Hablemos sobre la inversión políticamente incorrecta en empresas de energía y commodities en un entorno de elevada incertidumbre y volatilidad por la guerra de Putin sobre Ucrania y la volatilidad actual en los mercados al mismo tiempo.
Hace probablemente unos dos o tres meses atrás me encontré con la feliz casualidad de encontrar un libro por demás interesante que refuerza la idea que hemos venido planteando hace ya algunos años para encarar una larga crisis marcada por la pandemia del Covid-19, los encierros masivos y forzosos, la mencionada guerra de Putin sobre Ucrania y ahora también el bear market que está rompiendo los activos de todas las clases ante los inicios de estanflación global.
Esta no es una tesis de inversión elaborada al calor de la coyuntura, desde luego, pero el entorno ha ayudado, y no lo ha hecho. Me explico: por un lado, la inversión en empresas de energía y commodities se ha empezado a poner de moda muy recientemente, fundamentalmente a raíz de que su cotización en o que va de 2022 se ha disparado, primero porque la demanda agregada ha crecido exponencialmente a medida que se han ido abandonando las cuarentenas, a medida que se ha ido recomponiendo el comercio global, y a medida que las políticas de estímulo de la demanda han ido haciendo efecto sobre la economía, y más aún luego de la crisis energética desatada en Europa por los problemas de suministro en los que se ha traducido la guerra.
Sin embargo, y por el otro lado, quienes mejores rentabilidades han logrado en este entorno han sido quienes han entrado en estos sectores desde mucho antes, fundamentalmente porque identificaron oportunidades en activos que nadie quería. Luego de la caída a plomo de los precios del petróleo en 2014, se fueron abandonando los proyectos de inversión más ambiciosos en el sector, y para peor, hubo un esfuerzo político coordinado muy grande por parte de los gobernantes de los países más capitalizados del mundo por una transición forzosa hacia energías limpias y el abandono de los combustibles fósiles.
Esta época fue claramente marcada por la entonces niña ampliamente conocida como Greta Thunberg y el discurso que ofreció en una cumbre climática en septiembre de 2019 en Nueva York, con el que desafía a los líderes globales a incrementar su trabajo para prevenir el cambio climático. Me refiero a aquel famoso discurso del ‘How dare you!’.
Igualmente, época fue también marcada por el esfuerzo que hicieron políticos y gobiernos concretamente europeos y más específicamente gobiernos como el alemán, que, para mi pesar -porque creo que a pesar de sus serios errores con asuntos migratorios y este en concreto- fue el de Ángela Merkel, fueron abandonando sus tradicionales fuentes de energía como la nuclear y la de combustibles fósiles para migrar forzosamente hacia energías limpias, y empezaran a depender en ese proceso de transición de la provisión de energía de Rusia, motivo por el que la crisis de la guerra de Ucrania es mayor a la anticipada por los estrategas europeos, aunque muy bien señalada nadie menos que por Donald Trump en otro famoso discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas en el que apunta a los alemanes y estos se le ríen… ¡pero cuánta razón tenía en decir las cosas como son y sin complejos! En ese sentido Trump lo hizo realmente bien, pero no es ese el asunto a tratar ahora mismo.
El asunto de esto es que probablemente -y aquí viene la gran polémica-, si no fuera por el gran error de Putin al iniciar la guerra contra Ucrania, Europa, y ahora también el resto de países desarrollados de Occidente, se seguiría cometiendo el gravísimo error de abandonar los combustibles fósiles sin tener en cuenta todo lo que eso implica.
Este error se ha traducido pues en una falta de inversión incalculable en producción de energía desde hace varios años. El sector ha quedado alarmantemente desatendido y ha terminado generando serias distorsiones en la estructura productiva global que ahora se manifiestan nada menos que en Europa, y también en Estados Unidos con Joe Biden.
Biden viene demonizando los combustibles fósiles durante varios años hasta verse forzado a importar petróleo de Venezuela, y ahora encima considera prohibir la exportación de energía al mundo, incluyendo Europa, pero lo hace porque vienen las mid term elections de este próximo 8 de noviembre, y la gente está muy fastidiada con el incremento estratosférico de los combustibles. Son las contradicciones de Occidente.
