¿Qué tanto éxito puede tener la moneda común de los BRICS?

El mundo se está poniendo nervioso con los anuncios ya no solo de China y Rusia, sino del conjunto de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), de adoptar e introducir una moneda común en la cual realizarán sus transacciones comerciales, tratando de dejar de lado el dólar estadounidense y, por tanto, ir reduciendo el poder hegemónico global de Estados Unidos.

La verdad es que esto no tiene nada de conspiranoico. Yo he investigado mucho sobre estp y he escrito también en mi libro La Década Perdida de Occidente, publicado ya en 2015 en Madrid. Por cierto, me encantaría publicar una continuación o una segunda parte del libro con todo lo que está pasando. Ya me sentaré a discutirlo con mis excelentes amigos de Unión Editorial.

Lo que dije ya en ese entonces es, básicamente, que, si China y Rusia seguían por el camino de acumular cada vez más oro físico para respaldar, aunque sea parcialmente sus monedas, realmente podrían terminar haciéndole daño al dólar. Sin embargo, también ha pasado cierto tiempo desde que dije esto. No quiero decir que he cambiado de postura, sino que he robustecido mi postura.

Vamos a ver, hoy me muestro un poco más escéptico sobre el éxito que pueda alcanzar esta nueva moneda común entre los BRICS, porque para sustituir al dólar como moneda internacional de reserva necesitan bastante más que el hecho de que todo el mundo se ponga de acuerdo en no utilizar el dólar. Estos países primero tendrían que ofrecer todo lo que Estados Unidos ofrece, tendrían que primero tener la misma capacidad de generar riqueza o incluso más que Estados Unidos.

China, para empezar, tendría que ser libre de la cúpula del Partido Comunista, Rusia de la oligarquía y amigotes de Putin, y abrir sus economías al mundo como mínimo.

Esto es así porque yo mismo he aprendido de las propias lecciones que enseño, y ahora ya me es más fácil practicar lo que predico, que es que la economía no se trata sobre cosas y objetos materiales, sino sobre acciones e interacciones humanas, de instituciones, de un entorno institucional apropiado para generar riqueza, y luego recién sobre cosas y objetos materiales. En Estados Unidos este entorno está garantizado por esos extraordinarios documentos de los Padres Fundadores que constituyen el mejor invento del mundo de los últimos 250 años, la Declaración de Independencia y la Constitución.

Para hacerme entender mejor, no vayamos a la propia Constitución de Estados Unidos, sino al espíritu con el que fue escrita, que es mejor expresado por nadie menos que Adam Smith en la misma época en La Teoría de los Sentimientos Morales y La Riqueza de las Naciones.

Adam Smith ha sido deliberadamente mal interpretado por sus detractores, y ha sido más fácil en la medida que nadie ha leído realmente a quien es considerado como el padre de la economía. Smith no ha sido perfecto, pero si algo ha hecho bien ha sido expresar aquello de lo que trata la economía. En otro momento hablaremos del tratado de economía de Ludwig von Mises, La Acción Humana, o el ensayo de Lo Que Se Ve y Lo Que No Se Ve, de Frederic Bastiat. 

Concretamente, lo que Smith dijo no fue que hay una “mano invisible” que organiza toda la economía como para que un millón de personas tuvieran qué comer, sino que hay un proceso de mercado mediante el cual, si cada uno de nosotros persigue su propio interés, habrá división del trabajo y especialización, luego libre intercambio y, finalmente, qué comer. Es la combinación de la división del trabajo, el libre comercio y la propiedad privada la que permite generar riqueza, no lo que determine tal o cual gobierno, nuevamente. La riqueza no se crear ex novo bajo mandatos coactivos de los gobiernos, sino más bien bajo un orden espontaneo de respeto y cooperación.

