“Remember, things are never clear until it’s too late.” ― Peter Lynch
Luego de cinco años, pocas veces me han hecho más preguntas que hoy tratando de anticipar lo que depara el futuro de corto plazo en un entorno cargado de tanta incertidumbre política y económica, pero lamento decepcionar una vez más diciendo que no existe bola de cristal alguna para predecir qué sucederá y cuándo exactamente. Sin embargo, lo que sí se puede decir es que si parece un pato, camina como un pato y además dice “cuac”, lo más probable es que sea un pato; pues hay que prepararse para lo más probable.
Parafraseando a Peter Lynch, predecir o anticipar la próxima recesión es inútil, tanto así que se ha perdido mucho más dinero tratando de hacer market timing para forrarse o salir del mercado en el momento inmediatamente anterior al crash, que manteniendo una posición y un horizonte de inversión de largo plazo.
En el plano nacional las condiciones de la economía y la lesión a la dinámica institucional democrática que las próximas elecciones generales del 20 de octubre ya están provocando, está forzando (para bien) a los más grandes patrimonios a tomar posiciones de cautela estableciendo sociedades en el exterior a través de las cuales invertir de la manera más rentable y segura.
En el ámbito internacional tanto los riesgos cada vez más probables de hiperinflación en Argentina desde fines de 2019, la guerra comercial entre China y EEUU o la renta fija otrora más segura como la alemana empieza a operar en negativo, tampoco son elementos que ayuden a tomar las decisiones más adecuadas incluso a los inversores más sofisticados, pero aquello con lo que sí hay que tener mayor cautela aún es con el entorno de tasas negativas: hoy ya son 21 los países o zonas monetarias como la Eurozona, un grupo que representa el 75% del PIB mundial, que han introducido mayores dosis de expansión monetaria reduciendo las tasas de interés en 2019 para terminar distorsionando todavía más un mercado que ya fue distorsionado por tasas que ya antes se habían mantenido extraordinariamente bajas durante demasiado tiempo.
En todo caso, la pregunta más adecuada es cómo reducir riesgos y generar rentabilidad al mismo tiempo en semejante entorno. La respuesta se compone al menos en tres partes:
- Un horizonte de inversión de largo plazo se refiere a un mínimo de 5 o 7 años, construyendo un portafolio conformado por empresas que, a pesar de ser consideradas generalmente como “viejas y aburridas,” son las que suelen demostrar sobradamente que son capaces de sostenerse en el tiempo atravesando ciclos económicos.
- Esta perspectiva también sirve para no presionar a los gestores a tomar decisiones apresuradas con el incentivo de ganar comisiones inmediatas e incurrir en mayores riesgos que los que percibe en un principio.
- Y lo que es igualmente importante, las altas rentabilidades están más relacionadas a la paciencia a cambio de seguridad en la metodología de inversión, que con la dicotomía riesgo/rentabilidad, que tiene más de mito que de cierto.
Eso sí, los mejores gestores quieren solamente una cosa de sus clientes a cambio de asumir la volatilidad o las caídas (muchas veces infundadas) de los mercados antes de los 5 o 7 años y sostenerse en su convicción: que se los deje hacer su trabajo.
Si ya estás decidido a estructurar adecuadamente tu patrimonio en el exterior y destinar aquello que estás seguro que no necesitarás en un período mínimo de 5 años, estás preparado para lo que parecer ser lo más probable.
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