De vivir en Babel hasta el referéndum

La gente está agotada, las cosas no están bien. En realidad van mal y cada vez peor. La situación va agravándose, y por si no se sentía ya en el aire desde hace un par de años con el inicio de la desaceleración de la economía ya en casi dos puntos porcentuales del PIB desde mediados de 2013, las semanas previas y el mismo referéndum de hoy ilustran el problema, que es serio.

La resaca del auge ficticio está empezando a pegar cada vez más duro. La gente ya ni sale en esta clase de días como solía hacerlo. La predisposición a defender lo que es de uno con cada vez mayor decisión recurriendo a métodos violentos, y peor aún si espontáneamente brota la indignación colectiva preguntándose “ahora dónde está la plata”, es cada vez más latente.

Han sido diez años de jauja. Unos se beneficiaron de manera espectacular (los menos, y paradójicamente en contra de parte del discurso que democráticamente al poder). Otros simplemente hicieron vista gorda y se acomodaron como que aquí no pasa nada. Y otros siguen encantados con el discurso oficialista de las grandes cifras macroeconómicas que no quieren decir absolutamente nada, pero que sirven para justifificar su enorme falta de ética y escrúpulos para aferrarse como a un clavo ardiendo, a los cuatro pesos que el régimen aún le permiten directa o indirectamente.

Luego de la espectacular fiesta (burbuja) de proporciones siderales que hubo, hoy inicia una nueva etapa del ajuste (pinchazo) más profunda y agresiva, y lo será cuanto más se la pretenda evitar. Aún faltan la mentada devaluación cambiaria y el mentado ajuste de precios de hidrocarburos; todavía queda de dónde afanar, pero ya no alcanza para todo quien aún hoy pretenda colgarse del poder. A ver si lo entienden y actúan en consecuencia… Aunque, por supuesto que no.

Nada de esto es la confirmación de teorías conspiranoicas ni de la futurología pasada. Todo fenómeno social es siempre, en todo lugar y momento un problema de causa y efecto. Nada es casualidad. La gente está podrida por algo que debe cambiar. Este momento no es fruto del simple devenir de la naturaleza. El régimen se agotó porque hizo huevadas, y afortunadamente no hay quién se atribuya el crédito.

No es necesario citar nombres, identificar hitos, citar cifras y fuentes, o incluso confirmar la teoría (tampoco pienso convertirme en paria). Si no eres capaz de hacerlo por tu propia cuenta y entender este mensaje en su entera dimensión tal y como está, entonces estos últimos diez o quince años estuviste simplemente viviendo en Babel.

Si una vez más es necesario esperar a ver cuáles son las consecuencias de una pésima campaña que empezó con un “yo quiero ver si el pueblo me quiere” para actuar en consecuencia, be my guest, pero también una vez más habrá sido demasiado tarde. Los países bananeros no se hacen bananeros de la noche a la mañana.

Odio decir “te lo dije” una vez más. A qué más estarán dispuestos ahora que hay cada vez menos de dónde afanar, y que la gente ya está cada vez más podrida!

Recordar lo que Wilhelm Röpke dijo una vez, sigue siendo mi mayor temor:

El camino de la inflación reprimida termina en el caos y la paralización. Cuanto más empuja la inflación los precios hacia arriba, tanto más refuerza el Estado su aparato represivo; pero, tanto más ficticio se hace el sistema de los precios controlados, tanto mayor es el caos económico y el descontento general, y tanto más se debilita la autoridad de Gobierno o su pretensión de seguir ostentando un carácter democrático.

Breve nota publicada originalmente en Facebook el domngo 21 de febrero de 2016, para abstraerse un poco y ver qué permite pensar el referéndum, y más allá de que gane el No o el Sí.