Más de una vez dije que Bolivia tenía exactamente el mismo problema económico que Argentina, solamente que en distinta etapa, que por haber aplicado exactamente el mismo modelo, que además cayó mucho antes que cayeran los precios del petróleo, acabaría de manera similar, que la situación de Bolivia era la de Argentina de hace unos 4 años atrás nada más. Pues hoy ya se está planteando la manera ideal de asumir el desafío de un déficit fiscal acumulado por sexto año consecutivo y que bordea el 8%: ¿terapia de shock como con el DS 21060, o gradualismo como Mauricio Macri en Argentina?
Cuando me atreví a preguntarle en Twitter a Gonzalo Chávez, uno de los asesores económicos de Carlos Mesa, qué medida neoliberal consideraba que había llevado a Macri a fracasar de semejante manera exactamente, inicialmente pretendió esquivar la pregunta de manera soberbia y prepotente, y luego, cuando le pregunté si reducirían el déficit fiscal de manera gradual como Macri, terminó haciendo alusión a la famosa frase que James Carville acuñó para la campaña a la Presidencia de Bill Clinton a principios de los 90, It’s the economy, stupid, ignorando que fue Carville, justamente, quien asesoró al autor de las reformas neoliberales que siempre ha criticado y demonizado tanto en Bolivia.
No mucho más tarde, en su columna dominical habitual, dicho asesor planteó los puntos que considera centrales para debatir si el déficit debe tratarse mediante shock o gradualismo, aunque sin primero tomar partido, que ya es bastante deshonesto. Lo primero a preguntarse es, entonces, ¿shock o gradualismo hacia dónde exactamente, si no se sabe lo que los candidatos opositores quieren realmente? Si uno no sabe dónde va, cualquier camino sirve.
Pues sin esperar más respuestas evasivas llenas de vergonzosos improperios, hice una breve revisión del plan de gobierno de Mesa, y en éste se observa que su autor utiliza la palabra “gradualmente” cinco veces, y la expresión “de manera gradual” una vez. ¿Dónde y cómo lo hace? “Reduciremos gradualmente el déficit público,” y “mantendremos la deuda pública estable (…) con perspectivas de reducirse gradualmente.” ¿Con qué cambio estructural exactamente? ¿Hacia la economía ‘verde’ y ‘circular’ con ‘territorios inteligentes’ y ‘coworks’? Suena demasiado similar a la improvisación y falta de plan económico concreto que Macri pretendió reemplazar con globos amarillos y sobre-optimismo infundado.
Lo único bueno hasta aquí es que a pesar de que parece confundido sobre los motivos, Mesa ha dicho sin rodeos que no devaluaría si alcanzara la Presidencia. Sin embargo, si pretende combinar el actual tipo de cambio fijo con el gradualismo con el que en su programa dice que reduciría el déficit fiscal y la deuda, no dista mucho del modelo económico actual realmente: las reservas para sostener el actual tipo de cambio caen más rápido que lo que cualquier programa de reducción del déficit y la deuda considere como gradual. ¿Se entiende por qué no hay alternativa real al tratamiento de shock?
En la Argentina de Macri, el gradualismo con el que asumió el problema de la era del peronismo K hasta 2015, que era muy similar al que dejaron Hugo Banzer y la UDP en Bolivia a inicios de los 80, consistió en bajar el déficit fiscal (antes del pago de los intereses de la deuda pública) en 1 punto del PIB por año, de manera que en 2017 el déficit sería de 4,2%, en 2018 del 3,2%, y en 2019 del 2,2%, pero sin contar que la Fed empezaría a subir tasas, que habría sequía en el sector exportador, que se iniciaría la guerra comercial y que Turquía devaluaría la lira brutalmente para terminar en la monumental corrida en abril de 2018. Entonces sí que hubo que establecer una terapia de shock, aunque parcial y polémica por demás: con una brutal devaluación del 18% (que provocó la segunda inflación más alta del mundo en ese momento), y con la contratación del mayor programa de deuda pública que se ha visto nunca con el FMI, pero ni siquiera para financiar la migración de un modelo económico a otro, sino apenas para lograr la estabilización.
En cambio, la terapia de shock de los 80 en Bolivia, que funcionó al punto de convertirse en el camino a seguir tanto en los libros de texto más conocidos, como en otros países poscomunistas con hiperinflación, consistió en que no sólo se ajustara el sector privado, sino también -y fundamentalmente, en realidad- el sector público. Se redujo el tamaño del aparato público burocrático disminuyendo el número de atribuciones y competencias que fue ganando sobre la economía, a medida que durante el auge de los 70 los ingresos de los commodities le permitieron al Estado gastar como lo hace hoy proporcionalmente hablando. En un inicio Macri no sólo que no recortó el gasto, ¡sino que lo incrementó!
Efectivamente, la reforma del DS 21060 fue agresiva, sobre todo en cuanto al número de empleados públicos supernumerarios que se despidió inevitablemente para impedir que el agujero del déficit se hiciera todavía más grande y que la hiperinflación que causó su monetización dejara de dispararse. Sin embargo, no fue suficiente, al punto en que tuvo que implementarse una segunda ola de reformas complementarias solamente luego de 10 años que fueron agonizantes para el crecimiento de largo plazo. ¡Macri nunca despidió un solo ñoqui!
¿Pero qué pasaría si la terapia de shock fuera un fin en sí mismo? Como bien dice Murray N. Rothbard, dado que sobre todo en estos casos las únicas funciones que le quedan al Estado son aquellas que hay que privatizar y aquellas que hay que eliminar, por un lado el DS 21060 falló en no terminar de liquidar ni privatizar las quebradas o deficitarias empresas públicas que eternamente se consideraba como “estratégicas,” para dejarlas en estado zombie, prolongando agonías de manera innecesaria hasta la era del Plan de Todos y la Capitalización de mediados de los 90 (cuyo proceso también estuvo viciado por su proceso gradualista, precisa y lamentablemente).
Y por el otro lado, si se le pudiera reprochar un sólo error al DS 21060 fue el de no haber garantizado que ningún gobierno posterior tuviera nuevamente la prerrogativa de emitir dinero de la nada para financiar su voracidad fiscal: ¡la economía debió ser dolarizada en cuanto tuvo la oportunidad de hacerlo! Y eso es justamente lo que se empieza a debatir en Argentina, porque podría ser lo único que quede antes de que se implemente cualquier otro experimento que precipite el default y la hiperinflación, una vez más.
Pues si inteligente es quien sabe dónde va, pero más aún quien sabe dónde no volver, que no te vendan gato por liebre, el asunto no es reemplazar un modelito de estímulo de la demanda con otro, sino terminar con él de una sola vez y por todas.