A mediados de 2018 hablamos ya concretamente sobre algunas de las características más importantes de los fondos de inversión con los que trabajamos, pero ahora es más importante que, de entre muchísimos otros con los que podemos trabajar, tengan conocimiento concreto sobre el método de inversión en valor o ‘value investing’ y sepan por qué es el mejor y más seguro de entre todos.
El ‘value investing’ no es la inversión en bolsa a la que todo aquel con escaso conocimiento sobre la materia tiene miedo. Se trata de comprar algo por debajo de lo que vale y vender aquello por encima de lo que vale. De manera más concreta, se trata del análisis y estudio permanente de la capacidad que distintas compañías concretas tienen para generar valor en el largo plazo indistintamente de lo que considere el consenso al respecto, analizando toda una serie de factores como su balance contable mediante distintos métodos, analizando el conjunto del sector en el que se desempeña, cuidado que se trate de un modelo de negocio fácil de comprender y explicar, los valores y calificaciones tanto del cuerpo directivo como administrativo, etc. Y solamente una vez que tienen una valoración de acuerdo a sus exigencias y la de sus clientes, recién se fijan en la cotización de las acciones de determinada compañía en bolsa.
Hoy este método parece estar de moda sobre todo en Madrid, por gestoras de fondos de inversión con este método, como AzValor AM, que en sólo tres años, sin contar que entre Álvaro Guzmán de Lázaro y Fernando Bernad, sus principales gestores, tienen un track record de más de 20 años, está logrando rentabilidades anuales acumuladas de entre el 30% y el 40%, y ahora se preparan ya para tener mayor visibilidad entre los inversores institucionales e internacionales con el nivel de potencial más alto de revalorización de los últimos tres años.
Sin embargo, además de que con el mismo método de inversión no existen dos carteras iguales ni de que representa sinónimo alguno de garantía de considerables rentabilidades, esto no se trata de una simple moda pasajera. El ‘value’ lleva muchísimo tiempo dando muy buenos resultados al punto en que, durante los años 80, Peter Lynch, uno de los inversores más destacados de todos los tiempos rentabilidades de hasta el 29% anualizado durante 13 años continuos, o como Warren Buffett, que ha alcanzado rentabilidades anuales promedio del 21% desde 1965 hasta hoy, para ser considerado el mejor inversor de largo plazo de todos los tiempos.
Es más, el hecho de que este método de inversión esté poniéndose de moda no es comparable a la moda de inversión en criptomonedas como Bitcoin, Ripple o Ethereum que, a juzgar por su muy reducido track record, muy poca estabilidad, y sobre todo por su débil pretensión por parte de sus optimistas defensores por mostrarla como la próxima moneda internacional de reserva, se asemeja más a una simple apuesta.
Volviendo a los gestores ‘value’ estrella, otros como Francisco “el Warren Buffett español” García Paramés, en Cobas AM, aunque luego de registrar pérdidas de del 20% en algo más de un año, ahora, se preparan para empezar a alcanzar rentabilidades de hasta el 60% o 70%, sobre todo dadas las buenas perspectivas para la renta variable en 2019, al menos según Credit Suisse. Y hay muchas otras gestoras más igualmente comparables.
Las rentabilidades extraordinarias de estos ‘value investors’ son un simple reflejo o una ratificación de la eficiencia de su método de inversión, que no constituye grandes secretos ni ideas patentadas realmente, sino que requiere de elementos tan importantes como el del conocimiento adecuado sobre las causas tanto de los ciclos económicos como de las oscilaciones del mercado en el largo plazo, la constancia, el establecimiento de márgenes de seguridad razonables, el control de las emociones tanto en tiempos de exuberancia como de adversidad, y al mismo tiempo saber alejarse del ego y la complacencia.
Y por si hasta aquí esto fuera poco, uno de los elementos más importantes a destacar no sólo del método de inversión sino también de los gestores mencionados, es el hecho de que saben de ciclos económicos y crisis económicas generalizadas, y no las toman como un simple devenir de la naturaleza, al punto en que consideran que “lo que hace a un buen gestor es la acumulación de cicatrices,” luego de haber navegado las aguas de la crisis asiática y la crisis rusa de fines de los 90, la burbuja de las puntocom del 2000, la burbuja inmobiliaria española hasta 2007, la Gran Recesión de 2007-2009, con lo cual un portafolio de preservación patrimonial de largo plazo, o al menos una buena parte de él, no podría estar en mejores manos.
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