Pues bien, aquí viene mi gran alegría: mientras la guerra tal vez cumplía alrededor de 5 o 6 meses me enteré de la existencia del libro de Alex Epstein del que hablé antes pero que no había mencionado todavía: The Moral Case for Fossil Fuels, o en castellano, La cuestión moral de los combustibles fósiles. Es un libro que, concretamente, explica de manera magistral el motivo por el que hoy el mundo requiere más petróleo, carbón y gas natural, y no menos. Y este 2022 Esptein ha publicado un nuevo libro sobre el mismo tema titulado Fossil Future.
Este primer libro de Epstein fue publicado en 2014 y es un best seller, pero con la publicación y éxito del segundo libro está presente en todo lado, y aunque estoy seguro que va a llegar todavía más lejos, considero que son libros que deben ubicarse en la misma categoría de libros como Enlightenment Now, de Steven Pinker, How Innovation Works y The Rational Optimist, de Matt Ridley, Factfulness, de Hans Rosling, y Progress y Open, de Johan Norberg.
El cambio climático -aquel que antes llamaban “calentamiento global” porque todavía no aceptaban que lo que en realidad estaba pasando es que la tierra se estaba enfriando- es real, pero lo que no es real es que exista una “crisis climática” que amenace la humanidad como nunca antes. No es cierto que el uso de combustibles fósiles está destruyendo nuestro planeta. Según cada medida de bienestar humano, desde la esperanza de vida, pasando por la provisión de agua potable y terminando justamente en la seguridad climática, la vida ha ido mejorando cada vez más.
Epstein dice, entre una tonelada más de otras cosas, que la humanidad está 98% mejor preparada que hace 100 años para afrontar desastres naturales o eventos relacionados a ellos. Es decir, el número de fallecidos por algún evento del que se presume que su causa es el calentamiento global provocado por el hombre, ya sea una tormenta, un huracán, terremoto, maremoto, inundación, erupción volcánica, etc. se ha reducido en un 98%.
De esta manera, Epstein se ha dedicado a derrumbar todos los mitos más extendidos y que nadie cuestiona, que todo el mundo da por sentado, sobre la energía y los combustibles fósiles.
Por ejemplo, las emisiones continuas de CO2 están causando daños que se traducen en un cambio climático irreversible, cuando en realidad es que las tecnologías del futuro nos van a permitir revertir el aumento de los niveles de CO2 si queremos, y esto se logra solamente a partir de mayor inversión, porque solamente una mayor inversión -y con esto me refiero a mayor inversión privada y no mayor gasto público- va a permitir mayor eficiencia e innovación en cualquier sector de la economía, porque, además, nada puede revertir las muy severas consecuencias de la pobreza y deterioro de la calidad de vida de la población global por tratar de eliminar las emisiones de CO2 aceleradamente y no poco a poco.
Otro ejemplo: se dice que la energía nuclear es demasiado costosa, y que, por tanto, el mundo debería sustituirla por energía eólica y solar, pero esta energía no es capaz de proporcionar una energía fiable. La que puede hacerlo es la energía nuclear. Además que la energía nuclear es costosa solamente porque, con la ayuda de muchos activistas “verdes”, ha sido calificada arbitrariamente como insegura al punto de ser criminalizada, aunque a raíz de la guerra se están reactivando todas las plantas nucleares europeas lo más rápido posible.
El asunto aquí es que los políticos, los gobernantes, los activistas y toda la gente que, por muy buenas intenciones que tengan, están llevando al mundo a la reducción y eliminación forzosa de los combustibles fósiles, y esto nos está llevando al desastre, porque se enfocan en el lado negativo de la producción de petróleo, carbón y gas, y no miran ni destacan el lado positivo no sólo de su producción, sino de los aciertos que ha tenido la humanidad en general, y de la que en específico los combustibles fósiles son parte importante. No existe tal crisis apocalíptica.
Efectivamente, tenemos problemas de energía y contaminación en todo el mundo, pero llevar al planeta de manera forzosa a eliminar los combustibles fósiles solamente agrava el problema. Hay que hacer un balance buscando la verdad científica y no con pseudo ciencia.
