Este ha sido otro fin de semana donde las pugnas internas en el Movimiento al Socialismo (MAS) han atraído mucho interés porque, como ya se había apuntado en entregas previas, esto puede traducirse en el debilitamiento del Gobierno de Luis Arce Catacora, empezando por su gabinete y, de manera más precisa aún, por su ministro de Gobierno.
Sucede que, por mucho que resulte desagradable tener que llevarle el seguimiento a alguien como Evo Morales -quien está desesperado justamente por recibir atención-, el expresidente izquierdista boliviano está generando problemas para todo el mundo desde su reclusión en el Chapare, haciendo apariciones generalmente a través de la Radio Kawsachun Coca. Pero cuando sale de allá, su cruzada personal por el retorno al poder se entorpece.
Como bien se sabe, Morales ha denunciado un presunto encubrimiento del narcotráfico. Aunque no ha especificado si es por parte del Gobierno de Arce, de su ministro de Gobierno, o de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN), las denuncias han provocado el cambio del jefe antidrogas de Arce, la aprehensión de distintos jefes policiales especializados en la materia, además del deterioro de la imagen del ministro de Gobierno.
Las recientes declaraciones de Morales -atizando nuevamente la polémica en este sentido- se pueden leer como una reacción del jefe cocalero por la detención de su exjefe antidrogas, Maximiliano Dávila, a principios de año. Sobre Dávila, por cierto, la Fiscalía acaba de afirmar que no encuentra causas para procesarlo por narcotráfico o vínculos con el mismo.
Pero las pugnas empezaron mucho tiempo atrás, con las elecciones departamentales y municipales hace un año, en el momento en el que el MAS perdió la mitad de votos que había ganado en 2020, cuando Arce ganó las elecciones en primera vuelta. Los perdieron, entre otras cosas, porque el control electoral de la ciudadanía fue mucho mayor, porque iniciaron la cacería de brujas con el detenimiento ilegal de la expresidenta Jeanine Áñez unos días antes, porque condicionaron el proceso de aplicación de vacunas contra el Covid-19, y porque Morales volvió al país para cobrar cuanto protagonismo pudo protagonizando la campaña.
Esto último ha sido considerado por el propio masismo como un gran error de Morales, pero no el primero ni el más grande. La gente de la propia formación oficialista e incluso del ala de Morales lo reconoce, y no le perdona al jefe cocalero haber ignorado los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016, que le impedía aspirar a un nuevo mandato, haberse postulado violando la ley de todas maneras, haber cometido un fraude monumental en 2019 y, más aún, haber huido hacia la selva del Chapare y finalmente a México y Argentina gozando de lujosos privilegios mientras su gente aún peleaba en su nombre en el país.
Así, este fin de semana han sucedido varias cosas a tomar en cuenta, por muy desagradables que resulten: Rolando Cuéllar, el diputado cruceño expulsado del MAS por enfrentarse con Morales recientemente, ha dicho que el líder cocalero está montando un espectáculo mediático con el único fin de permanecer vigente en política, que la acusación que hace de que en el gobierno de Arce existen agentes infiltrados de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), solamente tienen un afán “desestabilizador del gobierno y de la democracia”. Esto es algo que nunca se había atrevido nadie a decir sobre el jefe cocalero.
De igual forma, en un foro de las Juventudes del MAS, en el municipio de Sacaba -uno de los bastiones del partido- unos jóvenes del partido increparon a Morales exigiendo un congreso que implicaría dar paso a la renovación, tal como exige el diputado Cuéllar, así como, presumiblemente, también exigen el ala de Arce y Choquehuanca.
Casi inmediatamente después, Morales ha dicho que sus denuncias en realidad apuntan a “luchar contra la mentira y la corrupción”, a “la defensa de la verdad”. Además, Morales agregó: “denunciamos el encubrimiento al narcotráfico porque nuestro deber es cuidar al hermano Luis Arce de golpistas y proimperialistas”.
Fruto de estas pugnas internas, que llegan incluso a lo insólito (Morales denunciando encubrimiento del narcotráfico), este próximo lunes 18 de abril se celebrará una nueva reunión del Pacto de Unidad (las llamadas “organizaciones de base” del MAS) donde se reunirán Arce, Choquehuanca y Morales para definir claramente los roles que tiene cada uno, de cara al futuro.
La última vez que el Pacto de Unidad se reunió fue a inicios de año, con el objetivo de evaluar e incluso remover a al menos seis de los ministros del gabinete, aunque finalmente Arce logró persuadir a quienes lo exigían y no hubo modificaciones en los integrantes de su Gobierno. Sin embargo, desde entonces los enfrentamientos internos en el MAS se han recrudecido. Quien puede ver que su tiempo como funcionario de Arce va culminando es Eduardo del Castillo, el ministro de Gobierno, cuya interpelación está programada en la Asamblea Legislativa el próximo 20 de abril.
Por el momento, el objetivo tanto de Arce como de Morales es estar presentes en las elecciones de 2025, o incluso en unos comicios anticipados si acaso la economía, que se encuentra cada vez más deteriorada con cada día que pasa, no termina provocando una crisis que derive en el adelantamiento de la fecha para escoger nuevo presidente en Bolivia.
Probablemente sea todo esto lo que se está discutiendo ahora mismo en el Gobierno de Arce, así como en el evismo y las bases del partido. Tal vez la próxima reunión del Pacto de Unidad de este lunes podría convertirse en un hito para ir desvelando el futuro del país. ¿Podría tratarse por fin del inicio de la jubilación política activa de Morales?
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera, el 13 de abril de 2022.
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