Respuesta de un austríaco de Bolivia a Simon Wilson – Parte 1

El Instituto Ludwig von Mises es un think tank de Auburn, Alabama, cuya producción de conocimiento científico liberal y de análisis de coyuntura económica he venido siguiendo durante aproximadamente doce años ya. He estado de acuerdo con casi todo lo que he leído, tanto que ha sido muy importante para mi formación profesional. Entiendo que ha habido algunos cambios en el instituto durante los últimos años, pero en esta oportunidad me sorprende la publicación de un último artículo titulado What’s Driving Bolivia’s Booming Economy, escrito por Simon Wilson. El problema fundamental con este artículo que parece ajustarse sólo de manera relativa a algunos de los principios liberales que dicho instituto trabaja para analizar la economía boliviana.

Lo primero que llama la atención es que para analizar la economía boliviana Wilson no se remite a elementos fundamentales como el respeto por los derechos individuales de propiedad privada, ni se refiere a conceptos fundamentales del poderoso herramental teórico de Ludwig von Mises, como bajas tasas de interés, inflación, nacionalización monetaria, malinvestment, banca de reserva fraccionaria, etc. ninguno de estos elementos ha sido central en su análisis, sino que Wilson ha preferido sostener argumentos políticos débiles antes que económicos sólidos, siendo una víctima más de la enorme propaganda internacional montada por el gobierno de Morales para fundamentalmente terminar endeudando ilegítimamente a su ciudadanía mediante la emisión de bonos en los mercados de capitales que tanto demoniza.

Lo que Simon hace de entrada es realizar concesiones innecesarias a Morales y su gobierno sosteniendo que este no sería un socialista latinoamericano a la antigua, sino que se habría constituido en un socialista al estilo nórdico inclinado políticamente no sólo hacia el pragmatismo, sino que a pesar de la retórica mediática su gobierno además ha terminado favoreciendo la libre iniciativa empresarial.

Pues vamos a ver. Si por casualidad la defensa del pragmatismo realmente tuviera algo que ver con la defensa de la libertad en el más amplio sentido de la palabra, lo que pudiera destacarse del gobierno de Morales es el haber mantenido, muy probablemente sin advertirlo siquiera, gran parte de las reformas estructurales de finales de los años 80 y principios de los 90, luego del desastre hiperinflacionario socialista de la época, y que realizaron las reformas estructurales más ambiciosas de la región, y que, por si fuera poco, son las que justamente se necesitan en los mismos países nórdicos, la Unión Europea y Estados Unidos para superar en gran medida la Gran Recesión.

Pero continuemos. La nacionalización de los hidrocarburos en 2006 fue la primera medida del gobierno de Morales ha significado una decidida afrenta contra los derechos individuales de propiedad privada en Bolivia que defiende el Instituto (en cuya página Wilson parece incluso haber hecho una publicación de manera deliberada), y que ha terminado siendo una de las principales características de dicho gobierno durante ya una década. Este debería constituir motivo más que suficiente para reprochar toda acción consecuente y no cualquier otra relativista.

De la misma forma, esta nacionalización, a la vez que le ha permitido al gobierno disponer de cuánto dinero ajeno se ha apropiado, las atribuciones y competencias que a través del gasto ha ganado sobre la economía, el Estado ha terminado pues expulsando la inversión privada extranjera del país y desplazando la inversión privada nacional hacia la muy costosa y peligrosa economía informal que Wilson pretende destacar como acierto del gobierno de Morales.

Asimismo, y por si fuera poco hasta aquí, Simon atribuye a Morales ser incluso un defensor de la verdadera libertad y la libre empresa porque se opone a los lineamientos y exigencias del FMI y el Banco Mundial. Simon jamás se enteró de que Bolivia reestructuró su deuda justamente con el FMI en los años 80, que siempre tuvo cuentas pendientes con aquel organismo aunque nadie la hubiera obligado, y que además las exigencias del FMI implicaban garantías para el pago de deudas solamente mediante la restricción del gasto. Oponerse al FMI no siempre es sinónimo de defensa de la libertad, pues. Si es el FMI el que garantiza que el gobierno de Bolivia no dispondrá de mi dinero sin mi consentimiento explícito, incluso habrá que agradecerle. Pero esa ya es parte de otra discusión de menor calibre relativo.

Ya sobre el final, Simon destaca el crecimiento de la economía informal en Bolivia como una buena ilustración de la benigna política económica que el gobierno de Morales implementa en relación a la libre iniciativa empresarial, cuando en realidad es sólo ilustración del problema, y no necesariamente un acierto de lo que podría ser un manifiesto emprendimiento rebelde en Bolivia; toda expansión de informalidad en una economía es en realidad consecuencia de las reprimendas de los gobiernos que acaparan la actividad de la economía. En este sentido, no hay forma de considerar la economía informal de Bolivia como algo positivo, y si lo tuviera sería a pesar de Morales y no gracias a él.

Ahora bien. Para finalmente ser rigurosos, superar la simple respuesta crítica a Wilson y ajustar el análisis de Bolivia es necesario realizar un diagnóstico que al menos utilice algunos de los instrumentos y principios liberales mencionados.

Preliminar.