Los políticos y los académicos que los asesoran y se prestan a su baile, piensan que hemos llegado aquí como por arte de magia, o que simplemente por el “egoísmo maldito del capitalismo” y sus empresarios es que hoy no habría petróleo contaminando el mundo y supuestamente matando millones de personas en el mundo cada año por la polución que genera, cuando la realidad los combustibles fósiles extienden la vida del conjunto de la población global.
Aquello en lo que los activistas y políticos tienen razón es que si no fuera justamente por los empresarios que buscan solucionar problemas de gente que ni siquiera conocen a cambio de un legítimo beneficio, hoy la humanidad no tendría las mejores condiciones de vida que jamás ha tenido antes.
El agua potable para la mayoría de las personas en la mayoría de los casos ha sido naturalmente sucia o quedaba demasiado distante. Mientras que los idealistas entre nosotros nos harían creer que la tierra en su estado natural produce agua potable en abundancia (ya ven cómo en España, por ejemplo, destruyen represas de manera acelerada “para que los ríos encuentren su cauce natural”), la realidad es que el agua potable debe ser producida de la misma manera que cualquier otro recurso.
El bienestar humano no está en el retorno a la era de las cavernas, debe ser producido, y la mejor manera de encontrar más y mejores maneras de producir es a través de la propiedad privada y la innovación, que sólo es posible por medio de la libertad económica, la inversión privada y el libre mecanismo de precios para asignar recursos a lo largo y ancho de la economía global.
Antes de los combustibles fósiles quemábamos madera, y lo más común era el arado romano que era tirado por vacas o bueyes (tal vez eso es lo que pretenden tantos), pero hoy tenemos más árboles que hace 100 años, y gracias al gas podemos producir alimentos de manera más eficiente para hacerlos abundantes gracias a la tecnología de los fertilizantes que provienen de la producción de gas.
Esta forma anticapitalista de pensar del común de la gente, de los políticos y sus “científicos”, parte de la idea de que Adam Smith, considerado como el padre de la economía y para muchos el padre del liberalismo clásico -más allá de que esto no sea así exactamente- sostuvo en su obra que la piedra fundamental del capitalismo y el libre mercado, aquello en lo que ciegamente creen los “malvados neoliberales”, es el egoísmo, el pensar en sí mismo antes que en nadie más sin importar lo que esto implique, que piensa solamente en su propio beneficio por encima del de su vecino y que no le importa nada más, que solamente le importa el lucro, y además el lucro de corto plazo, que si pudiera vender la cuerda con la que lo van a colgar por algún motivo lo harían.
Pero nada más alejado de la realidad. Adam Smith hablaba de que la fuente del crecimiento y la prosperidad está en el hecho de que todo el mundo tiene el deseo de mejorar, de estar mejor que ayer, de mejorar su propia condición, y de que, por tanto, vamos a buscar la mejor manera de servir a los demás, aunque con condiciones: las de hacerlo dentro de un marco institucional determinado que llamamos ‘el mercado’. El panadero tiene, por su propio beneficio e interés, el cuidado de vender pan de buena calidad a su cliente, porque de otra manera no podrá vender pan y, por tanto, mejorar su propia condición. Esto es muy distinto a ser egoísta. Esto es tener amor propio.
Por supuesto que existen empresarios inescrupulosos. Nadie ha dicho que el sistema del capitalismo y el libre mercado sea una taza de leche, que sea perfecto o lo más cercano al paraíso, sino que es lo mejor que el ser humano ha encontrado para convivir pacífica y armoniosamente en sociedad y generar prosperidad.
Es decir, hoy en día el mundo se beneficia -y me atrevo a decir sin complejo alguno- mucho más de los avances de la innovación y la tecnología que han traído el petróleo, el gas y el carbón, que el daño que le hace la propia explotación del petróleo y los delitos de los empresarios mercantilistas e inescrupulosos.
