«To invest when others are despondently selling and to sell when others are greedily buying requires the greatest fortitude but pays the highest rewards» — Sir John Templeton
Lo primero a tener en cuenta para saber cómo actuar en entornos de crisis económica generalizada, pánicos bancarios y bancarrotas, es que la causa subyacente de la mayoría de las crisis bancarias -por no decir que todas- es la intervención gubernamental en el sector bancario y financiero.
La excesiva regulación bancaria, el respaldo gubernamental y más aún la creación de la gran mayoría de bancos centrales durante el siglo XX, han generado incentivos perversos y riesgos morales para los bancos comerciales y de inversión que provocan una serie de errores cualitativos de inversión, que llevan al público hacia el malinvestment, hacia a una mala asignación generalizada de recursos, al comportamiento irresponsable y temerario por parte de los inversores, los propios bancos y sus clientes.
Entonces, aunque el proceso resulte muy doloroso y políticamente incorrecto, la postura más recomendable ante los problemas creados por los bancos centrales y sus gobiernos, es no rescatar a los bancos. Lo explico en 4 puntos.
- Primero porque la práctica excesivamente riesgosa de estas entidades no se detendría nunca, no habría incentivos para que dejen de incurrir en operaciones riesgos que de otra manera no serían posibles.
- Por otro lado, el dinero que se utiliza de una u otra manera para rescatar a los bancos, es dinero del contribuyente, lo cual no se traduce en otra cosa más que en la socialización de pérdidas donde justos pagan por pecadores.
- Además, el mecanismo más conocido para intervenir el sistema y rescatarlo cada que uno u otro banco relativamente grande fracasa, sobre todo desde la crisis de Lehman durante la Gran Recesión, es el Quantitative Easing o la masiva monetización de deuda. Es decir, las devaluaciones en el mercado secundario no son otra cosa más que un mecanismo de autofinanciamiento estatal destinados al gasto público, y una transferencia forzosa de riqueza desde ahorradores hacia operadores irresponsables y sin escrúpulos (porque saben perfectamente lo que hacen).
- Dejar caer a los bancos en bancarrota no es simplemente lo correcto, sino que también tiene componentes prácticos: las quiebras de tal o cual banco permitirían primero una verdadera purga de los bancos más débiles y problemáticos, y luego permitiendo también una reasignación más efectiva -nunca perfecta- de los recursos hacia aquellos bancos que han sido más cuidadosos durante del auge previo, y que, por tanto, son relativamente más solventes y productivos.
Ahora bien, teniendo en cuenta esta postura no solo es posible tener una mayor capacidad de diagnóstico sobre lo que sucede en un entorno de crisis, sino que además invita a, en vez de patalear por la leche derramada, involucrarse activamente en el proceso de esa necesaria reasignación de capital que surge a partir de un pánico bancario o de una bancarrota, y tener mayor capacidad de discernimiento en la búsqueda de oportunidades de inversión en empresas o sectores que se han visto afectados por el pánico bancario de manera injusta (porque el mercado suele castigar a todos por igual), entre activos subvalorados o empresas que se espera que se recuperen a mediano o largo plazo.
En otras palabras, si acaso se trata de evitar los efectos de una crisis zombificando la economía, no sólo que se evita el necesario saneamiento del sistema bancario y financiero y el conjunto de la economía, sino que se elimina la posibilidad de que grandes empresarios e inversores puedan recapitalizar el sistema lo antes posible y sin prolongar la agonía.
Finalmente, es muy importante destacar que estas son solamente algunas de las ideas y estrategias básicas que un economista liberal y un inversor contrarian podrían adoptar. Como con cualquier asesoramiento de inversión, es importante que cada quien realice su propia investigación y análisis antes de tomar cualquier decisión de inversión.
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