Nadie se atreve aún a ponerle el cascabel al gato, pero lo cierto es que el Gobierno de Morales dejó la economía de Bolivia al borde de la bancarrota. Lamentablemente, para seguir con el actual modelo de estímulo de la demanda agregada hay que buscar fuentes alternativas de ingresos, que implica seguir con planes como aquel contra la Chiquitanía, más impuestos y más deuda, e incluso mediante la asistencia del FMI, como hoy en Ecuador, o peor aún, teniendo que incurrir además en la devaluación cambiaria.
El hecho de que el Gobierno de Jeanine Áñez haya logrado estabilidad en todo ámbito en digno de destacar, pero sobre todo en lo económico con José Luis Parada a cargo de Hacienda, habiéndose negado a dar la orden devaluar, y habiendo reducido el déficit fiscal de cerca del 9% al 7,7%, lo cual, a su vez, ha detenido la caída de las reservas del BCB, pero el modelo sigue intacto y la situación sigue siendo delicada. Si acaso alguna eventualidad deteriora este escenario, asumir el desafío no depende ya de la voluntad política de este o el siguiente gobierno, sino de la realidad y fuerza de las circunstancias.
Sin embargo, y afortunadamente, existe la alternativa de un modelo que parte reconociendo que el problema no está en la falta de ingresos, sino en el exceso grosero del gasto, y que ha sido amplia y exitosamente probado en el Reino Unido y los EEUU de Margaret Tatcher y Ronald Reagan, con el asesoramiento directo de Friedrich A. von Hayek y Milton Friedman; en la Alemania de Konrad Adenauer, asesorado por Ludwig Erhard y Wilhelm Röpke; en la Francia de Charles de Gaulle, asesorado por Jacques Rueff; aunque opacados por Augusto Pinochet, en el Chile de los Chicago Boys con la influencia directa de Arnold Harberger; desde luego, en la Bolivia de Víctor Paz Estenssoro, junto a Gonzalo Sánchez de Lozada y Juan L. Cariaga; y de manera más reciente, en los bálticos, con Valdis Dombrovskis.
Dirán que algo semejante no es posible por el costo político y social que implica; como muestra, un botón: Chile. Sin embargo, el problema que el país vecino sufre ya durante meses, atañe más al ámbito de la seguridad y la defensa que de la economía. En este sentido, Colombia, por ejemplo, que parece haber entendido mucho mejor el acecho permanente de la extrema izquierda de las FARC y con una posición geoestratégica considerablemente más complicada al lado de Venezuela, ha declarado a Hezbollah -sin rodeo alguno- una organización terrorista criminal para actuar en consecuencia.
Pero volviendo a la economía, el país que hoy marca el norte económico en la región es ningún otro que Brasil. Luego de que con Rousseff y el PT en el poder registrara la peor recesión de su historia con una contracción de casi el 4% del PIB entre 2015 y 2016, hoy, con Paulo Guedes a cargo de la economía, ahora la región incluso le debe a Brasil el impulso del crecimiento del 1,6% del PIB en 2020. Y no sólo eso, en 2019, Brasil logró un incremento de la Inversión Extranjera Directa nada menos que del 26%, lo que lo ubica solamente por detrás de EEUU ($251 mil millones), China ($140 mil millones) y Singapur ($110 mil millones), en el cuarto país que más inversiones privadas ha recibido en el mundo ($75 mil millones).
¿Qué fue lo que hizo Guedes? De manera decidida, cumplió con lo prometido recortando el gasto público, los impuestos a las empresas y los privilegios de los grandes sindicatos, cerrando unas empresas públicas y privatizó otras, haciendo reformas en seguridad y defensa, y además en cualquier momento termina de consolidar la reforma de las pensiones justamente al estilo chileno. ¡Todo en tan solo un año y sin revuelta alguna!
Por su parte, y al menos por ahora, Lacalle Pou también parece haber entendido muy bien el esquema. Luego de que el Frente Amplio de Mujica convirtiera Uruguay, la otrora “Suiza de América Latina”, en un infierno fiscal, está facilitando las condiciones para la llegada de capital privado fresco y de largo plazo proponiendo, por ejemplo, que 100 mil argentinos trasladen su residencia fiscal o directamente se muden a su país estableciendo ventajas fiscales como incentivo.
Curiosamente, Bolivia ya hizo muchos de los deberes estructurales que hoy asume Brasil a mediados de los 80 y de los 90, pero necesita primero enmendar sus errores y asumir un proceso de modernización que atraiga capital sobre la marcha. El ajuste y las reformas simultáneas son inevitables, y serán tan intensas por cuanto más ruinosa haya sido la herencia del MAS, pero también por cuanto más tiempo se las vaya aplazando; al menos el norte ya está claramente marcado. Empecemos al menos por sentar presencia en el próximo Foro Económico Mundial para América Latina 2020, a fines de abril en Sao Paulo.