“Invertir es un negocio en el que puedes parecer muy tonto durante un tonto durante un largo período de tiempo, antes de que se demuestre que tienes razón.” — Bill Ackman
La noticia del mes ha sido protagonizada definitivamente por Fitch Ratings, que acaba de afirmar (y confirmar lo que vengo advirtiendo hace años), sin temor a equivocaciones, que la cantidad de reservas del BCB no alcanza para sostener el actual nivel del tipo de cambio fijo. Desde luego, lo dice en tono de advertencia, con lo cual, queda más que establecido el hecho de que no hay nada bueno detrás de una devaluación; eso ya queda fuera de discusión, finalmente.
La respuesta que ha dado el BCB, sosteniendo dicho nivel es el adecuado, ha sido suficientemente pertinente y sin la estridencia política acostumbrada de los últimos 14 años, pero además ha sido la correcta y la que se esperaba; al menos por el momento, el asunto ha sido bien manejado, pero, a fin de cuentas, si es la palabra de Fitch contra la del BCB. Lo importante aquí es que la economía de corto plazo debe ser el elemento central en las propuestas, campañas y debates de cara al 3M; el país está demasiado cerca de tener problemas demasiado serios.
Al menos por ahora, casi todas las medidas aplicadas por el Gobierno de Jeanine Áñez han sido correctas y están orientadas en la buena dirección, como el recorte del gasto público para reducir el déficit, no haber incurrido en la devaluación cambiaria para financiarlo, y liberar las exportaciones para recuperar o al menos estabilizar el nivel de reservas para no tener que devaluar.
Sin embargo, falta mucho. Dada la advertencia de Fitch, debe entenderse, de una buena vez y por todas, ya no sólo que los problemas de la economía del país no pueden solucionarse si no es mediante reformas estructurales, sino que, además, el tiempo apremia. Lo contrario significa seguir haciendo lo que hacía el MAS: postergar las soluciones mediante medidas cosméticas a cambio de agravar el problema.
Peor aún, seguir por este camino, que no es otro que el del gradualismo, esperando que solamente la suerte ayude antes del 3M, terminará provocando que, tarde o temprano, ya sea este gobierno o el próximo, al no aplicar medidas de shock como máximo en los primeros 100 días de gobierno, terminará acumulando aún más deuda en el proceso y los intereses harán que el déficit financiero se reduzca a un ritmo inasumible.
¿Cuál sería la consecuencia? Tener que recurrir al FMI para solicitar su asistencia, lo cual, a su vez, significa, como dirían en Argentina, “irse a la B”: más deuda, incremento de impuestos, un torpe fin de toda subvención (como en Ecuador) y devaluación solamente para cumplir en el corto plazo, pero para crecer demasiado poco durante demasiado tiempo.
Hoy mismo, dado el apoyo y respaldo de EEUU que hoy tiene Bolivia, la alternativa podría ser buscar la asistencia del Tesoro de EEUU no sólo para impedir una devaluación al menos antes del 3M, sino para impedir que la ruina de las finanzas públicas termine contagiando al sistema financiero, que ya tiene sus propios problemas, idealmente mediante un mecanismo de dolarización, símil del actual tipo de cambio fijo.
Ese es el tamaño y magnitud del desafío de corto plazo respecto de la economía, pero urge empezar con reformas con un horizonte temporal de al menos 20 años, que tomen en cuenta que el problema no es de falta de ingresos, sino de exceso de gasto; no es de falta de consumo, sino de ahorro e inversión; no es de falta de demanda agregada, sino de exceso de oferta fundamentalmente monetaria y crediticia; y que, por tanto, el giro del modelo debe ser de 180 grados, que pase de una economía cerrada y pre-capitalista de autoconsumo, a una abierta de inversión y generación de valor de mercado global.