El tema sobre convertirse en sujeto de microcrédito y ser beneficiario o no de un bono directo es parte de un viejo debate sobre el asistencialismo del Estado en materia de políticas públicas, un viejo debate en torno a si a la gente realiza mejores decisiones con caña de pescar o con pescados.
Los argumentos van de ida y vuelta. Unos manifiestan no estar de acuerdo con el pago del Bonosol porque tendría que ser el Estado quien se encargue de la educación y salud de su población. Los otros aseguran que es la misma gente la que decide mejor sobre lo mismo. Sin embargo, ¿cuál ha sido la experiencia en Bolivia con ambas posiciones?
Tener un Estado que decide por la gente y que, sobre todo, tiene plena disposición de los recursos económicos, ha ocasionado que en la década del 70 el aparato productivo se debilite con la minería, los hidrocarburos y el sobreendeudamiento hasta mediados de la siguiente década. Aquellos hechos concluyeron en la adopción de la Nueva Política Económica mediante el D.S. 21060. “Bolivia se nos muere”, dijo Víctor Paz Estensoro al asumir su último mandato, alegando la necesidad de adoptar medidas prácticas, radicales e inmediatas.
Además, si los recursos los gestiona el Estado, en realidad se convierten en botín para sus administradores, pero si aquellos recursos son distribuidos a la gente con menores oportunidades en forma directa, se generaría un impacto significativo.
Martín Sivak, en “El Dictador Elegido”, investigó entre los archivos de Marcelo Quiroga Santa Cruz y resumió algunos de muchos casos fraudulentos de la época haciendo referencia a aquel botín. En el período 1971-78 YPFB habría dejado de percibir 83 millones de dólares por vender gasolina al precio de petróleo crudo; La autopista La Paz – El Alto, que fue construida inicialmente a un precio de 7 millones de dólares, al final subió hasta 34; entre otras irregularidades en el Banco Agrícola de Bolivia, se realizó préstamos que ascendían a más de 19 billones de dólares y que nunca fueron reintegrados.
Para el caso contrario del Bonosol existen por lo menos 6 estudios que demuestran su viabilidad. Uno de ellos concluye que el efecto ha sido favorable en términos de reducción de la pobreza, incluso más en los hogares de los sectores rurales que en los urbanos y que, aunque todavía de pequeño impacto, el sector productivo se vio beneficiado al poder acumular capital por el pago de este bono.
Lo curioso es que los motivos por los que Muhammad Yunus recibió el premio Nobel de la paz en 2006, encierran una inclinación hacia las soluciones que la gente consigue al administrar sus recursos. El profesor Yunus es fundador del Banco Grameen que proporciona microcréditos que “inventivan el desarrollo económico y social desde abajo”, beneficiando a tres millones y medio de personas, mujeres en su gran mayoría.
Hoy nuestro gobierno pretende retroceder a los años en que los administradores del Estado hacían de las suyas porque el dinero brillaba frente a sus ojos. Además, si de pensar en el conjunto de las personas se trata, ¿por qué no tomar ejemplo del nuevo Nobel de la paz 2007, compartido por Al Gore y el Panel Intergubernamental en Cambio Climático? Lo recibieron por educar a la gente sobre los peligros que corre la humanidad con el Efecto Invernadero. Pero no me refiero a que Morales hubiese sido premiado por su incansable trabajo al apagar los incendios forestales, aunque que podía haber sido el único fundamento sólido para su nominación. Nadie premiaría a quien sospechosamente pretende acaparar los recursos.
Resulta penoso que en Bolivia estemos lejos de recibir un premio Nobel, tal vez porque estamos lejos de dar solución real a los problemas de la gente. En detrimento del presupuesto prefectural no es la forma, pero no está mal defender el Bonosol, ya que resulta ser una solución real que premia a quienes lo invierten prudentemente.
Artículo publicado en Los Tiempos.
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