión que cometió Warren Buffett en su larga vida como el mejor inversor de todos los tiempos, fue justamente cuando adquirió acciones Berkshire Hathaway en 1965, cuando tenía apenas 32 años de edad.
En ese entonces la técnica de inversión del joven Warren era la del cigar-butt investing, es decir, la compra de acciones de empresas que tuvieran problemas, pero a las que todavía se les podría dar una última fumada antes de tirarlas; Berkshire era una de estas empresas muy cerca de la ruina.
Buffett buscaba aplicar su técnica comprando una cantidad suficiente de acciones de Berkshire para luego ofrecerlas al equipo directivo: inicialmente la compra se acordó en $11,50, pero más tarde el equipo directivo rompió el acuerdo e hizo una contraoferta de $11.
En este momento Buffett enfurece, y guiado por la ira, compra cuantas acciones puede para tomar control de Berkshire solamente para despedir al líder del equipo directivo; sin siquiera darse cuenta, Buffett ha cometido dos errores: invertir un porcentaje elevado de su dinero en un negocio ruinoso, y dejarse llevar por sus emociones al invertir.
Ahora extrapolamos esta experiencia a dos casos emblemáticos frente a, por ejemplo, el inicio de la mítica Gran Depresión de los años 30.
Abraham Germansky fue un empresario inmobiliario multimillonario de la década de los 20, que hacía grandes apuestas en bolsa a medida que el mercado registraba fuertes alzas, pero con las fuertes caídas quebró, y terminó desapareciendo el 24 de octubre de 1929.
Esa misma semana en la misma ciudad, Jesse Livermore, quien acostumbraba a invertir en acciones, volvió a su casa luego de un día en que su esposa, quien estuvo escuchando las noticias sobre las fuertes caídas en la bolsa, se preparaba para consolar a su marido y empezar a tener una vida muy frugal.
Jesse dijo que eso no era necesario porque ese día había ganado más dinero que la suma de todo el dinero que había ganado durante toda su vida. “¿Quieres decir que no estamos quebrados?”, preguntó su esposa. Él respondió: “No, cariño, acabo de tener mi mejor día de transacciones: somos fabulosamente ricos y podemos hacer lo que queramos”. Ese día Livermore había ganado el equivalente de $3.000 millones de hoy.
Sin embargo, Livermore hizo apuestas cada vez más grandes hasta que terminó perdiéndolo todo solamente cuatro años más tarde. Arruinado y avergonzado, desapareció durante dos días en 1933; se había quitado la vida.
El timing fue distinto, pero Germansky y Livermore ilustran la idea de que hacerse rico es una cosa, pero mantenerse rico con el pasar del tiempo es otra muy distinta.
Warren Buffett, en cambio, tuvo la habilidad de invertir desde que tenía tan sólo 9 años, y a los 13 ya hizo su primera declaración a la renta. Hoy, con 88 años, Buffett figura desde hace ya varios años en la lista de las 10 personas con mayor capacidad para generar riqueza a largo plazo del mundo. Pero entonces ¿qué diferencia hay entre la manera de invertir de Warren Buffett y tanto la de Germansky como la de Livermore?
Aunque sea difícil de creer, se trata de seguir tres principios tan sencillos como fundamentales:
- No hay que dejarse influir por las emociones al invertir, tanto cuando el mercado sube como cuando sufre caídas.
- Ver el mercado como una herramienta para aprovecharse de la impaciencia y emociones de otros inversores.
- En vez de maximizar aciertos, es mejor minimizar errores.
Durante la crisis de 2008, que dio inicio a la Gran Recesión, el mercado interbancario se había paralizado. Nadie prestaba a nadie, ni siquiera las empresas más serias y fiables del mundo, como General Electric, Goldman Sachs o Harley-Davidson, eran sujeto de crédito.
No obstante, Buffett, habiendo mejorado mucho el método de inversión que tenía al inicio de su carrera como inversor, sobre todo gracias a Charlie Munger, su socio en Berkshire Hathaway, y aplicando siempre buenas políticas de liquidez de al menos $20.000 millones para hacer frente a grandes contingencias o para contar con oportunidades de compra en medio de grandes caídas, le prestó $5.000 millones al 10% con opción de compra de acciones a Goldman Sachs, y terminó ganando $3.100 millones con la operación.
Algo muy similar sucedió en 2011, el peor momento de Bank of America. Cuando había serias dudas sobre su solvencia, Buffett dio un voto de confianza al banco invirtiendo $5.000 millones. Inmediatamente, las acciones subieron un 25%, que pagaban un dividendo anual del 6% y recibía warrants para comprar $700 millones de acciones a $7,14 cada una, que se podrían ejercer durante los próximos 10 años. Hoy esos warrants valen más de $12.000 millones, a la vez que pagan un 6% anual por esperar a ejercer esos warrants.
Entonces, hacerse rico puede ser el mayor impedimento para seguir siendo rico: cuanto más éxito tienes en algo, más convencido estás de que lo seguirás haciendo bien. Cuanto más convencido estés de que lo estás haciendo bien, menos dispuesto estarás a cambiar. Cuanto menos abierto estés a cambiar, más probabilidades tendrás de tropezar en un mundo que cambia todo el tiempo.
Hay un millón de maneras de hacerse rico, pero hay muy pocas formas de mantenerse rico. Warren Buffett es reconocido por ser una máquina de aprendizaje, sobre todo de sus errores, pero más aún por haberse mantenido siempre humilde. Por eso, cuídate de caer en la complacencia y persistir en el error. Al menos evalúa la idea de tener que tomar posición con cierto margen de seguridad y liquidez en caso de estar equivocado ante cualquier eventualidad, y por muy pequeña que sea la posibilidad.