Coronavirus: en Bolivia ya “pasan cosas”

¿Alguien recuerda la pobrísima justificación de Macri en 2018, ante el fracaso de su plan gradualista de para reducir el déficit, diciendo “veníamos bien, pero pasaron cosas”? Pues lo que, por ejemplo, Hugo del Granado afirma sobre Hidrocarburos, lo afirmo yo sobre Economía, y en especial sobre el BCB. Este período transitorio es solamente un largo ‘veranillo’ de estabilidad, pero también de peligroso gradualismo hasta agosto, sin perspectiva de mejora económica realmente.

Hace tan solo un mes atrás, Hacienda, el BCB y Planificación presentaron de manera conjunta el Programa Financiero 2020, donde proyectan un crecimiento del 3.5% del PIB y un déficit del 6.6% del PIB para este año, con una cotización promedio del barril de petróleo WTI de $50, aunque sujeto a revisión si acaso surgiera alguna eventualidad. Pues las infecciones de Coronavirus en China se propagaron por el mundo deteriorando la economía global de manera considerable, aunque aún no a niveles de recesión.

A pesar de que las bolsas comienzan a recuperarse y el consumo en China parece empezar a estabilizarse, la actividad económica no deja de ralentizarse. La OCDE ya recortó sus estimaciones de crecimiento global a la mitad, con riesgos de recesión de la Eurozona y Japón debido a los efectos de las medidas contra el Coronavirus, que se ha traducido, entre otras cosas, en cuarentenas y cierre de fronteras, que han terminado interrumpiendo las cadenas de valor globales.

Los efectos de Bolivia no son distintos. Por un lado, el modelo económico cerrado de estímulo de la demanda agregada interna del MAS y Arce Catacora, es decir, del estrecho vínculo entre los precios del petróleo (hoy por debajo de los $50 estimados), gasto público desmedido y crecimiento, sigue intacto. Por tanto, en la medida que la cotización del petróleo caiga, más difícil será sostener el modelo del gasto público, y alcanzar las metas de dicho plan financiero, que ya era conservador por defecto, y más aún si los ajustes del déficit fiscal están limitados estructuralmente.

Y por el otro lado, las importaciones directas desde la China se verán interrumpidas o al menos retrasadas, en desmedro sobre todo del sector Construcción, que ya viene alicaído, y, a su vez, en los flujos del sector bancario, que también se encuentra, y desde hace ya mucho, cada vez más falto de liquidez. Pero por si esto fuera poco, el complejo escenario internacional termina redundando en el nivel de reservas internacionales del BCB y su capacidad para sostener el actual tipo de cambio fijo, que, aunque estable, aún demasiado bajo ($6.302 millones al 21/02/20).

Por el momento se ha reducido las exigencia sobre el cupo de cartera que los bancos deben alcanzar. Es una medida acertada, pero, insisto, solamente está orientada a aliviar ligera y temporalmente al sistema bancario y financiero. El deterioro permanente de la calidad de la cartera del conjunto del sistema con crédito artificialmente barato, permanece, y no se podrá sostener de manera indefinida.

Se está incrementando dosis innecesarias de estrés a la economía con el fin de no fastidiar al MAS ni al votante cautivo del aparato burocrático. Los empleados de las empresas públicas improductivas y en ruinas verán su sueldo recortado para saldar parte del déficit, pero no serán despedidos, impidiendo solucionar el mismo déficit de manera definitiva.

¿Quién paga los platos rotos consecuentes del gradualismo? El conjunto de la ciudadanía a través de menores niveles del crecimiento de la economía en general. Peor aún si eventualmente buscan socializar las pérdidas del sector público mediante la inflación consecuente de una devaluación, que envilece el ahorro del sector privado.

¿Y cuál es el colmo del escenario? Ninguno de los tres primeros candidatos habla siquiera de un diagnóstico económico, incluso se resisten a hablar de esto, mucho menos hablan de reformas estructurales, de manera que habrá que ir moderando expectativas sobre lo que depara a la economía del país en los próximos meses.

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