El destacado analista económico Mauricio Ríos García conversó con OH! sobre los anunciados nubarrones que asoman tanto para la economía planetaria como para la boliviana. Ríos marca en ambos casos los riesgosos límites a los que se ha llegado y sus posibles consecuencias.
-He visto algunos reportajes y también análisis que señalan a 2023 como un año muy complicado para la economía global. ¿Qué tan realistas son esas previsiones?
-No sólo que son realistas, sino que las proyecciones oficiales de organismos, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), son siempre más optimistas que el consenso. Siempre van por detrás del consenso. Peor aún, se ha construido la narrativa de que detrás del incremento de la inflación está la guerra de Putin contra Ucrania. Pero, en realidad, los grandes culpables de una nueva recesión, luego de los encierros masivos y forzosos de 2020, son los bancos centrales y los gobiernos.
Ellos afirmaron que lo que se necesitaba era aplicar el mayor plan de estímulo coordinado de la historia. El mayor problema de esto es que están perdiendo credibilidad con el incremento acelerado de tasas de interés para tratar de controlar la inflación. Esta se encuentra en máximos de 40 años. Si los principales organismos pierden credibilidad debido a que, entre otras cosas, afirmaron durante 2020 que no habría inflación como consecuencia de sus estímulos; o, durante todo 2021, que sería transitoria; en 2023 será muy difícil manejar expectativas de que tienen la inflación bajo control.
En 2023 será definitivamente peor que 2022. La pregunta ya no es si habrá o no una nueva recesión global, sino cuánto va a durar y qué tan intensa será. El escenario de estancamiento inflacionario es inminente, y los bancos centrales se verán forzados a seguir incrementando tasas de interés para controlar la inflación. Lo harán, incluso, si eso significa provocar una mayor recesión a la estimada en un principio.
-¿Hay el riesgo, como algunos dicen, de un shock del patrón dólar y una de guerra de divisas basadas en un reposicionamiento del patrón oro?
-No, en absoluto. Los factores que tienen que darse previamente para que el dólar deje de ser moneda internacional de reserva son demasiados como para afirmar cosa semejante. Yo he estudiado esta posibilidad profundamente desde la Gran Recesión. Lo único que puedo decir es que, paradójicamente, a pesar de su gran proceso devaluatorio, el dólar sigue siendo muy demandado.
Si acaso el dólar deja de ser moneda internacional de reserva, será, entre otros aspectos, porque Estados Unidos desechó los valores sobre los que fue fundado. El análisis no se resume simplemente a aspectos utilitaristas o juegos de suma cero, sino institucionales, culturales, geopolíticos, etc. En suma, el dólar estará entre nosotros durante mucho más tiempo.
-¿Cree que pueda haber un reposicionamiento de las monedas digitales?
-Hay que diferenciar a las monedas digitales que, sobre todo, a partir de 2023, los principales bancos centrales del mundo pretenden implementar, de las criptomonedas. Las primeras están diseñadas como mecanismo de control de la ciudadanía. Son un experimento de ingeniería social perverso, pero que, siendo tan ambiciosos en su alcance, soy escéptico sobre sus posibles resultados. El caso más interesante para analisar y sobre el cual estar pendiente es el del PBOCh.
Están también las criptos como Bitcoin. Para sorpresa de muchos de mis clientes y seguidores, y desde hace varios años, siempre me he mostrado como un escéptico respecto de su alcance. He sugerido mucha cautela para considerarlo como un activo de refugio de valor frente a la inflación o posible fin irreversible de las monedas fiat que emiten los gobiernos a través de sus bancos centrales. Lamentablemente —y digo “lamentablemente” porque me hubiera gustado mucho que funcione— han demostrado no ser un refugio de valor. Más aún en un entorno en el que se supone que tendrían la mejor performance posible.
Pero son un activo procíclico más que, paradójicamente, opera al alza en cuanto los bancos centrales estimulan la economía y, a la baja, cuando dejan de hacerlo. No creo que Bitcoin, por ejemplo, vaya a desaparecer del todo. Pienso que permanecerá, pero luego de una caída de casi el 80 por ciento después de máximos. Ahora que cuenta con cada vez menos confianza del público, de ninguna manera será la “salvación de la civilización”, como más de uno de sus promotores se atrevió temerariamente a afirmar.
-¿Qué riesgos corren las economías latinoamericanas frente al escenario económico que se va estructurando hacia 2023?
-El riesgo de las economías latinoamericanas es que se sigan deteriorando, debido a que no hicieron los deberes antes de una nueva crisis global. Parece que en América Latina no hubiéramos aprendido nada. A diferencia de la Gran Recesión, cuando los grandes capitales llegaron encontrando refugio en la región frente a las tasas de interés extraordinariamente bajas durante demasiado tiempo en las primeras economías, y muy a pesar de los riesgos, ahora Latinoamérica observa cómo esos grandes capitales abandonan la región.
