Para nadie es sorpresa encontrar toda una serie de monumentales obras de infraestructura pública ruinosa e inservible por todo el país, así como el aeropuerto de Chimoré vacío, el estadio del mismo pueblo en el medio de la selva, con capacidad para 15 mil personas y uso ocasional de apenas 2 mil, o el flamante parlamento del difunto Unasur sin equipamiento ni servicios básicos, pero pocos se inmutan, tal vez porque incluso las consideran productivas; el mismo John M. Keynes, decía que “las obras públicas, aun cuando sean de dudosa utilidad pueden proporcionar una compensación varias veces superior en épocas de grave desocupación,” incluso si eso implicara cavar agujeros solamente para volverlos a tapar para mantener la economía a flote.
Al mismo, para muchos, cuando no para todo el mundo, ver la construcción privada de uno o dos edificios frente a su casa es una prueba irrefutable del progreso económico no sólo del barrio, sino de toda la ciudad y el país en su conjunto, pero, para sorpresa de los mismos, para hacer un buen análisis sobre un problema económico, sirve de poco concentrarse solamente en el síntoma visible de ese problema, o como diría el buen Frédéric Bastiat, es necesario tomar en cuenta también lo que no se ve.
En estas semanas ha sido noticia un problema más que anticipado: el enorme conflicto a causa del mantenimiento del único puente que conecta Santa Cruz de la Sierra con el Urubó, pero el problema y la solución no parecen ser tan obvios.
El Urubó es una más de las ilustraciones de un problema mucho mayor de mala asignación de recursos, de sobrecapacidad, provocada por una clara política de hiperestímulo de la demanda agregada durante más de una década, que se ha traducido en enormes planes de gasto en elefantes blancos y en inversiones desproporcionadamente riesgosas; una política en la que si se insiste y persiste puede provocar, en su caso más extremo, el colapso de ciudades enteras.
El hecho de que Santa Cruz haya llegado a ser una de las 15 ciudades que más crecen en el mundo, pero no junto a algunas como Tokio, Londres o Nueva York, sino junto a Hangzhou, China, donde se encuentra Alibaba, pero también donde han recreado ciudades enteras como París, en las que no vive nadie, justamente un caso paradigmático de sobrecapacidad, y donde, por tanto, no hay posibilidad alguna de realizar una planificación urbana de largo plazo relativamente previsible, es más objeto de sospecha y caso extraordinario de estudio, que de ejemplo a seguir.
Me explico. Santa Cruz es el departamento que, definitivamente, más valor y mayor cantidad de riqueza ha generado en Bolivia al menos desde los años 70, pero el auge de los últimos 12 ó 15 años lo ha distorsionado todo, dado que también es el departamento que más ha gastado, el que más ha consumido, el que más se ha sobre endeudado, el que a más errores cualitativos y generalizados de inversión se ha inducido a cometer a niveles artificialmente baratos, y que, por tanto, más problemas está forzado a corregir.
Esto no es más que el síntoma perfecto de una burbuja de activos reales de proporciones siderales, estimulada por una combinación explosiva de altos precios de materias primas que garantizaron el gasto a manos llenas del Estado en todos sus niveles, crédito artificialmente barato por demasiado tiempo (solamente Santa Cruz se lleva casi la mitad del crédito total nacional), que induce a los privados a aventurarse en proyectos con una ambición inasumible, y narcotráfico.
Y tampoco es que nadie lo está advirtiendo. En mayo de 2017 El Deber publicó una nota afirmando que en el Urubó hay 163 urbanizaciones con sólo 7.500 habitantes, en un área de 22.000 hectáreas que comprenden los municipios de Porongo, Colpa Bélgica y Portachuelo, pero que se venden como Urubó, y que equivalen a la mitad del área urbana de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
Siguiendo la misma nota, el paradigma latinoamericano de ciudad eficiente es de 100 habitantes por hectárea. Hasta el cuarto anillo de Santa Cruz de la Sierra hay una densidad de 70 habitantes por hectárea, pero si se saca un coeficiente de las 40.000 hectáreas de mancha urbana, el promedio baja a 31. En 2035 el área metropolitana tendría 4.000.000 de habitantes. Si esta ciudad fuera eficiente, esa cantidad de habitantes cabría en la actual mancha urbana de Santa Cruz de la Sierra y otros 2,2 millones de personas se podrían acomodar en las 22.000 hectáreas del Urubó.
¿Cuántos puentes más se necesita hacia el Urubó? Frente a lo expuesto, y aunque sea difícil de creer, es lo de menos. Primero deberá detenerse la demanda de niveles artificialmente estratosféricos, y además superarse la resaca consecuente, que será tanto más violenta cuanto más tiempo se la haya venido aplazando.
Artículo publicado por Hoy Bolivia.
Addendum: recomiendo ver The Big Short más de una vez. Aunque tiene varios errores como el de no identificar a la Reserva Federal como el principal causante de una burbuja de activos tras otra en EE.UU., sí que ilustra muy bien lo que está sucediendo hoy en Santa Cruz, sobre todo esta escena.