El control de las emociones al momento de invertir

“When we talk about it, it’s a dream. When we start to envision it, it gets exciting. When we get a plan, it’s possible. But when we schedule it, it’s real.” – Tony Robbins

Como en toda crisis económica en general o de fuertes caídas en bolsa, no es extraño cometer errores que provoquen la pérdida de una parte de nuestra riqueza, de nuestro patrimonio personal o incluso el de la familia, mayor a la que hubiéramos perdido si no los hubiéramos cometido. 

Con el tiempo, tanto los científicos naturales como sociales han intentado elaborar teorías que ayuden a interpretar y corregir la causa de estos errores, e incluso han llegado elaborar modelos aplicados al mundo de las inversiones basados en el comportamiento pautado que los seres humanos solemos tener ante determinados eventos, ya sea para mitigar el impacto de una recesión, o bien para lograr un mejor desempeño del inversor.

Los seres humanos tenemos sesgos emocionales frente a cualquier crisis, y aunque tal vez no para todo el mundo, no tendría por qué ser una sorpresa el hecho de que no contar con la mentalidad adecuada frente a entornos adversos, o no saber controlar las emociones frente a cualquier eventualidad, puede llevarnos a tomar decisiones equivocadas. Y lo mismo sucede en el mundo de las inversiones, sobre todo si se trata de inversiones de corto plazo en los mercados de capitales.

Se sabe, por ejemplo, que tanto el ciclo económico como las fluctuaciones naturales del mercado están compuestas por distintas etapas. No son previsibles en términos de tiempo y espacio, pero sí de causa y efecto, con lo cual sí que se puede advertir cuál suele ser el estado de ánimo del público en general en cada uno de esos períodos: euforia, ansiedad, negación, miedo, desaliento, desesperación, etc.

Como Peter Lynch suele decir, es más la gente que suele perder dinero esperando o tratando de anticipar las correcciones que suele tener el mercado, que durante las mismas correcciones. O como decía Benjamin Graham, el principal problema del inversor, su peor enemigo, es él mismo.

En la misma línea, el ente regulatorio del mercado de valores en España, por ejemplo, tiene incluso una guía derivada del behavioral economics o la economía y las finanzas conductuales, que identifica con algo más de precisión nuestros sesgos emocionales más recurrentes en las distintas etapas del ciclo: el exceso de confianza, de confirmación, de autoridad, el descuento hiperbólico, la ilusión de control, el anclaje, el efecto halo, la prueba social, el statu quo, la falacia del coste hundido o la predisposición al optimismo.

Sin embargo, frente a la actual crisis del Coronavirus existe una serie de elementos extra que nos puede llevar a cometer errores mucho mayores que en crisis pasadas y relativamente convencionales, porque esta tiene características distintas, con lo cual guardar cautela debe constituir una virtud a conservar todavía mayor.

Como muy pocas veces en la historia, esta crisis no tiene origen inicial en los excesos de la política económica, sino que se trata de un shock exógeno, y más allá de que haya tenido un origen previsible o no, el ser humano no suele reaccionar positivamente ante lo desconocido o algo que no haya visto al menos en los últimos cien años, entonces las emociones suelen magnificarse; la reacción de pánico podría ser todavía mayor, haciendo de esta crisis un evento o un período aún más grave que lo que estábamos considerando en un principio, pero que ciertamente se puede corregir.

¿Qué es lo más adecuado, comprar hoy pensando que el Coronavirus pasará pronto, o vender si se extiende? Esa es la mentalidad de un trader. Lo que un inversor haría es observar el precio actual de determinado activo y compararlo con el valor que piensa que tiene a largo plazo. Sin embargo, ¿qué pasa si, al igual que solamente en la Gran Depresión de los años 30, o incluso en un escenario peor, lo perdemos todo? ¿Cómo y por dónde volvemos a empezar?

Bill Ackman es ahora mismo uno de lo más reconocidos y exitosos hedge fund managers en Wall Street. De hecho, hace unos años se ganó el apodo de “Baby Buffett” por su trayectoria y por el futuro que aparentemente tendría. 

Ackman inició Pershing Square Capital Management en 2004 con $54 millones. En 2014, cuando Pershing ya administraba alrededor de $6.000 millones en activos, alcanzó una rentabilidad del 45%, del 58% en 2019, y sólo en marzo de 2020, probablemente en pleno inicio de la pandemia en EEUU, convirtió $27 millones en $2.600 millones. 

Pero Ackman también ha sufrido varios fracasos. Con la implosión de Valeant Pharmaceuticals y su batalla con Carl Icahn por Herbalife, en 2016 tuvo pérdidas del 13,5%, en 2017 obtuvo una rentabilidad de apenas el 4%, y recién en 2018 de alrededor del 15%.