Se van no sólo porque en las primeras economías están subiendo tasas, sino porque los riesgos son considerablemente más elevados. Ello, por haber gastado demasiado, haber acumulado demasiada deuda y déficits fiscales, y haber devaluado sus monedas sin medida, y, más aún, por persistir en estos errores. Un claro ejemplo de esto es Brasil. Allí Bolsonaro y su ministro Guedes hicieron un gran esfuerzo por asumir ajustes y reformas.
Los resultados comenzaron a verse desde mediados de este año mostrando una tendencia exactamente inversa a la de la economía global. Comenzaron a crecer sólidamente y a reducir la inflación de manera sistemática. Pero ahora que Lula ha ganado las elecciones ha comenzado a destruir la economía sin haber siquiera haber asumido el mandato todavía.
-¿Y cómo Lula ya está afectando a la economía brasileña?
Ha anunciado unos planes de gasto lo suficientemente grandes para espantar a los capitales, provocar grandes caídas del real, caídas en la cotización de Petrobras, en el Bovespa, etc. Está generando mucha preocupación sobre el futuro de corto y mediano plazo del Brasil. El resto de países en la región presentan los mismos problemas.
Ya ni hablemos de Argentina o Venezuela, sino de Chile, con Gabriel Boric, o Colombia, con Gustavo Petro, u otros, como Ecuador, con Guillermo Lasso, quien aplicó políticas gradualistas. Pero, al menos, resiste ante los intentos de derrocamiento de grupos de presión que responden a las “brisas bolivarianas” que advirtió Diosdado Cabello hace dos años.
-¿Dónde estarían los puntos más críticos en Sudamérica?
-En la falta de capacidad para atraer y retener grandes capitales privados internacionales para que inviertan en la región a largo plazo con suficientes incentivos y garantías, sin que sufran confiscaciones antojadizas por parte de gobiernos típicamente socialistas.
-¿Cómo afectaría esa coyuntura específicamente a Bolivia?
-Si Bolivia ve su propia crisis agravarse, será porque no fue capaz de solucionar sus propios problemas, no por el agravamiento de la crisis internacional. Entre otros aspectos, Bolivia no ha sido capaz de convertirse en el “anillo energético de la región” que alguna vez se propuso. Ahora no tiene ninguna posibilidad de hacerlo. El litio no pasa de ser otra propuesta demagógica más.
La crisis internacional es solamente un factor agravante, aunque importante. Bolivia sigue pensando que sus problemas son por falta de ingresos o de capacidad para conseguir financiamiento externo en medio de una carrera de incrementos de tasas. Pero, en realidad, su principal problema es un altísimo exceso de gastos.
-Varios de los indicadores de la economía boliviana la ponen cerca de una crisis, sino de un colapso. Sobre ello ahora se suman los efectos del conflicto que hubo por el censo. Los pasados dos años, de alguna manera, se capeó ese temporal. ¿Cree que aún se pueda resistir la coyuntura 2023 o qué tan cerca estamos de un inevitable sacudón económico?
-Esa es la gran pregunta del millón, pero la he ensayado única y exclusivamente para mis clientes.
-¿Qué medidas o factores han permitido la relativamente prolongada estabilidad de la economía boliviana mientras que en varios de los países del entorno se produjeron fuertes crisis?
-Se lo debemos todo al tipo de cambio fijo. Es un acierto no intencionado de Luis Arce, pero no puede sostenerse si al mismo tiempo se mantiene el mayor nivel de gasto público posible. Arce quiere lo mejor de los mundos: gastar a manos llenas y mantener baja inflación, pero es simplemente imposible. Tendrá que elegir tarde o temprano.
-¿Cuál o cuáles son los principales factores que están precipitando la economía boliviana?
-El gasto público a manos llenas, sostener las tasas de interés extraordinariamente bajas durante demasiado tiempo. También demasiado endeudamiento, demasiado tiempo con un déficit fiscal demasiado elevado. Asimismo, la falta de institucionalidad, la absoluta ausencia de estado de derecho, la violación permanente y sistemática de los derechos humanos, la falta de apertura económica al mundo.
-¿Qué medidas se deberían tomar para evitar que la situación económica boliviana empeore?
– Asumir ajustes y reformas estructurales que le den un giro de 180 grados al Modelo Económico Social Comunitario Productivo Boliviano, que está zombificado.
Entrevista originalmente publicada en la revista OH! del diario Los Tiempos, el 4 de diciembre de 2022.