El primer trimestre de 2019 ha cerrado con la no tan sorpresiva noticia del aplanamiento de la curva de tasas de interés en EEUU, algo que no sucedía desde 2007 cuando la bancarrota ordenada de Bear Stearns y luego por la bancarrota desordenada de Lehman Brothers en 2008, activando el temor por el inicio de una nueva recesión.
Esto ocurre en un momento en que la Reserva Federal decidió no realizar más incrementos de tasas de interés al menos hasta 2020, dada la ligera desaceleración de la economía estadounidense, observada fundamentalmente en una debilidad relativa del PMI manufacturero.
Al menos en este sentido, y como habíamos adelantado, Donald Trump consiguió lo que quería, responsabilizar a la Fed de la desaceleración y cualquier problema eventual sobre el sistema financiero, e incluso una recesión, y que él, al mismo tiempo, se muestre como el responsable de haberla evitado mediante la presión política que ha ejercido sobre Jerome Powell, titular de la Fed, para no seguir incrementando tasas.
El aplanamiento de la famosa curva las tasas significa que los rendimientos de los bonos a largo plazo están cada vez más bajos, y que, por tanto, el diferencial entre el corto plazo y el largo plazo es cada vez menor, y suele ser un indicador relativamente temprano y confiable de que una recesión se acerca. Lo que sería lógico en este escenario es incrementar los vencimientos de largo plazo y no seguir reduciendo los de corto. Sin embargo, el conjunto de los principales bancos centrales (porque es un fenómeno generalizado en la economía global) se ha enfocado en hacer lo segundo, causando que los inversores simplemente se alojen en los activos de menor riesgo relativo.
¿Puede esto significar una recesión inmediata? No. Por lo general la recesión suele llegar entre nueve meses y dos años desde el aplanamiento de la curva. Lo más probable es que, a pesar de dicho aplanamiento y de la desaceleración, el crecimiento seguirá siendo relativamente robusto al menos hasta mediados de 2020. En todo caso, lo que es preocupante es la advertencia de inversores como Seth Klarman y Ray Dalio sobre una posible crisis de deuda global.
En el vecindario de América Latina preocupan nuevamente Argentina y Brasil. El primero observa un incremento del dólar hasta los $44,92 y el vencimiento de las Leliq hacia la segunda mitad del año, que coincide con un escenario de campañas presidenciales muy complejo. Y el segundo observa que la serie de ambiciosas reformas estructurales, sobre todo respecto de la reforma del sistema de pensiones, empiezan a tardar y, por tanto, a impacientar a los mercados, que se ha traducido en recientes caídas del real y el Bovespa.
En Bolivia, por su lado, el Gobierno acaba de enfrentar la desaceleración y falta de liquidez en el sector bancario y financiero, que parece estar secándose más rápido de lo pensado desde la última intervención ($8.100 millones de reservas del BCB al 19 de marzo), con medidas como las que ya habían adelantado: obligar a los fondos a repatriar parte de lo que tienen invertido en el exterior en los próximos 90 días (del 25% de antes al 15% desde de hoy y 5% más tarde). Una vez más, esto solamente es postergar la solución a cambio de agravar el problema.
Sin embargo, para un plazo relativamente más largo, las sanciones recientes, tanto las de noviembre como las de los últimos días sobre Prodem, si bien no tendrían por qué afectar los depósitos locales de sus clientes ni su patrimonio, sí que van a provocar inevitablemente la rebaja de calificación no sólo de Prodem, sino también del conjunto de sistema dado su tamaño relativo; además de que podrían terminar pesando sobre la adaptación a las nuevas normas regulatorias internacionales de los últimos diez años, como el intercambio de información automática fiscal y de cuentas bancarias del FATCA y el Common Reporting Standard de la OCDE, que podría provocar un eventual aislamiento.
Y por otro lado, no ha habido noticias positivas en el intento de una nueva emisión de bonos soberanos ni en cuanto a las exploraciones el área de hidrocarburos. Las buenas noticias, sin embargo, fueron el fracaso en la estatización de las AFP a través de la creación de la Gestora Pública de Pensiones, y el abandono de incremento de tasas por parte de la Fed, que hubiera seguido ejerciendo presión externa sobre el tipo de cambio.
Por el lado de los fondos de inversión, los malos datos manufactureros, así como el previsible aplanamiento de la curva de tasas, ha afectado a los mercados. Mientras unos dicen que la recesión en EEUU no llegaría antes de 2022, otros apuntan que, por la inversión de la curva, la recesión llegaría en los próximos trimestres. Ahora, si bien se trata de un escenario extraño donde probablemente sea mejor no hacer nada, la niña bonita parece seguir siendo la renta fija emergente (China, India, África, Brasil), así como la inversión de largo plazo en materias primas.
Y para el establecimiento de estructuras patrimoniales, dado el manejo caótico del Brexit hasta esta semana, algunos fondos se van con sus capitales a otras plazas como Frankfurt y Dublin, pero entre las plazas ideales para establecer estructuras están Luxemburgo como la primera opción alternativa a Londres, seguida por con mucha distancia por Irlanda y Holanda, y más aún por Singapur y Hong Kong, mientras Panamá tendría que ser el hub ideal para operaciones entre América Latina y la Unión Europea; el tiempo dirá lo que siga sucediendo en el mundo de la regulación bancaria y fiscal internacional.
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