Más todavía, Smith dice que si observamos a la gente se puede notar en ella que siempre quiere mejorar su propia condición. Esa es la fuente de la creación de riqueza. El mercado consiste en servir primero a los demás, en identificar oportunidades de solucionar problemas de gente que uno ni siquiera conoce, a cambio de un legítimo beneficio. Si yo quiero comer primero tengo que pensar en cómo ganarme una fuente de ingresos consistente, permanente, y eso solamente se logra encontrando maneras de servir primero a los demás en un marco o juego institucional que se llama mercado.

Esta idea Smith la transmitió mejor con una frase muy famosa: “no es de la benevolencia del carnicero, el panadero y el cervecero que esperamos nuestra cena, sino del cuidado que ellos mismos pongan en su propio interés de vender pan de buena calidad, porque, de otra manera, no venden nada, nadie les compra nada. La gente no apela a la generosidad de los demás, sino a su propio interés de mejorar.

Es decir, si no nos gusta el dólar ni Estados Unidos, será pues muy difícil apelar a los bienintencionados actos de Putin y Xi Jinping y el Partido Comunista Chino.

En todo caso, si hay una amenaza real contra Estados Unidos, esa proviene del propio corazón de los Estados Unidos. Si yo fuera un gran estratega ruso, espía, conspirador, por ejemplo, lo primero que haría es boicotear la moneda estadounidense, primero monopolizando su emisión, y luego la iría depauperando lo más rápido posible, la devaluaría con cualquier motivo.

Tratar de crear una moneda para que trate de competir con el dólar estadounidense, incluso si está respaldada en un 100% por oro físico, es una pérdida de tiempo, y peor aún, provocaría serios problemas de balanza de pagos en mi propio país si acaso soy de Rusia o China, porque la fuga de activos que habría hacia el resto del mundo sería incontenible, y habría fuga de activos porque estos países no ofrecen seguridad alguna para esos activos no ofrecen el entorno institucional sobre el cual se ha erigido Estados Unidos no como una nación poderosa, sino como una sociedad con una capacidad de generar riqueza como nunca antes se ha visto en la historia de la humanidad. Los primeros que quieren quedarse con el dinero de la gente son justamente las cúpulas del poder en el Partido Comunista Chino y los amigotes oligarcas de Putin.

Entonces, la única manera real de plantar cara a Estados Unidos es ser mejor que Estados Unidos, compitiendo con las mismas reglas de juego, no tirándole bombas. El mundo se está asustando sobre todo por el contexto en el que se hacen estos anuncios. Toda la propaganda y mensajes subliminales de China, Rusia, y -me olvidaba- de Irán y Arabia Saudita, son altamente eficientes. 

El éxito de una moneda común de los BRICS y amigos estará determinado por el público, por el mercado, no por tal o cual gobierno y el cuerpo tecnocrático que lo acompaña. Sí, esta moneda fastidiaría a Estados Unidos, y mucho, pero de la misma manera que a cualquiera que no le gustan las cosquillas. Estados Unidos no tendrá su moneda respaldada por oro físico, pero sí por un entorno institucional extraordinario que garantiza la libertad individual de sus ciudadanos… todavía.

A todo esto, si hay algún experimento al cual temer por su alcance, aunque no necesariamente por su éxito (es decir, en el camino a su implementación forzosa pueden romper suficiente cantidad de cosas), son las Central Bank Digital Currencies (CBDC), asunto sobre el que ya hemos hablado antes, aunque abundaremos en ello más adelante.

Frente a este entuerto lo atractivo es la inversión en oro físico, y además como una parte de todo un portafolio de inversión, y si quiero oro físico, ¿por qué me molestaría en dar toda una vuelta buscando la moneda de los BRICS? ¿No te gusta el dólar? Busca oro.

En suma, un inversor internacional con un enfoque interpretativo liberal, que esté interesado en las oportunidades de inversión en países y empresas que respeten aquel entorno institucional del que hablaba Adam Smith y sobre el que los Padres Fundadores se encargaron de erigir un nuevo país, tiene que permanecer vigilante sobre los ataques de quienes no comparten esos valores, pero tampoco tienen que vivir pendientes de la propaganda que busca desafiar sus propias convicciones.