En una entrevista reciente, y muy poco después de su último short, Ackman ofreció su concepto o definición del éxito:

Success is not a straight line up. If you read the stories of successful people, almost every successful person has had to deal with some degree of hardship, whether that hardship is personal hardship, health-related hardship, or a business issue. [What determines] how successful you are is really how you deal with failure. If you deal with failure well and you persist, you have a high probability of being successful.

Cuando le preguntaron sobre cómo lidia con momentos o largas temporadas de mucho estrés emocional, primero dijo que tratando de reconocer y aprender de los errores, y manteniéndose saludable. Luego, manteniendo buenas relaciones, una familia que te apoya, buenos amigos y manteniéndose sano; un régimen alimenticio saludable (bajo en azúcar y carbohidratos), durmiendo bien y mucho ejercicio (hacer mucho deporte se ha convertido incluso en una forma de meditación), por ejemplo.

Siguiendo la misma línea, Tony Robbins, un legendario best-seller motivacional, de desarrollo personal y finanzas personales, conocido también como “el susurrador de directores ejecutivos”, o como asesor personal de Margaret Thatcher, Nelson Mandela y Mijaíl Gorbachov, Michael Jordan y André Agassi, o Paul Tudor Jones; tiene un esquema muy sencillo a seguir que llama Success Cycle para no perder perspectiva en tiempos de crisis:

Master the Game by Tony Robbins - The Path to Awesomeness - Medium

Cada uno de los pasos refuerza el siguiente: tener confianza en que es posible salir adelante lleva a identificar las potencialidades para lograrlo, y tomar acciones concretas se traducirá en los resultados que reforzarán la confianza para salir adelante. Pero también funciona al revés, si la confianza es poca, no habrá mucho esfuerzo por salir adelante, lo cual lleva a malos resultados, y los malos resultados reducen la confianza para salir adelante.

Para esto hay muchos recursos de los cuales aprender. Hay gente formada y especializada en guiar a las personas a empezar de nuevo, como Napoleon Hill, Eckhart Tolle, Jim Rohn o personas extraordinariamente exitosas que comparten su experiencia sobre cómo han alcanzado el éxito, como Bill Ackman en esta entrevista, o el mismo Ray Dalio, que habiéndose retirado de la dirección de Bridgewater, el hedge fund más grande del mundo con más de $160 mil millones bajo administración, hoy se dedica a transmitir sus principios y la forma en que invierte con distintos libros, artículos y entrevistas. 

Las guías o pasos a seguir para salir adelante son abundantes y están al alcance de la mano. Adam Smith, por ejemplo, decía tanto en La Teoría de los Sentimientos Morales como La Riqueza de las Naciones, que la causa del crecimiento y consecuente riqueza de las naciones está en un virtuoso juego institucional: el querer mejorar por nuestra propia cuenta sirviendo a los demás.

Alguien dijo alguna vez que si tomáramos todo el dinero del mundo y lo dividiéramos equitativamente entre todos, pronto volvería a estar en los mismos bolsillos que antes.

Una interpretación sobre esta idea puede ser que para alcanzar el bienestar material primero hay que atraerlo, pero alcanzar un extraordinario bienestar material requiere de habilidades extraordinarias para solucionar problemas de gente que ni siquiera conocemos a cambio de un legítimo beneficio, y si una crisis económica tan profunda y extendida como la del Coronavirus no significa una cantidad extraordinaria de problemas por solucionar, no habrá mejor momento para salir adelante.

Muchas veces se ha escuchado decir que para cambiar aquello con lo que no estamos contentos, es necesario empezar por hacerse las preguntas correctas. En vez de preguntarse cuándo cambiarán las cosas, lo mejor sería preguntarse cómo puedo cambiar las cosas.

Entonces, lo interesante aquí, para arrancar nuevamente de cero es concentrarse no necesariamente en la meta que uno puede alcanzar, que por supuesto que debe ser tan clara como ambiciosa a la vez, sino aquello en lo que uno se convierte al tratar de alcanzar determinada meta. 

Para cambiar algo con lo que no estamos satisfechos no hay que simplemente quedarse a esperar que cambie el entorno, sino que debemos encontrar la manera de primero cambiar nosotros mismos, debemos recurrir a nuestra propia inventiva para mejorar las cosas con las que no estamos contentos o satisfechos.

Si progresas un poco todos los días, eventualmente ese progreso compuesto te sacará del agujero y te ayudará a tomar mejores decisiones de inversión.