Coronavirus: ¿ajuste y reformas u oportunismo político?

La crisis del Coronavirus ha impactado en la economía mundial, llevando a las bolsas a sufrir las caídas más pronunciadas de la historia en las últimas dos semanas. Los análisis convencionales sirven poco en entornos extraordinarios como los del Coronavirus y sus consecuencias sobre la economía, para saber si la recuperación será en V, U, L o incluso I, pero sí que es necesario advertir si los gobiernos están tomando medidas económicas que mitigarán o agravarán el impacto.

Luego de cometer los graves errores de minimizar lo que todavía no era una pandemia, tal vez en su resistencia a aplicar las reformas estructurales que se le ha exigido desde Frankfurt y Bruselas frente a su crónico problema fiscal y de deuda pública, Italia ha aplicado por fin algunas medidas orientadas en la buena dirección:

  • Suspensión del cobro de facturas de gas, agua y luz a las familias.
  • Detención del pago de impuestos a pequeñas empresas y a particulares.
  • Recortes de €500 al mes en impuestos a pymes y autónomos.
  • Deducciones en el Impuesto de Sociedades para las empresas de sectores directamente afectados.
  • En suma se trataría de una inyección de €3.600 millones, aunque también se considera un gasto extraordinario de €10.000 millones de ayudas.

En Francia, Macron ha determinado la suspensión del pago de alquileres y facturas de agua, luz y gas, €45.000 millones de ayudas para empresas y trabajadores, y €300.000 millones para créditos para empresas, además del confinamiento del país mediante militarización de las calles de las principales ciudades.

Igualmente, Alemania, la locomotora de la Eurozona, ha aplicado medidas rápidamente debido a que ya las elaboraba para no precipitar su economía, que ya se encontraba al borde de la recesión antes de la pandemia:

  • Paquete de gasto de €12.400 millones de ayudas en forma de subvenciones para empresas específicamente afectadas como Lufthansa, que ha sufrido caídas de más del 50% por la interrupción abrupta de sus actividades en medio de cuarentenas masivas.
  • Jornadas laborales parciales para reducir el coste laboral, y la garantía del nivel de sueldo previo a la crisis para impedir las bancarrotas empresariales y los despidos masivos consecuentes.

Pero Alemania ya tiene la gran ventaja de haber hecho los deberes de manera gradual hace un par de décadas: a inicios de los 2000 Gerhard Schroder lanzó en Alemania el programa Agenda 2010, continuado luego por Merkel, con una radical reforma a su estado de bienestar reduciendo la hipertrofia del aparato público, recortando agresivamente los impuestos y subsidios, limitando el déficit del estado central al 0,35% del PIB hasta 2014, prohibiendo a los gobiernos regionales tener déficit alguno desde 2020 con una enmienda constitucional, e introduciendo el Zukunftspaket, el mayor recorte de gasto público en sesenta años, además de la creación de los minijobs, puestos de trabajo temporales de bajo costo para el empresario privado.

Brasil, por su lado, es probablemente el caso que más destaca en su trabajo frente al Coronavirus, que de todas maneras se traduce en la extensión de las reformas que ya venía asumiendo desde 2019. Paulo Guedes ha presentado:

  • Propuesta con 14 proyectos de ley
  • Tres propuestas de enmiendas constitucionales
  • Reformas estructurales que reduzcan el gasto obligatorio
  • Fortalecimiento de la autonomía del Banco Central
  • Ruptura del monopolio de la Casa de la Moneda
  • Liberación del mercado del gas
  • Descentralización de recursos a gobiernos locales 
  • Programa de ’empleo amarillo verde’ para trabajadores jóvenes
  • Reducción temporal de salarios de trabajadores en caso de crisis fiscal
  • Ayuda a estados con dificultades de liquidez a cambio de medidas de ajuste

La situación ideal, sin embargo, la presentan países como Singapur, Hong Kong y Corea del Sur.

La privatización de la salud no puede seguir siendo tabú. Lo he planteado hace varias semanas. Singapur, que tiene un sistema de salud privado, no solo parece haber empezado a controlar el Coronavirus, sino que incluso parece volver a la normalidad; 243 casos, cero fallecidos.

Ahora bien, el caso de Bolivia es definitivamente delicado y peligroso, a pesar de uno que otro keynesiano despistado que busca incrementar el gasto público y abaratar aún más el crédito a cargo de más deuda e impuestos en medio de un desplome simultáneo de los ingresos, y más aún frente a la crisis del virus. 

Lo que más llama la atención es que ni siquiera ante el desplome petrolero de hace una semana, el equipo económico del Gobierno en Hacienda y el BCB ha asomado las narices para al menos manejar expectativas y reformular el programa financiero 2020. Sin embargo, es algo que se espera ver en las siguientes horas y sin mayor demora.

