El INE y la Cepal acaban de reportar previsiones de crecimiento a la baja del 4.4% del PIB para 2015, y el FMI y el Banco Mundial las reducen al 4% e incluso el 3%. Los datos auguran un crecimiento menor al sobreoptimista 5% que proyecta el Ministerio de Economía y Finanzas para 2015. Concretamente, estos organismos señalan la permanente desaceleración de Bolivia desde mediados de 2013.
La predicción en economía es muy difícil, cuando no imposible. En realidad las predicciones no son ni deberían ser la misión de ningún economista, sino exclusivamente del conjunto de empresarios en una economía, pero ¿qué es lo que está sucediendo? La gran generalidad de economistas podrían estar equivocados, así como la gran generalidad de empresarios los escuchan demasiado. En este caso, los primeros se dedican a realizar predicciones en tiempo y materia que casi nunca logran, esperando que los datos sobre eventos del pasado confirmen sus predicciones, cuando, máxime, sólo es posible realizar previsiones en el marco de un análisis de causa y efecto.
Cuando a mediados de 2013 se empezó a advertir que la fase de liquidación de proyectos realizados con criterios políticos y no empresariales buscando rentabilidad de mercado, había empezado, y que los problemas podían ser evitados si el hiperestímulo estatal del gasto y el consumo era detenido, se desechó la alarma porque para advertir cualquier problema -consideraron- era necesario esperar a que el problema surgiera primero para confirmar la validez de la advertencia, y para que recién luego, cuando ya fuera tarde, se actuara en consecuencia.
Pues luego de dos años, durante las últimas semanas se reunieron evidencias sobre el agravamiento del problema con el incremento lento pero permanente de la mora bancaria, la marcada caída en la importación de suministros de bienes de capital, la caída del PIB industrial, la caída estrepitosa de la competitividad, y otros algo más comunes como el incremento también permanente de la inflación.
El conjunto de este tipo de indicadores fue analizado por Friedrich A. von Hayek en los años 30, construyendo así la teoría del Efecto Ricardo. El austríaco decía que el punto de inflexión entre el crecimiento y la recesión sucede cuando los creadores de bienes de consumo y servicios emplean más trabajadores y compran menos equipamiento. Los fabricantes de equipos se enfrentan a una caída de ventas y un incremento de costos de materiales y de mano de obra, y claro, un inevitable ajuste de beneficios. Es así que se reduce la producción y por tanto el crecimiento. En Bolivia, el problema se agrava, pues, por cuanto más se pretende intervenir la economía encareciendo todo costo de inversión.
Hayek sostuvo un largo debate con su colega y amigo John M. Keynes sobre las causas de la Gran Depresión. La opinión pública desplazó a Hayek y otorgó crédito y victoria intelectual a Keynes. A la postre esto no significó más que prolongar la agonía de la fase de ajuste, en su pretensión de evitarla a cambio de agravarla.
Con el tiempo, y aunque el mundo bien pudo haberse ahorrado buena parte de la Segunda Guerra Mundial y el infame Tratado de Bretton Woods, este aporte al análisis sobre las causas de las crisis económicas terminó significándole a Hayek nada menos que el Nobel de Economía en 1974.
¿Por qué esperar a que sea demasiado tarde para corregir un problema serio, para tomar un camino distinto del ilusorio que el país ha tomado durante los últimos diez años?
Artículo publicado en Los Tiempos, Hoy Bolivia y Economía Bolivia.
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