Hoy el mundo ha llegado adonde está no por capricho de nadie, sino porque es lo que la humanidad ha logrado en busca de su propio bienestar. Nadie sabe aún si hay fuentes alternativas más limpias y baratas que el petróleo ahora mismo, sino solamente el proceso de descubrimiento de nuevas formas de hacer las cosas que tiene el capitalismo y el libre mercado, no los políticos y sus “comités de científicos”.
Si fuera tan fácil, sencillo y barato transformar la matriz energética del mundo como presumen los políticos, el mercado se hubiera adelantado por generaciones enteras. El 87% de la energía que la humanidad utiliza hoy a cada segundo proviene de la ignición de carbón, petróleo o gas natural. ¿A alguien se le ocurre que por simple voluntad de los políticos el mundo va a cambiar de matriz energética y se va a volcar de un día para otro a la energía eólica y solar? ¿Alguien tiene una idea de lo que eso cuesta, y además sin antes ponerse a pensar de que es realmente lo deseable?
Si nos ponemos a pensar, el trabajo de los empresarios que buscan siempre hacer las cosas siempre de la mejor manera; tratan de crear máquinas. ¿A alguien se le ocurre que la humanidad estaría en mejores condiciones de vida si no hubieran esta clase de empresarios, y la gente estuviera destinada a explotar petróleo con sus propias manos? O ni siquiera explotar petróleo con sus propias manos, sino prescindiendo de viajar en utilizar cualquier medio de transporte con un motor a combustión ya ni siquiera para viajar, sino para trasladarse diariamente a su trabajo.
Más aún, el petróleo no es solamente gasolina. Nadie se da cuenta, nadie sospecha siquiera que no hay manera de que hayan cosas a su alrededor que no estén hechas del petróleo y sus derivados: tu computadora, tu celular, tus zapatos, la lavadora de tu casa. Para prescindir de productos del petróleo en nuestras vidas tendríamos que vivir en la selva y andar desnudos.
Es que el mundo no se está terminando, como se dice desde hace décadas. El mundo no se está quedando sin recursos naturales, el petróleo no se está acabando, el mundo no está sobrepoblado, no está llegando el apocalipsis.
Sucede que a pesar de que tienen 200 años, las ideas de alguien como Thomas Malthus fueron refutadas hace una cantidad de tiempo comparable, y aún así, una vez tras otra, se las repite y evoca de manera permanente. Malthus decía que la población mundial crecía a niveles mayores a los que crecían los recursos para la alimentación, y que, por tanto, la gente se iba a morir de hambre eventualmente, y que, por tanto, no es que había que encontrar mejores maneras de producir alimento, sino que había que limitar el crecimiento de la población mundial.
¿Les suena familiar? En China, hasta hace nada, prohibía a las mujeres tener más de un hijo, y Bill Gates comparte estas ideas del Partido Comunista Chino, pero no vamos a entrar en esto. Es solamente para dar cuenta de lo equivocadas y peligrosas que son estas ideas. Lo mismo sucede respecto del calentamiento global, que ha terminado convirtiéndose en el cambio climático del capitalismo que nos está condenando al fin del mundo.
Nassau William Senior le demostró a Malthus que estaba equivocado: ni la población ni la productividad de los alimentos crecieron como predijo Malthus. La productividad observada en la Revolución Industrial terminó alcanzando también a la agricultura. No nos hemos muerto como decía Malthus, no nos hemos muerto como decía Marx. No nos estamos muriendo, como dijo Al Gore y como ahora dice Greta. No nos estamos quedando sin recursos.
Por ejemplo, cuando nació el teléfono y se convirtió en una revolución para la comunicación, el cobre empezó a ser demandado en el mundo de manera espectacular, pero con el pasar del tiempo no solo que el cobre en el mundo no se terminó, sino que la tecnología de la comunicación no ha dejado de superarse nunca. Hoy ya no se ven cables de cobre en las calles de la manera en que empezó a aparecer cuando nació el teléfono en 1854. Hoy el cobre es utilizado para muchísimas otras cosas, y no se ha terminado ni se va a terminar.
