En su intento por dejar de naufragar, y con Evo Morales en el ojo de la tormenta, el Movimiento al Socialismo (MAS) recurre desesperadamente a sus viejas prácticas radicales de fascismo andino.
El MAS está claramente dividido. Son al menos siete direcciones departamentales (Santa Cruz, Beni y Cochabamba, entre ellas) las que insisten en que se lleve adelante un congreso nacional para la renovación de la directiva del MAS, que todavía es encabezada por el jefe cocalero. Sin embargo, de manera más precisa, las divisiones más claras y recientes se dan desde el disenso de Rolando Cuéllar, diputado cruceño que acaba de ser expulsado del partido, y de manera más importante todavía, vienen desde las tierras bajas en el oriente del país.
Desde luego, esta es una de las principales causas de profunda molestia en el “evismo”, y más aún, entre los seguidores del vicepresidente David Choquehuanca, pues la cúpula del partido e incluso su visión sobre el ejercicio del poder ha sido construida desde un principio en el andinocentrismo aymara del occidente del país, concepto al que también García Linera ha contribuido mucho; por supuesto que todo eso de las 36 naciones indígenas igualmente reconocidas en la nueva Constitución es puro cuento.
Aunque el hecho de que Arce haya mandado a decir por medio de un comunicado publicado por el Ministerio de la Presidencia, que hay un “liderazgo indiscutible y fundamental” de Morales en el MAS, y que además haya agregado parafraseando a Túpac Amaru “somos millones, por eso nos quieren dividir”, también es cada vez más conocido el hecho de que Arce Catacora prepara su candidatura para la reelección en 2025.
Morales ha tratado de aclarar en los recientes días que lo que está sucediendo en el MAS no es una división, sino una traición de la que él y sus seguidores aparentemente más estrechos ya se han estado haciendo cargo.
Cualquiera puede decir tonterías. Es parte del ejercicio del derecho de libre expresión, pero lo que más preocupa sobre esta etapa por la que atraviesa el MAS y por la que se lleva por delante el país al mismo tiempo, es que su radicalización está vinculando el uso totalitarista de la fuerza del Estado con visión mitológica de la nación y raza aymara, al más rancio y puro estilo nazifascistoide de la primera mitad del Siglo XX, o el de hoy con el del propio Vladimir Putin y su mitología eslavófila.
Por ejemplo, Morales ha impuesto un aporte extra de Bs.20.000 (€2,645) a todos los militantes del partido que autoridades públicas (gobernadores, alcaldes, asambleístas) para sumar militantes, lo cual, desde luego, constituye un delito de acuerdo a la Ley N° 1096 de organizaciones políticas.
Igualmente, Choquehuanca ha mandado a cuidar a Santiago Mamani, la ‘wawa’ (bebé o niño) que rompió la nariz de un monumento en homenaje a Cristóbal Colón el pasado agosto en la ciudad de La Paz, y además amenazó: “si alguien le toca, los aymaras nos vamos a levantar, hermanos, los pueblos nos vamos a levantar”.
Mamani tiene una imputación de la Fiscalía por destrucción o deterioro de bienes del Estado y riqueza nacional, luego de haber destruido la nariz con un martillo y haber pintado de negro el rostro de la estatua de Colón en 2021. Sin embargo, dijo al respecto: “Soy realmente un aymara, seguiré caminando, pero jamás voy a permitir esta justicia invasora, jamás. Es la comunidad que me va a juzgar, mi pueblo me va a juzgar; qué es lo que ha pasado. Ya me llegaron citaciones, esas citaciones no me interesan, más bien que sigan haciendo esos papeleos”.
Unos días más tarde, Mamani desafió a Iván Arias, alcalde opositor de La Paz, a que lo encarcele diciendo lo siguiente: “Lo que ellos no saben es que nosotros nos estamos volviendo a levantar. Así que le reto a Iván Arias a que me meta a la cárcel, le desafío a ver si va poder, porque si intenta lastimar a un wawa de una comunidad, los pueblos se van a levantar, eso es sólo una advertencia”.
Claramente, lo que hace Choquehuanca es apología del delito, una defensa y justificación de los delitos concretos cometidos por Mamani, pero parece ser que en la Bolivia plurinacional la justicia ordinaria no se aplica a los aymaras.
Choquehuanca tampoco pierde la oportunidad de decir que su lucha es contra los ‘k’aras’ (blancos). Ha tratado de aclarar que cuando se refiere a los k’aras, habla de “personas que no tienen sentimientos, que no tienen valores, que no tienen ética ni principios”, pero tratar de aclararlo de manera cada vez más frecuente (entre diciembre de 2020 y marzo de 2022), no parece ser muy creíble no sólo por lo que ahora sucede con Mamani, sino por lo mucho que se complica con sus explicaciones: “Nos quieren dividir (y) las redes sociales son instrumento de ellos; ustedes ven cómo en las redes sociales nos queremos destruir entre nosotros; si nosotros vamos a querer hacernos guiar por las redes sociales, estamos perdidos, (aunque) eso es lo que quiere el imperialismo”.
Y para mayor absurdo aún, para Choquehuanca incluso el idioma castellano divide: «En nuestro idioma cuando decimos hombre, ‘juma’ decimos. Y cuando decimos mujer, también decimos ‘juma’. No separa, no divide nuestra cultura. En castellano, cuando es hombre decimos él y cuando es mujer decimos ella, ya separa, divide. Si al hermano le digo ella, se va a enojar. El castellano divide«.
Pues parece ser que la unidad del MAS pasa por la confrontación interna en el país de región con región, clase con clase, etnia con etnia, imponiendo las ideas de una cúpula cuestionada de manera cada vez más extensa sobre todo el país. Parece ser que mientras el país en su conjunto no hable aymara y, más aún, no obedezca al andinocentrismo aymara, no habrá paz.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera, el 23 de marzo de 2022.