Investing without research is like playing stud poker and never looking at the cards. – Peter Lynch
El negocio de la banca en general está atravesando una profunda transformación, no solo con el fracaso del esquema de banca de reserva fraccionaria y el riesgo moral del prestamista de última instancia, sino además por el hecho de que el experimento monetario de tasas de interés cercanas a cero o incluso negativas de los principales bancos centrales alrededor del mundo, empezando por la Reserva Federal, han provocado que la rentabilidad de los métodos tradicionales de inversión, sobre todo de corto plazo y en renta fija, sea demasiado reducida, con lo cual los elevados cobros por comisión son injustificables.
Esto lo sabe la misma banca, sobre todo cuando el mercado está encontrando alternativas en el mundo digital como el desarrollo de Blockchain, Bitcoin, Ethereum, Ripple, etc., aunque todavía de manera incipiente en la mayoría de casos. Lo que los banqueros no saben, en cambio, es que el desafío no está en adaptarse a los nuevos cambios, sino en reinventarse, porque el modelo del negocio que llevan se está terminando como se lo conoce.
Y no sólo eso, las nuevas (hiper)regulaciones sobre el sector a partir de la bancarrota de Lehman en 2008 y los casos de los Panama Papers, Paradise Papers, etc. que, por cierto, y no es un aspecto menor, incluye mucha presión política de los países de alta tributación sobre los que asumen competencia fiscal, la está haciendo cada vez más ineficiente, sobre todo al momento de captar nuevos clientes.
Por esto, afortunadamente, la banca banca privada y de inversión en el mundo se está haciendo más pequeña y especializada, al punto en que la industria está observando una proliferación cada vez mayor de estructuras fiduciarias como single y multiple family offices, abiertos y cerrados, trusts, fondos de inversión familiar, en gestoras de fondos de inversión independientes (que no trabajan para ningún banco), etc. es decir, de nuevas e innovadoras formas de administrar patrimonios, a través de las cuales a los brokers o gestores de fondos dependientes no les queda más que salir de su zona de confort y empezar a ajustarse a los requerimientos específicos de largo plazo de sus clientes.
Más aún, dado también que la inversión activa empieza a ganar cada vez más adeptos frente a la pasiva, muchos de los asset managers de la gran banca de inversión, sobre todo los más expertos, se están independizando cómodamente para ofrecer una serie de servicios con un enfoque mucho más holístico e integral para sus clientes, que no solamente pasa por el simple conocimiento previo de la mejor estructura fiduciaria y en la mejor jurisdicción posible, sino también un diagnóstico económico rigurosamente elaborado sobre el entorno, que muchas veces se da por sentado, pero donde, por ejemplo, el asset manager no siempre tiene el incentivo de construir un portafolio de inversión acorde, más robusto y conservador de largo plazo; “invertir sin análisis es como jugar al poker sin mirar las cartas,” solía decir Peter Lynch.
Finalmente, nada de esto tendría que construirse en entornos de crisis coyuntural, porque estas estructuras suelen establecerse en busca reducir riesgos externos y evitar errores internos en períodos de tiempo muy extendidos, pero conviene empezar a adoptarlas hoy como parte de una estrategia defensiva frente a un período de crisis que parece avecinarse en el corto plazo.
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