La economía global continúa deteriorándose. Solamente en esta semana, cuando ha vuelto a caer el Baltic Dry Index, lo han señalado Robert Shiller y Nouriel Roubini. Sin que todavía se hubieran recuperado con firmeza las primeras economías del globo, las economías emergentes que sostenían el crecimiento sufren serias turbulencias.
¿Y por la región? Pues lo mismo. Brasil permanece con una muy seria inestabilidad política, mientras la inflación sigue incrementándose limitando sus municiones para la guerra monetaria entre el dólar y el yen, y Venezuela permanece en el absurdo de sus soldados que roban cabras para poder comer.
Ante tal situación, Ken Rogoff ha sorprendido con su recomendación a los mercados emergentes de incrementar sus reservas en oro, y Stanley Druckenmiller, presidente y director de Duquesne Family Office, ha recomendado abandonar posiciones bursátiles y comprar oro.
¿Y qué sucede con Bolivia en semejante entorno? La última noticia ha sido la emisión de un nuevo billete con la denominación de Bs. 500. El Banco Central de Bolivia ha manifestado que el crecimiento de la economía así lo exige, además de que asegura, junto a algunos analistas, que dicha emisión no generará inflación. Para variar, todo a contramano. Ya que la burbuja se desinfla, hay que meterle más fuelle.
Pero veamos: además de que esta emisión se encuentra en el marco del mayor programa de hiperestímulo del consumo, el gasto y el endeudamiento que jamás se haya conocido en este país, y no en la inversión privada rentable, si el billete de 500 no generará inflación, ¿cuál es el temor de emitir el de 700 que planeaban ya en agosto?
El problema es que añadir una nueva denominación es una consecuencia de la inflación presente e inmediatamente anterior: ¡los billetes de 200 ya sólo alcanzan para lo que hace pocos años alcanzaba el billete de 100! Y con seguridad que para cuando los de 700 sean emitidos será para lo que ya no alcancen los de 500. Tan sencillo como eso. Y no digan que no generará inflación, si hace tan sólo un par de semanas anunciaron la absurda decisión de incrementar la liquidez buscando apuntalar el crecimiento.
Este es un muy viejo argumento inflacionista, pues. Es como decir que el patrón oro no es posible porque la cantidad del metal alrededor del globo no sería suficiente para el número de transacciones en una economía. Burda fundamentación. Una de las virtudes del patrón oro, justamente, es que al ser escaso el metal preserva su valor y lo incrementa frente al papel moneda, a la vez que impide la voracidad fiscal de los gobiernos gastando más de lo que realmente se genera. Solamente aplique la ley de la utilidad marginal decreciente a la producción de dinero estatal, en este caso por parte del Banco Central de Bolivia. Siempre terminará valiendo menos aquello de lo que más abunda.
No es necesario esperar a ver volar todo por los aires para aceptar que la crisis ya está aquí.