Esta columna ha sido escrita en Bogotá, Colombia, mientras las noticias relatan cómo las bandas del narcotráfico en Santa Cruz, Bolivia, vuelven a ser portada una vez más.
Y pues resulta difícil no establecer un vínculo entre lo que fue capaz de hacer alguien como Pablo Escobar en la década de los 80 y la manera en que su delincuencia ha trascendido el tiempo y el espacio.
Pero veamos primero. Lo que ha sucedido este martes y los posteriores días mientras continúan las investigaciones, es que tres policías fueron abatidos a balazos por la banda de un conocido narcotraficante de Santa Cruz, y ahora la ciudadanía vive está viviendo momentos de angustia y temor, que se reflejan a diario en todos los medios de comunicación.
Las alarmas se han prendido entre la gente porque, de una u otra manera, los hechos más violentos del narcotráfico en Bolivia solían registrarse como en los años 80 -la época del mayor auge de la cocaína- lejos, en la selva tropical. Sin embargo, ahora las balaceras y persecuciones suceden con cada vez mayor frecuencia en las ciudades, y ahora también en importantes zonas residenciales consideradas como las de mayores prestaciones de seguridad.
Esta vez la balacera fue en el Urubó, en el municipio de Porongo, a apenas 30 minutos del punto cero de la capital cruceña. Es una de las zonas residenciales de mayor crecimiento y desarrollo del país, caracterizada por haber atraído un importante flujo migratorio de todo el interior del país hasta ser considerada como las regiones de mayor plusvalía inmobiliaria desde que una iniciativa privada plasmó su visión hace más de 25 años.
En otras palabras, parece ser que el control del narcotráfico se ha perdido por completo en Bolivia. La anterior pasada los medios registraron la fuga de una docena de reclusos del narco del penal Palmasola, una de las cárceles de mayor seguridad en el país. Simplemente saltaron el muro perimetral como en las películas de Charles Chaplin, utilizando un atado de sábanas.
Algunos fueron rápidamente re-capturados, pero no sin antes ofrecer resistencia abriendo una balacera con la policía en una zona universitaria, pero la noticia terminó generando más burlas y mofas contra la policía, que alarma, rechazo y condena social de los delincuentes considerados como altamente peligrosos.
En el caso del Urubó, se detuvo a Misael Nallar, quien fue identificado como hijo de Lima Lobo, considerado como un “pez gordo” del narcotráfico, pero no fue capturado, sino detenido, porque luego de escaparse en su propia avioneta hasta el Beni, decidió volver a Santa Cruz para entregarse voluntariamente.
También de manera curiosa, un juez decidió liberar esta misma semana a uno de los dos detenidos más peligrosos del caso de Las Londras, donde se secuestró y torturó a empresarios, policías y periodistas, hace solamente unos meses, caso sobre el que existe denuncia, pruebas y testigos en abundancia.
Pero a pesar de que la matanza del Urubó se trata de una serie de noticias todavía en desarrollo, no será extraño que en pocos días sean olvidadas tanto por los medios como por el conjunto de la ciudadanía, así como ha sucedido con otro sinnúmero de hechos similares, simplemente porque la ciudadanía así lo decide, porque se les ha permitido a los narcos ser parte de su entorno mientras exista financiamiento para sus degeneradas fiestas.
El símil con la Colombia de los 80
El poder cocalero en Bolivia no había llegado tan lejos como Pablo Escobar en Colombia, poniendo bombas en aviones de vuelos comerciales o coches bomba en las principales ciudades del país. Su ámbito de acción se desarrolló siempre en zonas rurales del Chapare cochabambino con el bloqueo continuo de las principales carreteras el país en los años 90. Pero ya en los 2000, junto contras organizaciones del resto del país y sobre todo del altiplano, se trasladaron a las ciudades para instalar auténticas guerrillas urbanas como las de la Guerra del Agua o Febrero Negro y Octubre Negro de 2003, que provocaron el derrocamiento del entonces presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada.
Es decir, el poder del narcotráfico tiene alcances insospechados, pero al mismo tiempo, y contrariamente a lo que se dijo del Chapare hace unos días, que parecía un “México chico”, las similitudes de lo que sucede en las ciudades parecen ser mayores con la Colombia de Pablo Escobar en los años 80.
Eso sí, Escobar no logró tomar todas las instituciones estatales del país bajo su mando como lo ha hecho el poder cocalero del MAS en Bolivia, que tiene en sus manos los poderes Ejecutivo, Legislativo, e indudablemente también el Judicial.
No se trata de simples hechos aislados
Pues si acaso en Bolivia todavía no se han perdido determinados valores para condenar socialmente al narcotráfico, para combatirlo es necesario entender su verdadera dimensión, que supera con mucho las fronteras de este país.
Para empezar, es cuanto menos curioso que todo esto suceda luego de que Evo Morales, jefe cocalero del Chapare, estuviera acusando durante meses al gobierno de Arce Catacora de estar encubriendo al narcotráfico luego de publicar unos audios de la policía como supuesta evidencia, y de que además haya estado fustigando a su ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, de ser un “cómplice de la derecha y del imperio” y de estar “trabajando para la DEA”, y que, al mismo tiempo no exista investigación de oficio alguna al respecto por parte del Ministerio Público.
Total, no es necesario insistir en que ya es cada vez más difícil que los hechos de violencia sean protagonizados incluso por la propia policía, y como pequeña prueba de esto están los casos de los exfuncionarios gubernamentales René Sanabria hace unos años o Maximiliano Dávila (señalados por vínculos con el narco) a inicios de año, pero no se ha vuelto a saber nada sobre este último.