Bolivia necesita ingentes cantidades de ahorro luego de 14 años de una inédita farra, pero, teniendo aún el mismo modelo, si antes no llegaba un centavo de dólar de inversión, mucho menos lo harán en este enario, pero parece que, por fin, y muy a pesar de los deseos del gobierno transitorio, no hay alternativa para las reformas estructurales. Sin embargo, antes de asumir este desafío, aún habría margen de maniobra para dejar el terreno acomodado.

Aunque hubiera margen para estímulos monetarios, sería un grave error (del que hablaremos más adelante con el caso de EEUU). Se ha empezado a reclamar sobre aquella desafortunada frase de Morales sobre que construir campos deportivos es lo mismo que construir hospitales, y se lo hace con toda razón. Sin embargo, también se reclama la ausencia de fondos de estabilización; los fondos de emergencia son útiles para, por ejemplo, dotar de más laboratorios, equipamiento, incrementar la remuneración por trabajo extra a médicos, investigadores, etc., pero no fondos keynesianos de ‘estabilización’; lo peor que se puede hacer es estimular la demanda ante un shock de oferta.

Desde luego, y habrá que tener mucho cuidado, es justamente en tiempos de urgencia donde se establecen decretos de privilegio injustificado a determinadas empresas y sectores, donde todo el mundo hace la vista gorda. Las medidas de ayuda tendrán que ser específicas para empresas directamente afectadas por la crisis y que resultan indispensables en las cadenas de valor, como el transporte, pero no faltará quien quiera aprovechar la urgencia, el caos y la confusión para ejercer presión para arrancar privilegios al Estado por medio de aquella odiosa y eterna muletilla política de las “alianzas público-privadas” o simplemente por medio de la fuerza, que luego se traduce solamente en más impuestos.

Si Bolivia copia las medidas correctas de Italia, Alemania o Francia suspendiendo temporalmente facturas de agua, luz y gas, y diferimiento de impuestos, pero sin recortar gasto público estructural al mismo tiempo, el déficit volverá a dispararse y la devaluación será inminente.

Entonces, el cambio de modelo económico no es una postura ideológica antojadiza pues. Urgen reformas para asumir el desafío de las consecuencias del Coronavirus sobre la economía. Si el gobierno de Áñez hizo ya un esfuerzo grande con el sector fiscal, la realidad es que ahora, ante Coronavirus, el déficit debe ser reducido de manera drástica y ya no solo mediante recortes del gasto superfluo, sino modificando la propia estructura del gasto; urge recorte drástico de impuestos, gasto público y atribuciones del Estado sobre la economía en todos sus niveles, para ayudar a los restaurantes a sobrevivir la temporada. El desafío es muy grande, tal vez demasiado en plena carrera electoral.

EEUU da para mucho que analizar. La Administración Trump ha aplicado medidas definitivamente acertadas en línea con lo mencionado anteriormente, como el diferimiento de impuestos para los sectores afectados, como aerolíneas, cruceros, hoteles y demás sectores de la industria del turismo, pero también ha aplicado medidas que ya habían sido altamente cuestionables en otras oportunidades: ha aplicado el quinto volumen del programa de Quantitative Easing (QE5), a saber, inyecciones masivas de liquidez para estimular el las solicitudes de créditos orientados al mayor consumo posible.

¿Por qué EEUU quiere inyectar más dinero si la gente aunque tenga dinero gastará menos de todas maneras ante el establecimiento de cuarentenas masivas, aislamientos, distanciamiento social, etc?

Es la eterna magia de crear dinero de la nada para crear riqueza. Hay gente que incluso a esos niveles todavía lo cree. O peor todavía, están tratando de solventar la deuda pública sin ajustar el sector público; pretenden socializar pérdidas, sobre todo las del sector público, mediante devaluaciones no convencionales en forma de ayudas directas incluso con cheques directos a la ciudadanía en medio del caos y la confusión. Es el pretexto ideal de la clase política de toda la vida para salir intactos de la crisis.

Estoy seguro que el liberalismo ganará frente al oportunismo estatista en medio de la crisis del Coronavirus, como están pretendiendo Sánchez e Iglesias en España, donde ha habido un incremento de 1000 casos de Coronavirus en solamente 24 horas y ahora ascienden a 9191 tras minimizar por completo la gravedad del escenario, diciendo que era “una gripe más” para incitar a la gente a asistir a manifestaciones masivas el pasado 8 de marzo, pero me temo que antes veremos socialización de pérdidas con rescates innecesarios y devaluaciones a mansalva. Al tiempo.

Si alcanzar a Singapur, Hong Kong o Corea del Sur no es realista aún, me a atrevo a suscribir las iniciativas de Paulo Guedes en Brasil.