El miércoles 9 de junio se publicaron cifras de la inflación intermensual de abril: 0,6%. Esto es bueno, pero el aumento interanual fue de un revelador y preocupante 5%, la cifra más alta desde 2008. Si se excluyen los precios de alimentos y combustibles, que son los más volátiles, la inflación subyacente el mes pasado fue del 0,7%, y del 3,8 % en los últimos 12 meses, el mayor desde 1992.
A principios de año, esto podría haber provocado un aumento en las tasas de interés y una venta masiva de acciones growth. Sin embargo, el mercado tomó otro camino. El rendimiento del bono a 10 años de EEUU cayó hasta el 1,45% y las acciones growth subieron, siendo las acciones especulativas tipo AMC las que se beneficiaron.
Luego, el miércoles de esta semana se reunió el Federal Open Market Committee (FOMC) se reunió esta semana, y sucedió lo esperado: Powell dijo que se ha debatido el tapering o la reducción gradual del QE, pero que todavía es demasiado pronto para reducir las compras de bonos por $120.000 millones por mes.
Lo que importa vendrá en el segundo semestre
Sin embargo, más interesante que la reunión del FOMC del miércoles -a pesar de que ahora no todos sus miembros piensan ni votan de igual manera-, es que las señales más importantes sobre lo que sucederá con la política de la Fed vendrá de la conferencia anual de Jackson Hole en agosto.
Según una encuesta de Reuters a distintos economistas, se prevé que el FOMC anuncie una reducción de su programa de compra de activos a finales de este año, mucho antes de lo que la Fed acaba de afirmar, que sería recién para fines de 2023 o inicios de 2024.
Para tomar decisiones y hacer anuncios, la Fed suele considerar los riesgos de inflación a través del grado de rigidez del mercado laboral, al más puro estilo keynesiano, pero para entonces, para cuando la recuperación del empleo sea sostenida y a veles pre pandemia, la inflación no habrá caído. Por tanto, y dado que no habrá sido transitoria, a la Fed le será bastante más difícil seguir subestimando la inflación.
De hecho, no sólo no es transitoria, sino que es mucho mayor a lo que se reporta oficialmente. Dado que la política de dinero fácil de la Reserva Federal ha inyectado alrededor de un 34% más al sistema en los últimos 14 meses, Kyle Bass ha dicho que la tasa de inflación probablemente se encuentre rondando el 12%.
Antes de 2009 los mercados esperaban ver qué haría la Fed. Hoy la Fed hace lo que los mercados esperan de la Fed. La Fed ha dicho que no incrementará tasas antes de finales de 2023. Entonces, si no hay movidas sorpresivas, no habrá bear market antes de lo esperado.
Para hacerlo breve, luego de los anuncios de la Reserva Federal del miércoles -los de no cambiar sus políticas-, tendremos inflación y tasas de interés extraordinariamente bajas de manera simultánea durante más tiempo. La gran pregunta, en todo caso, es si esto se traduce en un cambio de tendencia, es decir, del comienzo de un bear market.
Todo apunta a que este no es el inicio de un cambio de tendencia, porque los mercados le han creído a Powell respecto de que la inflación está controlada y que es transitoria -de hecho al día siguiente los mercados observaron un dólar fortalecido y el oro por debajo de los $1.800-, pero sí de señales y motivos sólidos para dar un giro a la cartera. ¿De qué manera?
Hay tiempo para prepararse. ¿Cómo están jugando algunos?
Por ahora la Fed tres razones para justificar una situación de “esperar y ver”:
- Cómo van a encarar los mercados el complicado verano que va a tener la propia Fed.
- Estimar la fortaleza con la que el consumo se recupera.
- La gestión de la crisis de la pandemia, las distintas variantes y la carrera de las vacunas.
Es decir, el tema aquí es que la Fed incrementaría tasas solamente cuando vea inflación o ya no la pueda negar alegóricamente, pero armar una estrategia de inversión a la espera de que la Fed reaccione ante un incremento de la inflación, no es lo mismo que prepararse para la inflación.
Jamie Dimon, por ejemplo, ha dicho que “la inflación vino para quedarse”, y que, por tanto, se está acumulando grandes cantidades de efectivo para beneficiarse de un eventual incremento de las tasas de interés ante la perspectiva de un aumento de la inflación.
También Paul Tudor Jones dijo en una entrevista con la CNBC, que si acaso a Fed ignoraba el problema de la inflación este miércoles en la reunión del FOMC, es decir, si la subestima, es el momento de apostar fuerte contra la inflación.
No dijo cuál era exactamente la posición que adoptaría en todo su portafolio, porque tiene cerca de $38 mil millones bajo gestión, pero sí que ha dicho que tendrá, con seguridad, una posición del 5% en oro, 5% en Bitcoin, 5% en cash y 5% en commodities. Sobre el resto afirmó que todavía no sabe cómo estará compuesto, porque todavía espera ver qué hará la Reserva Federal.
De igual manera, a mediados de mayo se supo que Michael Burry está apostando $530 millones contra Tesla, y de manera reciente ha estado advirtiendo inflación de precios y de activos -incluyendo cripto activos- desde su cuenta de Twitter, calificando el actual escenario como “la madre de todas las burbujas”.
David Tepper, con tasas de interés tan bajas los equities sobre todo de las FAANG “son el lugar para estar”. Pero también dijo que las acciones de petróleo a largo plazo “son las acciones más baratas bajo todo punto de vista, porque la gente las odia”.
Lo que ya dijimos varias veces y ha funcionado
En suma, lo más recomendable es tener una cartera equilibrada, alejada de la renta fija gubernamental de medio y largo plazo, y abrirse a renta variable, tanto value -sobre todo con orientación a empresas de commodities- como growth -es decir las FAANG- para recoger rentabilidades de una fase que todavía es propia de un bull market.
Abrirse a renta variable significa invertir en empresas concretas que cuenten con la capacidad de encarar períodos prolongados de elevada inflación, ya sea para reducir costos o bien para crear más valor para sus clientes compensando el entorno de incremento permanente de precios, y más aún en aquellas con demostrada capacidad de atravesar crisis económicas generalizadas y no solamente de inflación.
Este es uno de los motivos por los cuales se está observando un giro en las carteras de inversión en renta variable growth a value desde el primer trimestre del año -o incluso desde el anuncio de una vacuna contra el Covid-19- y luego de varios años.
Más aún, las oportunidades se encuentran en sectores cíclicos, concretamente de commodities de metales preciosos, petróleo y asociados, que ya fueron suficientemente castigados en los últimos años, y que además pueden verse beneficiados por la recuperación estadounidense, e incluso de los masivos planes de estímulo de gasto en infraestructura que demandará mucha materia prima..
De hecho, y para ser más concretos, alguien como Warren Buffett ha vendido mucho más de lo que ha comprado en el primer trimestre, de acuerdo con el último 13F de Berkshire. Concretamente, ha vendido el 3% de su portafolio, y solamente ha comprado un 0,9%; ha reducido su participación en 11 de las 46 posiciones que mantiene (entre las que están General Motors y Chevron por un lado, pero también Wells Fargo, BofA y JPMorgan por el otro), y ha vendido 2 por completo (Suncor Energy y Synchrony Financial).
Sobre Chevron es extraño lo que ha hecho, porque había entrado en ella en el cuarto trimestre de 2020, y luego la vende en el primer trimestre de 2021, pero así como dice Tepper, no son las únicas, se puede considerar también Occidental Petroleum Corp. o Exxon.
Con tiempo y suficiente cautela, es posible girar carteras de manera eficiente, segura y rentable.
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