De forma simultánea, y también mientras toda la Comunidad Internacional en su conjunto se hace eco del ajusticiamiento inmisericorde que recibe la expresidente Jeanine Áñez, liberaron a uno de los de Las Londras.
Pero lo que más debe llamar la atención de todo esto, es que el narcotráfico ya no solo es tratado y considerado como la práctica más común en la vida cotidiana del conjunto de la ciudadanía, sino que es cada vez más difícil estar alejado de él. No es que cada uno de los habitantes del país se esté dedicando al tráfico de narcóticos, aunque sean cada vez más quienes parecen estar dispuestos a ceder ante esa peligrosa tentación, sino que, entre otros aspectos, el narco es también toda una industria de lavado de activos a lo largo y ancho del país, y sobre todo en Santa Cruz, según dicen los más entendidos en la materia.
Se ha perdido todo escrúpulo. Cada vez es más común encontrar gente que alardea de fortunas construidas de la noche a la mañana sin poder justificar su origen, pero también sin tener que dar mayores explicaciones.
Entender el esquema del narcotráfico en su entera dimensión
La figura de los narcotraficantes ha terminado siendo incluso admirada y venerada por toda América Latina a través de uno que otro documental sin mayor trascendencia en canales de cable como Discovery Channel, hasta decenas de películas y series de Netflix que ya sin sutileza alguna exaltan la figura de narcotraficantes como Escobar y su estilo de vida hoy en día.
Nada de esto sería un problema -es parte de la libertad de expresión a fin de cuentas- si hubiera conciencia sobre los alcances de la delincuencia en todo ámbito, pero la combinación especialmente explosiva del narcotráfico y las promesas de crear el cielo sobre la tierra que ofrece el socialismo -convenientemente llamado “populismo” por quienes gustan de los eufemismos para lavarle el rostro- desde la política han terminado destruyendo los valores fundamentales de la vida, la libertad y la propiedad privada que se solía respetar al menos con mayor frecuencia antes de Morales en el poder.
Morales no se atrevió a poner bombas en aviones de vuelo comercial o carros bombas en las ciudades, ni Escobar llegó a ser presidente de Colombia, y quién sabe cuál hizo más daño desde su propio ámbito de acción, pero es indudable que el desafío de combatir el crimen en la región ha adquirido un cariz especial recientemente con la elección de Gustavo Petro a la presidencia.
Petro, el comunista y guerrillero del M-19, amigo y asesor de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que tiene cuota parte en su adoctrinamiento, es amigo de Morales. Se ha pronunciado en su favor en numerosas ocasiones, y para él hubo golpe de Estado contra el jefe cocalero en 2019, no un fraude monumental, como afirma toda la Comunidad Internacional. Así que tampoco será extraño que el auge del narcotráfico transnacional se detenga pronto, así que lo mínimo que se espera para contener el auge del narcotráfico socialista, aunque sea en pequeñas proporciones, el repudio social en todo lugar donde actúan.
El avión venezolano-iraní detenido en Argentina que Bolivia tenía que rescatar
Es increíble que en Bolivia esta noticia no haya generado repercusión alguna, pero tiene que ver con algo muy grave que pasa en la región desde hace muchos años, pero afortunadamente la prensa argentina se ha encargado de la mejor manera.
Hace un par de semanas, un avión venezolano-iraní de Emtrasur fue detenido en Buenos Aires luego de una alerta enviada por las autoridades del Tesoro de Estados Unidos, sobre el ingreso de un avión con matrícula observada y con sanciones.
La alerta la recibieron Paraguay, Uruguay y Argentina, pero no fue sino hasta que el vuelo con una tripulación de la organización terrorista de la Fuerza Quds de Irán, apagó el transponder para pasar desapercibido en los radares y girara a último minuto hacia Córdoba “debido a malas condiciones climatológicas”.
Para empezar, el avión de carga decía llevar paquetes de cigarrillos hacia Aruba, pero para Joseph Humire, especialista en materia de seguridad y defensa, y contraterrorismo, director del Center for a Secure Free Society (SFS) en Estados Unidos, el hecho de que en realidad estuviera llevando autopartes y no cigarrillos, y que el aterrizaje fuera en Córdoba, es para llevar adelante un operativo militar secreto vinculado al programa de drones de Venezuela en el que Irán colabora directamente, pues allí se encuentra una importante fábrica de armamento militar argentino.
Las investigaciones en Argentina se siguen desarrollando mientras la tripulación de aquel avión está detenida, pero lo que se ha descubierto hasta el momento es la confirmación de que el comandante del avión es miembro de una fuerza terrorista iraní, que además guardaba material al respecto que lo delata.
Pero más interesante todavía es el hecho de que no mucho tiempo después de esta detención en Argentina, llegó un vuelo de Conviasa, línea comercial vinculada a Emtrasur y también sancionada, aterrizó en Viru Viru, Santa Cruz, para recoger a esta tripulación. Más tarde también se supo que en vez de que fuese Conviasa la que recogiese a esta tripulación, realmente era un avión de Boliviana de Aviación (BoA) la que lo tendría que haber hecho, pero a dicho avión luego se le habría negado el permiso de vuelo.
¿Cuándo será que la ciudadanía no solo en Bolivia, sino en toda la región latinoamericana caiga de una vez en cuenta de la verdadera dimensión del problema de que quien realmente ha terminado tomando el poder es el terrorismo narco-socialista?
Lo que le sucedió a Sánchez de Lozada en 2003 es lo que le sucedió a Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Iván Duque y ahora Guillermo Lasso da cuenta de todo esto. No queda más que seguir abundando en la materia para seguir advirtiéndolo, hasta que las cosas caigan por su propio peso.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera, el 24 de junio de 2022.