La Filosofía de la Libertad se fundamenta en el principio de la propiedad de uno mismo.
Eres dueño de tu propia vida, y negar esto implica conceder a otra persona un derecho superior sobre tu existencia. Ni ninguna persona ni grupo tiene dominio sobre tu vida, así como tú no tienes dominio sobre las vidas de los demás.
Tu existencia se despliega a lo largo del tiempo: pasado, presente y futuro. Esto se manifiesta en la vida, la libertad y los frutos de tu esfuerzo y libertad individual.
Perder la vida equivale a perder el futuro, y perder la libertad es perder el presente. La pérdida de los frutos de tu vida y libertad significa despojarte de esa porción del pasado que los generó.
Los productos de tu vida y libertad son de tu propiedad. Esta propiedad es el resultado y la recompensa de tu trabajo, esfuerzo y sacrificio, del empleo de tu tiempo, energía y talento. Se trata de aquello de la naturaleza que conviertes en algo de valor.
La propiedad también puede ser aquello que otros te otorgan mediante el intercambio voluntario y el consentimiento mutuo. Cuando dos personas intercambian propiedad de manera voluntaria, ambas se benefician.
Sin embargo, en ocasiones, algunas personas recurren a la fuerza o el fraude para apropiarse de bienes ajenos sin consentimiento voluntario. La iniciación de la fuerza o el fraude se equipara a asesinato, esclavitud o robo, ya sea que estas acciones sean llevadas a cabo por un individuo, muchos contra pocos, o incluso por funcionarios del gobierno con elegantes sombreros. Quitarle la vida a alguien es asesinato, quitarle propiedad es robo y quitarle libertad es esclavitud.
Tú tienes el derecho de proteger tu vida, libertad y propiedad adquirida de manera justa y legítima ante la agresión física o la amenaza de recurrir al uso de la violencia de otros en tu contra. Puedes pedir ayuda para defender tus derechos, pero no tienes el derecho de iniciar la fuerza contra la vida, libertad o propiedad de los demás.
No puedes designar a otra persona para que inicie la fuerza en tu nombre. Aunque puedes buscar líderes para ti mismo, no tienes el derecho de imponer gobernantes a los demás. Independientemente de cómo se seleccionen los funcionarios, son seres humanos sin derechos superiores a los demás, y no pueden justificar asesinato, esclavitud o robo.
Como dueño de tu vida, eres responsable de ella y no la alquilas a aquellos que exigen obediencia, ni eres esclavo de quienes requieren sacrificios. Tú eliges tus metas basándote en tus valores, y tanto el éxito como el fracaso son incentivos necesarios para aprender y crecer.
Las acciones virtuosas surgen solo del consentimiento o acuerdo mutuo voluntario, y la virtud solo puede existir donde hay libre elección. Esta filosofía establece los cimientos de una sociedad verdaderamente libre y virtuosa, no solo como la base más práctica y humanitaria para la acción humana, sino también como la más ética.
Los problemas que surgen de la iniciación de la fuerza por parte del Estado y su gobierno tienen una solución. La clave es que las personas en todo el mundo dejen de pedir a los gobernantes que ejerzan la fuerza en su nombre sobre los demás para imponer su voluntad. El mal no solo proviene de personas de mal espíritu, sino también de personas buenas que toleran la iniciación de la fuerza para alcanzar sus fines.
Confiar en una sociedad libre implica centrarse en el proceso de descubrimiento de valor en el mercado, en lugar de imponer visiones o metas unos sobre otros. El uso de la fuerza del Estado para imponer una visión es una forma de pereza intelectual que suele resultar en consecuencias no deseadas y perversas inimaginables.