Entonces, para seguir con el objetivo de esta entrega al defender la inversión en energía y commodities, el mayor de los riesgos para cualquier inversor es que todo caiga al mismo tiempo como está sucediendo ahora mismo en los mercados. No se ha salvado nadie, ni siquiera los inversores más conservadores. Y me temo que el horizonte no es precisamente de color rosa.
Sin embargo, para los inversores de largo plazo, como dice Jeremy Siegel, este es definitivamente un buen momento para comprar y esperar a que los fundamentales afloren para terminar generando valor, pero yo agregaría que además es un buen momento para entrar en empresas de energía y commodities, porque todavía tienen mucho recorrido para seguir generando valor: tienen que ponerse al día por toda la falta de inversión que hubo en el sector durante al menos los últimos 5 a 8 años, y además es importante volver a los fundamentales de la economía dado que las burbujas creadas por los bancos centrales también tiene mucho camino por recorrer todavía. Olvídense de la volatilidad de corto plazo. Hay que observar las ventajas que ofrece una perspectiva de largo plazo.
Actualmente hay dos opiniones generales sobre la inversión en empresas de energía y commodities. La primera dice que con la llegada de la recesión a las primeras economías, o peor todavía, de la estanflación de la que tanto venimos hablando aquí, la demanda agregada va a caer y que, por tanto, habrá menos consumo de energía.
La otra opinión dice que, en realidad, lo que ha sucedido en el sector es que ha sido mucho más castigado que lo que merecen sus fundamentales, que sigue siendo barato y que, por tanto, siguen habiendo oportunidades como se ve en la siguiente ilustración si es correcta.
Si se ha dejado de invertir cinco años en el sector petrolero, por ejemplo, desarrollar un campo desde cero puede tardar cinco o diez años en ser productivo y rentable, pero sin duda más práctico y realista.
Entonces, si se hace un balance sobre sus ventajas y desventajas, los combustibles fósiles han hecho del mundo un mejor lugar para vivir con una ventaja abismal, utilizar más de ellos, aunque permitiendo que la inversión permita un uso más eficiente de ellos, hará que las cosas sigan mejorando todavía más.
Y por si fuera poco, a la luz de los que ha venido sucediendo en los últimos 6 o 7 meses desde la invasión de Rusia sobre Ucrania,tratar de sustituir los combustibles fósiles de manera tan rápida y arbitraria solamente trae mayores problemas en el mundo.
Con estos elementos es evidente que será mejor ir olvidando la inversión con criterios ESG si lo que se quiere es ayudar al mundo realmente. Hay que leer y escuchar con atención a Alex Epstein como recomiendan Peter Thiel, el propio Matt Ridley o Yaron Brook.
Así como no hay que dejarse llevar por los titulares a la hora de invertir, que no hay que dejarse llevar al calor de las emociones, tampoco hay que dejarse llevar por el moralismo de quienes enseñan a los demás cómo vivir. Ya sabes, que no hay que dejarse llevar por los moralistas de la política y los artistas de moda que viajan en jets privados a foros y cumbres climáticas alrededor del mundo, aquellos salvadores del planeta cuya filosofía de vida verde consiste en obligar a la gente a vivir sin comer carne y comiendo insectos, y que para colmo de colmos aseguran que existe exceso de humanos en el planeta, nada menos.
Este es definitivamente un momento muy interesante para participar en los mercados financieros y de materias primas. Representa una oportunidad difícil de describir si no fuera por el ruido de los políticos y activistas verdes. En todo caso es gracias a ellos que la inversión con criterios contrarian se hace tan atractiva. Si todo el mundo estuviera invirtiendo ahí ahora mismo probablemente las cosas estarían mejor, pero no sería tan atractivo invertir por toda la rentabilidad que tiene que ser distribuida entre todos los participantes. Así funciona esto.
Y por cierto, no dejen de seguir a Alex Epstein. Es brillante, es jóven, va a estar por aquí durante mucho tiempo, es muy activo en las principales redes sociales, y van a escuchar una muy difícil de superar manera de pensar, argumentar y persuadir a la gente. Recomiendo sus libros, su trabajo, su mensaje, que debería estar en todos los colegios y universidades del mundo que sea posible, sin temor a exageraciones.
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