Hostil y perverso sistema inflacionista

Si a partir del momento en que el socialismo consiguió el poder a usted le preocupó la gestión del Gobierno o del Banco Central de Bolivia (BCB) sobre la inflación o la deflación, le plantearemos una idea de por qué insisten en tratar este tema de una manera tan displicente y cómo es que la falsa doctrina de moda no garantiza una economía estable.

La actual política monetaria y el camino hacia la completa planificación están orientados al inicio de la ‘inundación’ del crédito barato. El BCB acaba de poner en vigencia un nuevo reglamento de encaje legal que reduce las tasas de un 12% a un 6%, con la idea de “liberar recursos para préstamos (solamente en bolivianos) y que las tasas de interés sean menos elevadas”.

¿Quiénes son los que realmente necesitan ese crédito barato? Aunque el emprendedor desea montar un nuevo negocio u otra persona quiere vender su casa a un mejor precio, no son ellos quienes más lo necesitan, sino los políticos.

El primer objetivo es el de garantizar la campaña. Es por esto que los defensores del control público no pueden prescindir de la inflación a fin de financiar su política de derroche. El efecto inflacionario (o deflacionario en este caso) es un buen pretexto para implantar el control de precios e ir implementando la más abusiva planificación de las cuentas de unos individuos por otros.

El segundo paso es aún más perverso, pues se trata de la propaganda subversiva. Ya que la economía de mercado la asumen sin planes, o porque el dinero es el medio de cambio comúnmente aceptado, cuya esfera de acción es la de las transacciones mercantiles efectuadas por individuos basándose en la propiedad privada de los medios de producción y la división del trabajo, ésta debe ser unánimemente condenada, para que más tarde la confiscación de todas las rentas de una cuantía superior a la que consideran justa aquéllos que tienen una renta menor, gradualmente sea una realidad.

Es lo que predican los ‘zares’ económicos al servicio de la conspiración contra la democracia y la libertad, aquéllos que recetan el expansionismo, el dinero de curso forzoso y la manipulación del sistema monetario y crediticio como el medio más seguro para alcanzar la prosperidad; aquéllos que acusan al comercio de especular con las consecuencias de la inflación.

Lo lógico en tiempos de crisis (porque el blindaje es sólo de papel) es ahorrar o ajustarse el cinturón, y así todo el ahorro que la economía privada estuvo generando pueda convertirse en crédito destinado a financiar la recuperación, o a asumir un mayor impacto recesivo, pero si lo que se quiere es una economía estable, la reconstrucción monetaria presupone ante todo la repudiación de las políticas inflacionistas.

Este sistema no admite –y nunca lo hará– que los últimos tres años y medio de gasto generarán déficit más temprano que tarde. Es cierto que hablan de poner fin a la inflación, pero es solamente una más de las distracciones fútiles a las que ya nos tienen acostumbrados. La manipulación monetaria es ahora el gran bulto debajo de la alfombra, y recurrirán a ella cuantas veces sea necesario.

Artículo publicado en El Deber.

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